Capítulo 11: Una mariposa con alas rotas

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Advertencia: descripciones de ataque de pánico

Levantó la vista del plato de comida entre sus manos para dirigirla al techo, habían pasado aproximadamente dos días desde que había despertado y hasta ahora había descubierto dos cosas muy importantes: uno, su familia la consideraba muerta; lo cual era en realidad conveniente sabiendo que jamás podría volver a enfrentarse a su familia después de haberles arruinado la vida a cada uno de ellos. No importaba cuantas veces su tío insistiera en que el derrumbe no fue su culpa... lo era, Isabela lo dijo, si ella no hubiera intervenido nada de esto habría pasado, si su tío no hubiera tenido la visión sobre ella jamás habría tenido que esconderse, si su ceremonia no hubiera fallado la vela jamás se habría debilitado, si ella no existiera nada de esto habría pasado.

Y dos, no podía mover las piernas.

Lo había intentado por horas, desde doblar las rodillas hasta tratar de mover los dedos de los pies, su tío incluso le había hecho cosquillas en los pies tratando de obtener una reacción, algo, un espasmo, un temblor, cualquier cosa... pero nada. Y no solo eso... desde que despertó había estado vagado entre la fiebre y la náusea.

No había logrado digerir algo más que no fuera fruta y agua. De hecho, ya había regresado parte de su desayuno en la mañana.

Tenía un trapo mojado sobre la frente y otro alrededor del cuello para bajar la temperatura y había logrado comerse la mitad de su caldo de verduras (hecho con papas y zanahorias del jardín de Bruno).

Su tío llevaba fuera desde temprano, no había muchas cosas dentro de La Cabaña, no las necesarias para cuidar de ella y definitivamente no las necesarias para evadir a Dolores.

La habían escuchado anoche y por suerte lograron evadirla antes de que se acercara demasiado. No podían enfrentar a su familia, no ahora y si estaba en su poder, nunca.

Cuando encontró a su tío entre las paredes, lo primero que se preguntó fue ¿Por qué?, ¿Por qué evadir a la familia de esa manera?, ¿Por qué alejarse?, ¿Por qué no buscar ayuda?... ahora... ahora lo entendía.

El terror bajando por su espalda y dejando un peso en su estómago, la ansiedad cerrándose sobre sus pulmones, las miles de disculpas revoloteando dentro de su cabeza y la incapacidad de poder decirlas en voz alta.

Se sentía como si todo el peso de cada minúsculo detalle de su vida callera sobre sus hombros y cada familiar en el que podía pensar la juzgaban por ellos, y de repente... no estaba respirando.

Apretó el plato entre sus manos, concentrándose en la sensación del barro bajo sus dedos y respiro lo más profundo que pudo. Colocó el utensilio en la mesita de noche a lado de la cama, y se recostó, con suerte la fiebre y los mareos harían lo suyo y la noquearían por algunas horas.

Pronto sintió los parpados pesado y dejo que la inconsciencia se la llevara.

Cuando despertó la noche ya había caído, si tenía que aproximar diría que eran las 11:00 pm.

Su cerebro aun trataba de asentarse en el mundo a su alrededor, lo único que podía identificar eran las manos que le cepillaban el pelo y que todo su cuerpo dolía. Se sentía como si todo en ella se estuviera quemando, arrasando todo en su interior y marchitando cada parte que le quedaba con vida. Los huesos de su columna presionaban en su espalda, como si alguien tomara una rama torcida y la forzara a enderezarse al punto de romperse. Y ella estaba a punto de romperse.

Bajo los escombrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora