Anael y Lisandro 💖💖💖

2.4K 191 178
                                    

«Nadie es lo que parece, sobre todo la gente que amas, en quien confías, y tú, imbécil hipócrita te darás cuenta muy tarde de ello».

Lisandro se limpió los ojos una y otra vez, pero el llanto era incontrolable. Era víspera de año nuevo y la realidad lo había golpeado tan duro que era imposible respirar. Se sentía como a un pez al cual arrebatan de su precioso hábitat y lo lanzan a la superficie. Sabe que no sobrevivirá y aun así lucha. Busca respirar.

Las conversaciones de los últimos meses vinieron a su cabeza trastornada, cada palabra le había delatado la verdad antes de que Anael hablara, sin embargo, el único que había sido capaz de exponer el dolor de una manera cruda fue ese hombre al que odiaba y ahora entendía el motivo por el cual lo hacía. En el fondo envidiaba su sinceridad, su fuerza, su cinismo. Carajo, en ese instante lo envidiaba más que nunca.

Sus brazos se sentían fríos, su corazón caía al suelo y era pisoteado junto a lo que había vivido.

«Una mentira hermosa, pero igual no deja de ser lo que es».

Lisandro se sintió inútil, pensó en las decenas de veces en que la verdad le explotó en su cara y él la ignoró. El había tomado la decisión de ignorarla en ese instante. Nadie mantiene los ojos vendados, a menos que esté feliz con esa venda.

Lisandro fue por mucho tiempo feliz en una vida de mentira. Nadie era quien él suponía excepto él. Y de pronto, todos los deseos nublados por las prohibiciones y los mandatos sociales afloraron, tocaron el cielo y le dieron el oxígeno que sus pulmones se negaban a tomar.

Deseaba a Anael Morgan con cada fibra de su ser. Por venganza o deseo, ¿cuál sería la diferencia si el resultado era el mismo?

Estacionó frente al edificio imponente en donde vivía uno de los mayores asesinos a sueldo de Europa. Un imbécil, cínico, narcisista.

«A ese que deseas entre tus piernas desde que lo conociste».

De solo recordar sus besos húmedos y su lengua en la entrepierna, la manera en que su boca se adueñó de su miembro trayendo sensaciones que jamás había alcanzado con nadie. Dio un respiro y se propuso una sola cosa. Anael lo haría suyo y él se apropiaría del cuerpo de Anael de la manera en que su mente ansiaba.

Observó su imagen en el espejo retrovisor, sus ojos continuaban rebalsados en lágrimas, ¿cuántas veces había llorado de este modo? ¿en cuántas ocasiones la debilidad le había ganado? La respuesta era simple. Nunca.

Lisandro siempre tuvo que ser fuerte para todo el mundo, pero en ese momento necesitaba que alguien lo cuidara, que le dijera que era hermoso, incluso que lo amaba a pesar de no sentirlo.

Bajó del auto y se anunció en la torre en donde un Anael, para nada sorprendido, permitió su ingreso. El rubio, con una pijama de seda roja que caía por debajo de sus caderas se preparaba para descansar. Viajaría a Toledo para encontrarse con su hermano Bryce y su novia, la «hechicera» Callum como le gustaba llamarla.

El rostro de Lisandro le dijo todo. Allí estaba, con sus grandes ojeras, sus ojos negros llenos de lágrimas de infinita tristeza, de esa que se clava en el alma y se torna imborrable. Dio un suspiro y negó.

—Supongo que lo confirmaste—dijo para cortar el silencio mientras Lisandro aguantaba un sollozo. No sabía qué hacer, de qué manera darle consuelo ante una situación inimaginable.

—¿Tuviste que aparecer tú para que me diera cuenta de que todo el mundo se reía en mi cara? —. Anael se hizo a un costado y le permitió el acceso. Lisandro pasó a su lado y sus orbes ébano se detuvieron en el musculoso pecho y en los abdominales de hierro, en su bronceado de guerrero griego frente al tibio sol del Egeo.

Sueños de amor - Relatos (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora