2.

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Narra Tomás.

Entro a la casa de Sebastián, un poco complicado al caminar porque tenía tres botellas de Federico Alvear. El patio del dueño de casa estaba repleto de jóvenes, algunos pasados de rosca y otros bailando la música colombiana.

Me acerco a la ronda donde se encontraban Mauro, Alejo, Sebastián, Sara y... Olivia.

La última nombrada vivía la canción que sonaba con mucha pasión, mientras que en su mano se encontraba una jarra de vino.

Dejé las bebidas en el medio de la ronda, y con un gesto le pregunté a Olivia si podía beber de su jarra. Ella asintió y me la pasó.

Al final, tan fifi no era, estaba en un patio de una casa humilde bailando cumbia y bebiendo de una jarra hecha de botella cortada.

"Costumbres" comenzó a sonar y se sacaron a bailar todos, excepto Olivia y yo.
Al qurdar los dos solos, le extendí mi mano.

Ella la agarró. —Háblame de ti, cuéntame, de tu vida...— canturreó, señalándome.

Empezamos a bailar la canción entre risas. Mi intención no era empezar a relacionarme con ella de mala manera. Capaz la había sacado a bailar porque había hecho la previa y el alcohol me sacaba un poco la vergüenza. Porque en otras circunstancias, no lo hubiese hecho.

La canción finalizó y seguimos en la nuestra. —No sabía que te gustaba la cumbia colombiana.— le dije.

—Hay tanto que no sabés de mí, Tomás. No soy lo que parezco.

—Capaz me equivoqué.

—¿Pedís perdón?

—Perdón se le pide a Dios nada más.— respondí. —Pero te pido disculpas.

Alzó las cejas. —Disculpas aceptadas.

Mauro me hizo una seña para que vaya con él, así que lo hice. —¿No andarás poniendo el ojo en mi amiga, no?— preguntó alzando las cejas.

—Ahora no puedo hablar con una wacha que enseguida es querer involucrarme.

—Te conozco vos, la Oli es de las que te gustan, encima.

—¿Qué tiene que ver? Solamente le estaba pidiendo disculpas por lo de hoy.

Suspiró y pasó su brazo por mis hombros.
—En fin, la que quería la nota con vos es Daniela.

Fruncí la nariz. —Quiero estar tranqui hoy, al final siempre me voy para cogerme una wacha y nunca disfruto nada.

—Vos pensala, me voy que llegó Iara.

Dejó un beso sobre mi mejilla y se perdió entre la gente.

Preparé un Fede con speed y fijé mi mirada en Olivia, nuevamente. Parecía disfrutar como si nada a su alrededor existiera. En realidad, todo su alrededor estaba en la suya, mis amigos cada uno con una chica y Sara comiéndose a besos con un chico.

—¿No sos de los que sale para estar con alguien?— preguntó la morocha acercándose a mi oído, porque aumentaron el volumen de la música.

Levanté mis hombros. —Hoy no.

—¿Con nadie?

—Con nadie.

—¿Seguro?

Reí. —No ¿Porqué tanta insistencia con ese tema?

—Vos sabrás.

Coloqué una mano sobre su cintura.

—¿No andarás pensando en algo vos?

—¿En qué?— relamió sus labios.

Y sin pensarlo la besé.

Ese beso duró lo suficiente como para saber que la morocha besaba de manera adictiva. Al separarnos, quería más. Ambos estábamos transpirados, hacía mucho calor. Olivia sonrió y volvió a juntar nuestros labios.

Parecía buscar más, y yo no iba a negarme.

Mordió mi boca al separarnos, respirábamos agitadamente y nuestras miradas se conectaron.

—Vamos adentro.— pedí. Todo lo que le había dicho antes sobre que no iba a estar con alguien, se fue a la basura. —Si querés.

—Si quiero.

Me iba a enredar en los encantos de esa morocha, sabiendo que en la mañana quizás ella se arrepentiría de eso.

ultraviolence | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora