5.

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Olivia.

Las horas habían pasado, Sara se encontraba muy borracha. Suspiré, pensando que habíamos acordado en volver juntas. -Sacá todo, amiga.- le dije, mientras sostenía su pelo para que vomite tranquila. Hice una mueca de asco al ver que había hecho caso a mi indicación.

Tomás se acercó a nosotras y nos miró divertido. -¿Siempre termina asÍ?

Rodé los ojos. -¿Venís a burlarte de mi amiga?

Él negó. -No, era una pregunta... ¿Y con ella en ese estado pensás volver sola?- asentí. La joda ya estaba llegando a su fin, se estaban quedando solamente los amigos más cercanos. El sol estaba pintando de a poco, los pajaritos ya cantaban. -¿No querés que las acompañe? 

-No, gracias...

-No tendría que haber sido pregunta, en realidad. Las voy a acompañar. No se pueden tomar el colectivo así...

Yo suspiré. Era verdad. Con Sara habíamos llevado la plata justa, y como era hora pico, siempre a la vuelta de las jodas decidíamos optar por el colectivo, además nunca llegábamos borrachas. Pero mi amiga me había abandonado en esa idea, si Tomás no me acompañaba, iba a tener que lidiar con mi amiga la borracha sola. A pesar de mi instinto de ser independiente, algo en la determinación de Tomás me hizo ceder. 

-Bueno, dale, pero sólo nos vas a acompañar.- dije, intentando mantener algo de control en la situación.

Tomás asintió con una sonrisa comprensiva, y juntos ayudamos a Sara a levantarse. Ella balbuceaba incoherencias y apenas podía mantenerse en pie sin nuestra ayuda. Caminamos lentamente hacia la salida de la casa, sintiendo la frescura del amanecer en la piel. El aire fresco parecía ayudar a Sara un poco, pero seguía muy inestable. Durante el camino, Tomás y yo hablamos de cosas triviales, tratando de mantener el ambiente ligero. Aunque no lo quería admitir, su presencia me hacía sentir más segura. Finalmente, llegamos a la parada del colectivo.

-Ahora, a esperar.- soltó Tomás, mientras prendía un cigarro. Sara estaba sentada en el banco, al menos había paraado de vomitar.

Estuvimos esperando el colectivo media hora por lo menos. Tomás se había ofrecido en reiteradas ocasiones pagarnos un Uber, pero me negué. Ya suficiente era que nos acompañe. No quería que después ande queriendo cosas a cambio de sus favores.

-Hasta que aparece...- murmuré, mientras que veía a lo lejos como el colectivo se acercaba. 

El colectivo se detuvo frente a nosotros con un rechinido, y Tomás ayudó a Sara a levantarse. La verdad es que estaba agotada, y agradecí más de lo que admití que Tomás estuviera allí. Subimos al colectivo, y él pagó los boletos sin decir nada, a pesar de mis intentos de detenerlo.

Nos acomodamos en los asientos del fondo, con Sara apoyada contra la ventana, respirando pesadamente. La cabeza de Sara cayó sobre mi hombro, y yo traté de acomodarla lo mejor que pude. Tomás se sentó frente a nosotras, observando la escena con una mezcla de diversión y compasión. El trayecto fue tranquilo. La mayoría de los pasajeros eran madrugadores camino al trabajo, y apenas nos prestaron atención. 

Al cabo de unos cuarenta minutos, llegamos a nuestra parada. Con mucho cuidado, desperté a Sara, quien balbuceó algo incomprensible. Tomás la ayudó a bajar del colectivo, y juntos caminamos hacia la casa de mi amiga.

Sara pesaba más de lo que aparentaba, pero entre los dos logramos llevarla hasta la casa. Abrí la puerta con cuidado, rezando porque sus padres aún estuvieran durmiendo. Logramos entrar sin hacer demasiado ruido y llevamos a Sara hasta su cama.

Una vez que estuvo acostada, me volví hacia Tomás. -Gracias, en serio. 

Él sonrió, con esa sonrisa cálida que comenzaba a encontrar reconfortante. -No es nada, Olivia. No iba a dejar que se fueran solas, y sorprendentemente hoy, estoy sobrio.

-Si, sorprendete que lo estés.- reímos los dos.

Mi mente seguía repasando los eventos de la noche mientras nos quedábamos un momento en la habitación de Sara. Ella dormía profundamente, con una respiración pesada y rítmica que indicaba que, al menos por ahora, estaba bien. Tomás y yo nos quedamos en silencio, escuchando la quietud de la casa.

Finalmente, Tomás rompió el silencio. -Creo que yo me tengo que ir... ¿Vos te vas a quedar a dormir acá?

-Sí, como siempre lo solemos hacer después de las jodas...- respondí.

Tomás asintió y se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo un momento, girando sobre sus talones para mirarme una vez más. -Olivia, quiero que sepas que yo nunca voy a dejar que nadie te haga nada.-dijo, con un tono más serio de lo habitual.

Asentí, sin saber realmente qué decir. Me extrañé en lo absoluto, a penas nos conocíamos y me decía tal cosa. Cuando se fue, cerré la puerta y me dirigí de nuevo hacia Sara. Ella seguía durmiendo profundamente, y yo me acosté en el colchón en el piso que acomodamos antes de irnos. Me costó un poco conciliar el sueño, mi mente seguía dando vueltas a la noche y a la extraña dinámica que tenía con Tomás.

A la mañana siguiente Sara y yo hablábamos de la joda mientras tomábamos unos mates, riéndonos de su estado y agradeciendo que todo hubiera salido bien. Sin embargo, no podía dejar de pensar en Tomás y en cómo parecía diferente aquella noche. Había algo en él que me intrigaba.

-Sólo fue cortés, aparte, seguro ya te metiste en su cabeza y quiere comportarse como un caballero para ganarse tu corazón. 

-Todos los hombres son iguales.- chasqueé la lengua. -Se empiezan a comportar como unos príncipes hasta que obtienen lo que quieren.

Comencé a creer que mi amiga tenía razón. Como había rechazado las intenciones de tener sexo con él con anterioridad, quizás ahora buscaba otras formas de que yo acceda a eso. Una parte de mí se desilusionó.

-Vos tenés que ser la Olivia que todos conocen, amiga. La sin corazón. Mauro ya me contó como es Tomás, no te conviene para nada...

-Igual, nadie dijo que me iba a meter con él...

-Sí, pero ya se besaron.- alzó las cejas. -Ya le diste una pequeña chance...

-Bueno, pero se terminó. Pequeña y única chance de que tenga algo que ver conmigo.




ultraviolence | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora