Día 1

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—Maite, ¿me escuchas?

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—Maite, ¿me escuchas?

Sí, coño, que sí te estoy escuchando. Pero ¿cómo quieres que tan siquiera procese cada una de las palabras que nacen de tu boca? ¿no ves que por culpa de todo este giro abrumador diario llamado "trabajo" he terminado con mi novio? Ya, vete, y déjame seguir escuchando tranquila a Maroon 5.

No saben cómo me hubiese gustado haberle dicho eso, pero considerando el hecho de que podrían lanzarme a la calle, preferí decirlo, pero en mi mente. Esa que no deja de preguntar si la escucho, es Madeline, mi supervisora de grupo.

—Eh... si si, te escucho —mencioné haciendo como si no quisiera aventarme del puente más alto del mundo.

—Linda, ¿dónde estás? Es viernes, hay mucho que hacer —Mencionó la rubia de ojos grisáceos—. Aquí tienes otros documentos para revisar. Mañana por la tarde vendrán los de Nueva York a una reunión con Claudia, pero necesitan a todo el personal de nuestro grupo dentro de la sala.

Solo asentía mientras que las palabras de Madeline me llegaban como dagas al pecho. Ni siquiera he logrado acabar de revisar la sesión de fotos de anteayer, de los hombres más importantes del marketing de por aquí, y me pide que revise no se cuantos documentos. ¿Era éste acaso mi fin?

¡SÍ!

—Pero, ¿de qué son estos documentos? —pregunté con interés con un tono un tanto desesperado.

—No los sé. Edward los mandó para que los revisaras e
hicieras una lista destacando lo más importante en ellos.

—Ah —le dije, siendo lo único en mi mente al momento. Supongo que no me quedaba de otra.

—Bueno, nos vemos linda —Se despide Madeline, mientras se dirige a cerrar la puerta de la pequeña oficina, en la que hace un rato podía dormir.

—Nos vemos —solté en respuesta de su despedida.

—Ah, casi lo olvido. Por favor, los documentos mañana en mi oficina antes del mediodía—. Terminó por decir Madeline, ahora sí, abandonando la oficina.

¿Es enserio?

Creo que estoy a punto de sufrir un colapso mental. No puedo tan siquiera enfocar mi cerebro en una sola dirección, al contrario; da más vueltas que una criatura de seis años a la que recién le regalan un hula hoop. De noche, conduciendo hasta casa, con dolor de panza, estrés, sin novio, y sin haber revisado ninguno de los documentos de Madeline.

El atractivo de las luces de Georgia de noche es algo espléndido. Sin duda, mi actividad favorita la practico al salir del trabajo. Es el momento justo para conducir hasta casa haciendo paradas en el Starbucks cercano al departamento, y pedir mi clásico: Café americano helado.

He llegado a casa. Sigo dentro del vehículo en el área de estacionamiento. Dejo que el frío silencio de la noche me consuma. Sigo absorbiendo mi americano, y por un momento pienso en llamarlo. Y lo haría, sin duda, siempre y cuando no fuera una pobretona orgullosa que está cansada de su trabajo.

14 DÍAS: como una vida enteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora