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Toda esta situación estaba resultando fastidiosa. ¿Cuántas veces más tendría que tener presente a ese hombre que lo destruyó de todas las maneras que le dieron posibles? ¿Por qué ahora que todo en su vida estaba yendo de maravilla?
Jimin no podía explicárselo. Su ex esposo jamás se había preocupado por Seungho, ni si quiera recordaba la fecha de nacimiento del pequeño y cada que estaba en casa lo ignoraba completamente y, de pronto parecía haberle nacido al amor de padre, cómo si eso fuera posible. ¿A qué estaba jugando? ¿Es qué acaso no fue suficiente todo el infierno que les hizo pasar?
Estaba tan cansado. Solo quería que todo acabara y poder seguir con su vida al lado de su amado hijo, y si Jungkook así lo deseaba, también junto a él.
Cuando llegó a la guardería el abogado que se había estado encargando de su caso se encontraba del otro lado de la calle esperando por el. En cuanto le vio cruzó y quedaron frente a frente.
— Siento haberlo hecho venir hasta acá. — se disculpa de inmediato.
— Es mi trabajo señor Park. No tiene nada de que preocuparse. — se limita a decir. — vamos.
Ambos se dirigieron a la entrada, desde afuera lograban escucharse los gritos de aquel hombre. Insultos y maldiciones, parecía que solo sabía expresarse de aquella manera.
— Señor, le pido por favor que se calme, el señor Park llegará pronto y resolveremos este inconveniente.
— ¡Ustedes son unos imbéciles! ¿Cómo no van a darme a mi hijo? ¡Es mi hijo y tengo derecho sobre el!
En ese momento Jimin y su abogado entraron, había algunos papeles regados por el suelo, seguramente fueron lanzados tras el ataque de irá de aquel hombre.
— Directora les pido una disculpa por todo esto, de verdad. — avergonzado era poco para como se sentía. Seguramente echarían a Seungho de la guardería gracias a aquel escándalo montado por el que se hacía llamar su padre.
— Señor Lee, por favor acompañeme afuera tengo unas cosas que hablar con usted. — el abogado intervino de inmediato al notat que el hombre se dirigía furioso hacia su cliente. — no le conviene montar este tipo de espectáculos.
— ¡Jimin que estupideces estás haciendo! — le grita, completamente rojo de la ira. — por tu culpa no me dejan ver a mi hijo.
— ¿Ahora sí es tu hijo? — bufa sin poder creerlo. — no pienso discutir contigo ni aquí ni en ningún otro lugar. Has favor de retirarte y no volver, porque a Seungho no vas a llevártelo a ningún lado.
— ¡Eres un estúpido, un imbécil bueno para nada! ¿Ahora te crees muy valiente? Pero no eres más que una escoria, una entretención, será mejor que dejes de lado todas esas ideas estúpidas de que me vas a quitar al niño. No sabes de lo que soy capaz.
