Capítulo 3: Mamá, por favor no te vallas.

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¡Mamita mía, Dios sea bendito hoy mañana y siempre! —exclamo y chillo en sus adentros mientras miraba a el niño que estaba al frente suyo.

Un niño de unos cuatro años más que ella, de ojos grises, cabello carmesí ondulado, de piel pálida y una postura impecablemente derecha y noble. Por su vestimenta, que era a comparación de la de ella bastante cara hacia que resaltará entre los demás.

El se había quedado quieto mientras miraba los relucientes y bellos ojos de la pequeña de cuatro años que tenía arrodillada al frente suyo.

Al darse cuenta de que se le había caído el anillo, se apresuró y volvió a colocarlo en su dedo. Un escalofrío recorrió al darse cuenta del error tan grande que había cometido, una sola palabra que salga de la boca de ese niño sobre sus ojos y sería el fin ¡Y ni siquiera había llegado el momento de la muerte de su madre!

—¿Estás bien? —sonrió amablemente mientras extendía su mano hacia la pequeña que tenía delante suyo.

Gracias a dios, y gracias a ti por no decir nada..... —agarro la mano del niño y se levantó sacudiendo su vestido, que a comparación con el traje bien diseñado y arreglado que tenía el niño, esas prendas eran trapos.

—Cariño ¿Estás bien? —pregunto Elisa, y Sofía asintió. —Oh... lo siento Lord Elliott, lamento las molestias.

¡¿LORD?! ¿Acabo de caerme arriba de los zapatos de un noble? —su cara empezó a enrojecerse, y sus ojos se abrieron grandes como platos.

—Por favor, no sé disculpe, todos tenemos accidentes. —miro a la niña con ojos compasivos. —Me alegro que estes bien.

—Lord Elliott. —una caballero llegó llamando a el niño junto a un hombre.

—Puedo ayudarte a salir de este lugar... A dónde no te podrán encontrar. —dijo extendiendo la mano hacia la joven.

—¿Está dispuesto? Creo que solamente seré problemas para usted, no me gustaría que tuviera problemas por mi culpa..... Por qué.... yo estoy maldita.... —la tristeza, preocupación y el odio se mezclaban en la bella voz femenina de la joven.

—Tu no estás maldita.... Y si lo estuvieras, estaré dispuesto a correr el riesgo para salvarte. —beso la mano de la joven.

Sacudió su cabeza intentando despejar su mente. Recuerdos extraños llegaron derrepente, parecían algo borrosos, así que no reconoció a los que se presentaban en ese recuerdo.

—Debemos irnos Elliott. —dijo el hombre de aspecto serio y al mismo tiempo cálido y elegante. Su cabello oscuro casi pretendiendo ser azul, de ojos color miel y su increíble altura y eminente presencia.

—¿Que harán los Edevane aquí? —escuchaba a la gente hablar.

—¿Escuchaste que los Marqueses Edevane están teniendo problemas con la salud de su hija menor? —se escuchaba la conversación de dos personas.

—Es una pena, escuché que no se ha recuperado desde hace dos meses. —escucho a la otra persona responderle.

—Entiendo padre. —volvio a mirar a la pequeña Sofía, quien estaba frente a el con los ojos abiertos. Elliott le extendió la mano, haciendo señas para que la tomara.

—¿Eh...? —dudosa puso su mano sobre la del joven Lord, quien se inclinó y besó la mano de la niña.

—Espero que ese golpe no te afecte. —las mejillas rosas clarito y la cara de confusión de Sofi eran algo inolvidable. —Tus ojos son bonitos, pequeña dama. —le susurró para que solo ella escuchará.

¿Quien me convirtió en la princesa de ojos esmeralda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora