En nuestra nueva casa había además un huertecito muy grande, lo cual le hacía muchísima más ilusión a Minseol que a Hoseok y a mí. A pesar de que me encantaba estar al aire libre, las labores manuales jamás habían sido mi fuerte.
El otoño comenzaba a asentarse y Minseol insistía en que teníamos que retirar la maleza del jardín y prepararlo para plantar en primavera. Por si eso fuera poco, añadió a su discurso palabras como «motocultivador» y «mantillo», por lo que definitivamente confié en que Hoseok se encargara del asunto. Cada vez que surgía trabajo, mi estrategia consistía en pasarle a Hoseok las herramientas necesarias y hacerle compañía.
—¿Y cuándo vas a sacar el motocultivador? —pregunté mientras veía a Hoseok arrancar enredaderas secas. No sabía qué habrían sido antes, pero me recordaban a las vides. Hoseok las iba retirando y mi labor consistía en sostener la carretilla para que las fuera echando en ella.
—No tenemos motocultivador. —Me miró con extrañeza y siguió recogiendo plantas secas—. ¿Sabes? Podrías ayudarme con esto, no es necesario que sostengas la carretilla todo el tiempo.
—Creo que es mejor que sí lo haga, ya sabes que siempre me tomo muy en serio mi trabajo —dije. Exasperado, Hoseok alzó los ojos al cielo. No dejó de gruñir, pero ya no le presté más atención. Una cálida brisa otoñal nos cubrió; cerré los ojos e inhalé. El aroma era encantadoramente dulce, olía a maíz recién cortado, a hierba y a hojas húmedas. Entonces se oyó el tenue tintineo de una campanilla cercana y temí que el invierno llegara y se lo llevara todo.
Me perdí en el momento, en el deleite de la perfección, pero de repente algo me hizo cobrar conciencia. Era difícil describir con precisión de qué se trataba, pero hizo que se me erizara el vello de la nuca; de pronto el aire se tornó más frío y supe que alguien nos estaba observando.
Miré a mi alrededor para tratar de descubrir quién era y un peculiar miedo se apoderó de mí. Al fondo del huerto había un muro de arbustos que impedía la vista hacia o desde la casa. Lo escudriñé centímetro a centímetro con la idea de que conseguiría ver a alguien agazapado o espiando, pero no encontré nada. De cualquier manera, la sensación persistió.
—Si vas a seguir aquí fuera, por lo menos deberías ponerte zapatos —dijo Hoseok, interrumpiendo mis pensamientos. Luego se puso de pie, se estiró y me miró—. ¿Kihyun?
—Estoy bien —le contesté sin prestar mucha atención.
Me dio la impresión de que algo se movía en una esquina de la casa, por lo que me dirigí hacia allí; Hoseok volvió a llamarme, pero lo ignoré. Cuando doblé la esquina tuve que parar en seco: Son HyunWooestaba en la acera. Aunque lo raro era que él no me veía a mí; tenía la mirada fija en algo al final de la calle, algo que yo no alcanzaba a distinguir.
Aunque suene extraño, en cuanto lo vi me sentí un poco más tranquilo. Mi primer pensamiento debería haber sido que era él quien había causado mi ansiedad, por aquella forma tan extraña en la que siempre se me quedaba mirando, sin embargo, no fue así.
Estaba seguro de que HyunWoo no era el causante de lo que había percibido en el huerto, porque su mirada sólo me hacía sentir alerta, mientras que lo que había sentido unos momentos antes... era espeluznante.
Se volvió al cabo de unos instantes. Posó sus ojos sobre mí, pero su rostro permaneció igual de inexpresivo que siempre. Luego, sin decir una palabra, se dio la vuelta y caminó en dirección a donde había estado mirando.
—¿Qué sucede, Kihyun? —preguntó Hoseok, que ya estaba detrás de mí.
—Me había parecido ver algo —contesté, y sacudí la cabeza.
—¿Ah, sí? —Puso cara de extrañeza y preocupación—. ¿Te encuentras bien?
—Sí, estoy bien. —Sonreí forzadamente y me volví para regresar al huerto—. Vamos, tenemos mucho trabajo por hacer; además, quiero llegar a tiempo al baile.
—¿Todavía andas con eso? —Hoseok hizo una mueca.
Hablarle a Minseol del baile había sido la peor idea que jamás había tenido, aun cuando sabía que mi vida estaba a rebosar de ideas no demasiado buenas. Yo no quería ir, y de hecho jamás había acudido a un baile, pero en cuanto Minseol se enteró, decidió que sería maravilloso que yo asistiera. Estaba tan emocionada que le permití llevarse esa pequeña victoria.
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1. Journey - SHOWKI
Fantasy¿Qué pasaría si todo tu mundo estuviera construido sobre una mentira? Cuando Lee Kihyun tenía seis años su madre intentó matarlo, convencida de que era un monstruo. Once años después, Kihyun descubre que quizá su madre tenía razón... Co...