Capítulo 1

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Rat se juró a sí mismo, que no iba a tocar.

No importaba lo mucho que sus brazos gritaran de agonía, gracias a esa pieza de mierda de cambiaformas puma que lo tenía en una clara postura de sumisión en la lucha. Su otra mano estaba presionada sobre su cabeza, sus dedos presionando su cuero cabelludo lo suficientemente duro como para dejar moretones. Rat trataba de levantarse sólo lo suficiente para tomar algo de aire que no oliera a vinilo, goma, zapatos de gimnasio y una semana atrasada de sudor. Eso hizo que el puma gruñera y apretara la cabeza de Rat con más fuerza. Parecía tener un sádico placer en hacer que Rat se comiera la colchoneta azul desteñida del cuarto de entrenamiento.

A pesar de que Rat estaba bien construido, este tipo tenía 50 libras más que él. Y no era tímido a la hora de usarlas. Le torció otra vez viciosamente el brazo, eso dolía como una jodida, pero Rat frenó el grito de agonía. El Puma debió sentir su dolor, porque le dio una risa burlona, incluso cuando su sudor caía sobre la espalda y el cuello de Rat.

—Genial, siempre he oído que eras un vago, Antonio, pero esto es jodido.

Ese comentario le valió otro apretón desgarrador en su brazo, este fue cruel, ya que oyó crujir su hueso. Contuvo su respiración esperando el revelador momento que le hiciera saber que lo tenía roto, pero nunca llegó. Parecía que Antonio no estaba dispuesto a llevar las cosas más lejos. La humillación pública era una cosa, pero quebrar una extremidad del técnico de ordenadores favorito del líder, era otra. Aunque eso no quería decir que Antonio no pudiera hacerle daño y estaba haciendo un maldito buen trabajo. Rat estaba mordiéndose el interior de su mejilla conteniendo un grito y estaba tratando de respirar a pesar del dolor. Rat no le daría al hombre el placer de que lo viera llorar aunque le arrancara su brazo y se lo empujara por su garganta.

—Vamos Rat, acaba de dármelo —le instaron las doscientas libras de idiota que tenía encima.

No, eso no iba a pasar. Primero muerto.

—Antonio, te he dicho un millón de veces, que no voy a joder contigo, no importa cuántas veces me lo ruegues, solo renuncia. Por cierto, esta línea de acción es bastante coja para conseguirme, incluso para alguien tan desesperado como tú —Rat aguijoneó, sabiendo que su boca era su mejor arma contra ese idiota que tenía un trozo de carne por cabeza.

Fiel a su norma, Antonio tuvo que hacer una pausa mientras que su cerebro del tamaño de un guisante asimilaba el comentario de Rat.

—Eso no es lo que quería decir —dijo finalmente con voz inquieta e insegura.

A pesar de sentir que su brazo estaba siendo partido en dos, Rat rodó sus ojos. Dios, este cabrón se mudaba a un nuevo nivel. Rat levantó su cabeza lo suficiente para ojear alrededor de la habitación de entrenamiento sólo para encontrar que ahora tenía audiencia. Alrededor de una docena de cambiaformas felinos y algunos cambiaformas Halcones estaban de pie rodeándolos, observando cómo el patético guepardo entregaba su culo.

Podía haber sido divertido si no hubiera dicho guepardo.

—A pesar, de que estás babeando sobre mí, te aseguro que ese no es el camino hacia mis pantalones. Me gusta el sexo sucio, no el sexo desaliñado. Créeme cuando te digo que eso es una gran diferencia.

Rat se dio cuenta que su comentario había sido demasiado cínico, cuando Antonio incrementó la presión en la parte de atrás de su cabeza. Contuvo su aliento cuando la presión contra la colchoneta le arrancó varios pirsins de su cara. Pronto el fuerte y picante olor del cobre de su propia sangre golpeó sus fosas nasales.

—¿Por qué incluso estas aquí con los verdaderos soldados? —Antonio se burló—. La última cosa que necesitamos es tener que perder nuestro tiempo en un perdedor que no puede mantener su cambio. Mierda, incluso pareces un marica anormal. Tu aspecto gótico puede conseguir que las chicas se mojen en apreciación, pero justo para todos los demás solo muestras lo maricón que eres. Vuelve a tu pequeña oficina y a esos estúpidos ordenadores que te hacen importante. —Ese comentario lo picó más que un golpe bajo, pero Rat dejaría de respirar antes que pasarlo por alto. En su lugar, aflojó su cuerpo como si aceptara la derrota. Tan pronto como oyó la risa triunfante de Antonio, supo que lo tenía. El estúpido soltó su agarre de la cabeza de Rat... vamos lo soltó como el idiota que Rat sabía que era, lo que estaba esperando. Echando su cabeza hacia atrás, conectó con la nariz del hombre.

Serie de los CP 03 - Despertar SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora