04

210 25 4
                                    

—Entonces, ¿por qué no me cuentas un poco más acerca de esta chica?

—Tzuyu.

—Sí, ella. ¿Cómo van las cosas con Tzuyu?

Jihyo observa el techo de la consulta de su psicóloga mientras divaga entre sus recuerdos más recientes.

—Van bien —responde con simpleza.

La mujer del sillón guarda silencio, como si le diera más tiempo para abrirse y extender su respuesta. Sin embargo, Jihyo no lo hace, mantiene los brazos cruzados sobre su abdomen, tumbada en el diván color café con la mirada perdida.

—¿Cómo te sientes con ella?

Jihyo medita un par de segundos.

—Bien, supongo.

—Eso es muy ambiguo, Park. ¿No hay nada más que quieras contarme?

Jihyo se encoge de hombros.

—Ella es buena, somos amigas y estamos bien. Eso es todo.

—En la última sesión dijiste que se te había confesado. ¿Cómo lo has manejado hasta ahora?

El corazón de Jihyo martillea dentro de su cabeza como un zumbido molesto.

—No hemos hablado mucho desde entonces —confiesa después de un agónico silencio, consiguiendo una sonrisa honesta de la psicóloga—. Aún no le he dado una respuesta, pero Tzuyu se merece algo mejor.

—El valor de una persona no se mide solo por sus errores, Park. Cometer errores no te convierte en alguien inferior. Cometerlos y no tratar de remediarlos sí es un fallo y, afortunadamente, no es tu caso.

—Claro. —Jihyo juguetea con sus pulgares—. Lo que quería decir es que Tzuyu merece a alguien que también la ame. No creo que yo esté lista para tal cosa, aún estoy...

—Sanando —completa la mujer, y Jihyo ríe por lo bajo.

—Iba a decir enferma, pero sí. Para el caso es lo mismo.

Veinte minutos más tarde, Jihyo está saliendo de la consulta. Se ha asegurado de limpiarse bien la cara para que nadie se dé cuenta de que su psicóloga ha dado con la fibra sensible haciéndola llorar. Otra vez.

Sin embargo, se vuelve más llevadero y natural con el paso de las sesiones. De algún modo, logra conseguir tiempo para acudir al menos una vez por semana, compaginando sus citas con sus clases en la universidad. Es más sencillo ahora que tiene su licencia de conducir. Sin dudas, fue una de sus mejores decisiones, incluso logró convencer a su madre para que le comprara un coche barato de segunda mano. Ella cedió con la promesa de que Jihyo iría a visitarla más seguido.

Por supuesto, su madre no sabe que está acudiendo al psicólogo. En los dos meses que lleva de terapia, Jihyo ni siquiera se ha replanteado decírselo. Es una mujer con la mente muy cerrada como para entender que cualquier persona con problemas puede acudir, y no necesariamente tiene que estar loco. Y por encima de eso, prefiere no preocuparla. Es mejor que siga pensando que su hija es una brillante estudiante que jamás se ha metido en problemas y nunca ha arruinado la vida de nadie con su egoísmo.

Un par de noches después de su última visita a la psicóloga, Jihyo reflexiona en la oscuridad de su habitación. Lo primero que viene a su cabeza es Tzuyu mientras oye de fondo la voz de la psicóloga diciendo que es humano cometer errores, y también corregirlos. Si estropea lo que tiene con Tzuyu, quizá no habría marcha atrás u oportunidad de corregir nada. Necesita saber muy bien qué decirle a esa brillante y bondadosa muchacha.

Entonces piensa en la única persona capaz de clarificar su mente y corazón.

Desde que se graduó, no ha vuelto a saber nada más de Sana, pero después de tantos meses, Jihyo siente que así está bien. Es un alma libre al fin y sólo espera que sea feliz allá donde sea que esté.

Back to you ➳ SaHyo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora