Ellos lo son... son todo lo que necesitaban. Maite, alguien a quien llevar a surfear. Bruce, una máquina humana de malteadas. Eso y algo más.
Imaginen que todo comienza con un choque de automóvil. ¿Ya lo lograron? Bueno, ahora imaginen lo que viene...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Me despierto entre las sábanas con un mechón de cabello entre mis labios, observando con ojos entrecerrados la tenue luz que esparce el alto sol mañanero de South Beach.
El clima a estas horas en Georgia mayoritariamente suele ser de una leve temperatura baja. A diferencia, por los sitios de Miami, todo era más cálido sin necesidad de llevar un calor para morirse. Pienso mientras intento sacarme la pereza de encima, y de paso me aproximo a ir por mi cepillo de dientes.
Percibo mi rostro en el inmenso espejo que recorría casi la mitad de una de las paredes del baño. Se siente extraño no estar en Georgia, estresada, con los ojos casi desgastados de verificar papeles. Se siente extraño sentirme bien.
Necesito una malteada, me dije afirmando lentamente.
Por eso, junto con mi amigo el pobretón, hemos iniciado la búsqueda de la heladería más cercana, o cualquier lugar donde me pudiesen preparar una malteada de vainilla. Por las calurosas calles de South Beach solo se veían restaurantes, bares por montón, supermercados, tiendas con artículos veraniegos, pero todavía ni una sola heladería.
Eso, hasta que por fin mis grandes ojos presenciaron lo que tenía que ser una heladería. En el parvo sitio deslumbraba un letrero con un "Gelato Creams" en negritas. Era atractivo.
Al introducirme en el local, se presentaba una vitrina enorme con diversos sabores de helado y otro tipo de deguste que incluyera mucha azúcar. Pintaba muy bien. El decorado mostraba estilo veraniego indie, con colores altos y fuertes en las pinturas del lugar. Las mesas eran casi todas para dos personas y parecían anticuadas. Le daba un aspecto un poco vintage.
—Bienvenida a Gelato Creams. Seré tu orientador para que consigas el mejor sabor de helado de la ciudad. Soy Oliver. —dijo un risueño chico de gorra, que obvio, era un trabajador.
—Hola, Oliver —exclamé con una sonrisa ladeada—. ¿Te hacen decir eso cada vez que llega un cliente?
Le cuestioné y este me lanzó una media sonrisa.
—Un poco.
—Que fuerte, yo hace tiempo me hubiera aventado del Venetian —espeté mientras dirigía mi vista hacia las vitrinas—. ¿Malteada de vainilla?
—Por supuesto. Solo dame unos minutos —finalizó Oliver mientras daba pasos hacia el mostrador.
Me acomodé en una de las mesas de a dos para esperar el pedido. En la demora, tomo mi móvil y veo un nuevo mensaje de Lina:
¿Cogidas por Miami?
Yo le contesté: Si. Con un anciano seductor que recorría la playa sin camiseta.
Risas agudas salieron de mi boca. ¿Cogidas por Miami? Si claro.
—Malteada de vainilla con toque de caramelo —dijo Oliver mientras se acercaba a la mesa.