Narra Olivia.
Tomo un sorbo de café y trato de parecer interesada en lo que mi mamá me dice. Habla todo el tiempo sobre su nuevo negocio de ropa, el cual si me importa, pero en una pequeña parte.
—Me tengo que ir.— informo al ver el horario en mi celular, marcaba las 07:20 y yo tenía que estar 07:30 ahí.
Dejo un beso sobre la mejilla de mi mamá y después de colgarme la mochila al hombro, salgo de mi casa. Vivía en un barrio tranquilo, de gente trabajadora. Mi escuela se encontraba a tan sólo cuatro cuadras, así que acostumbraba a venir sola desde que estaba en primero de secundaria.
Ahora que estaba por empezar sexto año, todo el curso andaba revolucionado con las cosas que iban a suceder este año. Hoy mis compañeros hicieron el upd, así que seguramente caerían re locos al colegio. Yo decidí no ir, quería causar una buena primera impresión.
Siempre fui así.
Antes de entrar al salón, me fijé en mi espejo chiquito (que llevaba a cualquier lado) que mi maquillaje este perfecto. Y lo estaba. Sonreí con aires de grandeza y entré. Entraba un poco más tarde que los demás porque me gustaba ser el centro de atención; que me miren, cuchicheen, me saluden. Detener la clase por el simple hecho de ser Olivia Cruz.
Cuando abrí la puerta todas las miradas fueron puestas en mí. Había nuevos y los de siempre. No podia creer que estaba por terminar el colegio con las personas que odié desde el minuto uno. Aunque ahora me retractaba, porque nos habíamos hecho muy buenos amigos.
—Olivia, siempre tan oportuna usted.— suelta el profesor de matemáticas, Luis, cansado de que yo todos los años haga lo mismo.
—Yo sé que cada verano que pasa lejos de mí, me extraña más.— contesto.
Inspeccioné el lugar. Mi asiento del medio, donde yo me sentaba con mi mejor amiga Sara, estaba ocupado. Estaba Sara sentada con un chico de pelo verde completamente tatuado.
Hice una mueca de desagrado. —Él se sentó.— dice mi mejor amiga.
—Hey, disculpame, garabateado, pero yo siempre me siento ahí.— le digo sin filtro.
Este mismo llevaba un buzo negro dos tallas más grande que él, un pantalón deportivo nike y zapatillas vans, tenía el pelo revuelto y aspecto de que había ido a nuestro upd.
—¿Garabateado?
—Por tus tatuajes, digo. Bueno ¿Te levantas? No quiero interrumpir toda la clase de mi profesor favorito.
—Yo me senté primero.
¿Y éste quién se pensaba que es? Recién entraba y ya quería poner orden.
Todo el salón nos miraba divertidos.
Reí sarcástica. —Mira, antes de discutirme algo vas a tener que pagarme el derecho de piso. Yo vengo a este salón hace seis años, y sin contar cuantos llevo en este colegio.
No me gusta llevarme mal con los nuevos, así que, levantate. Ahora.—Tomás, por favor ¿Podrías ceder e ir a buscarte un banco al curso de al lado?
El tal Tomás suspiró y luego de agarrar sus pertenecias, se levantó.
—Gracias.— fue lo único que dije, para después sentarme en la silla.
—De nada, su alteza.— responde con sarcasmo.
—Terminó el show, sigan con lo suyo.— anuncia el profesor y continúan copiando lo que hay en el pizarrón.
Mi amiga empieza a reírse. —Sos una loca.
—Con lo mío nadie se mete.
Paso la hora charlando con mi mejor amiga sobre las cosas que habían pasado el fin de semana. Nos habíamos visto el viernes, pero sábado y domingo lejos de ella, me hacía sentir como si fuese una eternidad.
Al salir al recreo, los chicos del otro sexto me saludan felices. Y yo también. Había extrañado juntarme con ellos en los recreos, o después del colegio ir a tomar una coca a la plaza.
—Oli, tanto tiempo.— escucho una voz detrás mío y al darme vuelta, estaba Mauro ahí.
—¡Mau!— grito emocionada y me cuelgo a él como un koala. No lo veía hace meses, se había ido de vacaciones. —No sabés lo que te extrañé.
—Yo también, reina. ¿Ya conociste a mi amigo Crackero?
—Mm ¿Crackero? No, creo que no.
—¡Tomi!— grita dándose vuelta, y puedo reconocer a quien estaba llamando. El robador de bancos. —Es tu compañero ahora, no había más vacantes en mi curso y tuvo que irse al tuyo.
—¿Qué onda?— pregunta el peliverde acercándose a nosotros.
—Cracker, te presento a Olivia, una de mis mejores amigas.— dice, abrazándome por los hombros.
—Si, la conozco. La fifi del salón.
Este varón y sus apodos me haría sacarme de mis casillas.