Capitulo I

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—Mamá, no quiero que te cases con ese hombre—dije enfadada. No quería irme de mi casa y vivir con un desconocido.

—Pero si Marco es encantador y tiene un hijo de tu edad—dijo mi madre ya irritada de mis constantes quejas.

Bufé de nuevo, pero ella ni se inmutó y continuó empaquetando sus pertenencias en la habitación. Fui a mi habitación y también me puse a guardar mis objetos personales en las cajas.

Sobre las 4 de la tarde, después de comer, mi madre, mi hermana pequeña Sara, y yo, metimos las maletas en el coche y nos dirigimos rumbo a la casa con la familia con la que, desgraciadamente, compartiremos casa por los próximos años, para no decir para toda la vida.

Mientras pensaba en todo el sufrimiento que sería tener a Jacob como hermanastro, acabé quedándome dormida. Lo peor pasó después. Cuando llegamos a su casa me desperté de repente, pero Jacob ya me había visto durmiendo. Me picó en la ventanilla:

—Oye, baja la ventanilla—insistió él. Al final acabé cediendo y la bajé.

—¿Qué pasa?—dije desganada.

—Eres muy mona cuando duermes—me dijo en un tono, que no sabía si lo que me dijo era broma o no.

—Cállate—murmuré de mal humor abriendo la puerta del coche para salir y ayudar a mi madre a descargar las maletas.

—Oye, pero no te enfades solo era un comentario objetivo—me dijo divertido al ver mi cara de asco.

—Pues mejor ahórrate los y cuéntaselos a tus noviecitas—le dije cogiendo mi maleta azul clarito con pegatinas de viajes y llevándola al interior de la casa.

Oí una risa suave y sus pasos por las piedras al acercarse.

Abrí la puerta y entré, busqué a mi madre con la mirada y fui hacia ella, me la encontré con su nuevo marido Marco charlando sobre la casa.

—Mamá, me puedes decir dónde está mi habitación porfa, quiero dejarlo todo allí y ordenar las cosas—le pregunté.

—Claro cariño, está en la en la segunda planta, en el ático, junto a la de Jacob por si necesitas algo—dijo mi madre mirándome muy emocionada junto a Marco.

—Está bien, voy a dejar y a organizar todas las cosas, luego bajo—dije rápidamente.

Me moría de ganas de decirle que no quería estar en la misma planta que él, es decir con Jacob, pero al final me tragué las palabras para no arruinarle el entusiasmo que se reflejaba en su rostro por esta nueva casa, al igual que a Marco. Supongo que me sentí un poco mal y se me revolvió algo dentro al ver que estaban tan bien juntos, ¿Y si mamá se olvidaba de papá?

No Ona, ahora no es momento para pensar en eso, me dije a mi misma.

Subí todas las escaleras hasta mi habitación, jamás pensé que podrían haber tantas, me había parecido infinito. Cuando por fin abrí la puerta de mi habitación, no me lo podía creer, era preciosísima, y no exagero.

Tenía el techo blanco con líneas en formas de agua doradas, las paredes azules y con grandes ventanales en el lado izquierdo, justo encima del enorme escritorio que había. Justo al otro lado había una enorme cama de matrimonio con algunos cojines y mantas por encima, al lado derecho de la cama había una pequeña mesa de noche con una lámpara. A la izquierda de la puerta, había un gran armario blanco. Justo al fondo de la habitación había otra ventana, que era más pequeña que la otra, pero igualmente era grande, y justo debajo de esta había un pequeño sofá empotrado a la pared (a lo americano). Por último, al lado izquierdo del sofá había una pequeña librería con mis libros.

Esto último me hizo muchísima ilusión, ya que soy una de esas personas que se pueden pasar toda la tarde metida en un libro y no parar hasta acabarlo. Si, leo bastante.

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