Capítulo 6

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La mansión Agreste no tenía ninguna decoración especial por la boda, Gabriel y Nathalie habían optado por mantener las decoraciones navideñas sin añadir más pomposidad.

Para el banquete reunieron a los pocos invitados en el patio, alrededor de una barbacoa donde Tom, Felix y Sabine cocinaron chuletas con una receta especial de Tom.

Adrien seguía reticente a mostrarse amistoso con su padre, pero tenía que reconocer que era amable por su parte haber invitado a Marinette y a su familia. Para su sorpresa, no parecía haberlo hecho en un intento por manipularlo, como habría resultado en el pasado. Más bien, parecía que realmente quería ser amable.

No pudo evitar un gesto de sorpresa cuando Marinette se sentó en su regazo para comer su plato, aunque no se quejó. No les había resultado difícil adaptarse a una rutina de pareja, ni siquiera tener aquellos gestos tan íntimos. Más bien, se sentía como si siempre hubieran sido una pareja y solo les hubiera faltado dar el paso.

—¿Estás cómoda ahí? —bromeó.

—Mucho. ¿Y tú?

—Me hace muy feliz estar así contigo —reconoció sin parar de sonreír. Casi podía imaginarse cuando ellos fueran los protagonistas de su propia boda, pero no lo dijo en voz alta. Todavía no era el momento, tenerla a su lado era más que suficiente—. Te quiero.

Marinette le devolvió la sonrisa.

—Y yo a ti.

Dio un beso en su cabello y siguió comiendo de su plato con tranquilidad.

Un rato más tarde Tom comenzó a servir la tarta que había preparado para los novios. Un pastel de chocolate de dos pisos. Las figuras de los novios estaban colocadas en la parte más alta, rodeadas por mariposas moradas que parecían volar a su alrededor. Como no tardaron en descubrir, las mariposas también eran de chocolate.

—Tu padre es todo un artista —dijo Adrien mientras admiraba la tarta. Aunque no estaba realmente asombrado, el talento de Tom no era un secreto para nadie.

—Lo sé. Aunque se ha esforzado mucho en esta tarta, no ha dormido casi en toda la noche —respondió Marinette—. ¿Crees que ha acertado?

Adrien miró a su padre y a Nathalie, que se disponían a partir la tarta con el cuchillo. Parecían tan ilusionados que Adrien no pudo contener una sonrisa.

—Sí, creo que ha acertado —dijo sin ninguna duda—. Aunque no tendría que haberse molestado.

—No ha sido nada para él —dijo Marinette quitándole importancia—. Está ilusionado con tenerte por fin en la familia. Creo que es más feliz que yo.

Adrien rio.

—¿Eso debería preocuparme?

—Para nada. Tener a mi padre a tu favor es todo un logro. Aunque no te confíes, sigo siendo yo a la que tienes que enamorar.

Por suerte para él, ella ya lo estaba.

Disfrutaron sus platos de tarta como si no hubieran probado nada igual el resto de sus vidas. Y, en el caso de Adrien, casi era así. Marinette podía disfrutar de las delicias culinarias de su padre siempre que quería, pero él tenía que mostrarse más reservado. Ahora que eran novios, podía aprovechar un poco más su nuevo estatus en la familia.

Tras la tarta comenzó la ronda de regalos. Felix y Amelie fueron los primeros. Se trató de un juego de sillones de masajes con un sistema inteligente de escaneo del cuerpo.

—Para que relajes esos humos y no amargues a tu pobre esposa, tío. Algunos aquí ya te conocemos.

—¡Felix! —Lo regañó Amelie, abochornada. Se giró a los novios con una actitud de disculpa—. No le hagáis caso, es todo un bromista. Nosotros nunca hemos pensado que seas un amargado, Gabriel —rio nerviosa.

Normas para una relación falsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora