Capítulo 6

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Minki se mantuvo bajo el chorro de agua tibia enjuagando los restos de la pesadilla del día anterior. No funcionó bien. No importaba lo mucho que se lavara, aún se sentía usado, sucio y desvalido.

Parpadeó en contra de la poca iluminación, cuando una oleada de náuseas se estrelló contra su vientre. Era un efecto secundario muy característico de los opiáceos. Desde que le trajeron a este agujero del infierno por primera vez, lo habían mantenido lleno de drogas. Le inyectaban la cantidad justa para que no perdiera del todo la realidad, pero sin embargo lo suficiente para que las cosas fueran borrosas. Un ataque de vértigo lo golpeó, lo dominó durante un momento. Apoyó una mano en la pared de baldosas baratas para mantener el equilibrio. El brazalete de color plata brillante en su muñeca se destacaba contra el blanco sucio del lugar.

Miró la banda gruesa de metal cuando un escalofrío le recorrió la espina dorsal. La primera vez que había sido capturado, le habían dicho que le proporcionarían una descarga eléctrica si intentaba escapar. Por supuesto, siendo el rebelde que era, en la primera oportunidad que tuvo, intentó llegar hasta las puertas delanteras.

Sólo consiguió una descarga que lo golpeó en el culo y le dieron convulsiones, pero se las había arreglado para joder a sus carceleros. Un sentimiento de culpabilidad se asentó en su estómago al recordar el castigo por ello. Fue obligado a ver cómo golpeaban a Timoteo para asegurarse de que no diera más problemas. Luego, cuando acabaron con él, le tocó su turno. Aún llevaba una pequeña cicatriz en forma de media luna bajo el ojo como recuerdo de ese incidente.

Podría vivir con la cicatriz. Fue tener que ver a Timoteo herido, lleno de profundos cortes, lo que más lo hería. Timoteo significaba el mundo para Minki. Había sido Timoteo quien lo había sacado de las calles y le había dado un lugar para vivir, había sido el único y verdadero amigo que Minki había conocido. Su única familia. Por encima de todo, Timoteo había sido el primero que le había dicho lo que era: un cambiaformas felino.

No es que realmente importaba mucho que él no fuera verdaderamente humano. Ser persona, cambiaformas gato o Big Foot, el primo perdido hacía mucho tiempo, daba igual, al final del día, las cosas no habían cambiado. Minki era y siempre sería un vándalo prostituto callejero que no tenía futuro.

El agua se había enfriado, pero permaneció debajo del agua, no estando dispuesto a salir del baño. No es que tuviera mayor importancia y fuera a haber una diferencia, simplemente no le gustaba la idea de volver a la habitación que le servía de celda.

Tras unos momentos, comenzó a temblar y supo que no podía permanecer allí por más tiempo. No, a menos que quisiera tener hipotermia. Lo que no sería una mala manera de morir, cuando pensaba en ello. De hecho, la idea de sólo ser capaz de dormir para siempre y dejar atrás todo el dolor, lo llamaba con fuerza. Sin embargo, ni siquiera podía hacer eso. No era un cobarde, pero tenía que pensar en Timoteo.

Había sido advertido de que si hacía algo estúpido, como tratar de hacerse daño, Timoteo se vería perjudicado a su vez. Desde el primer día, le habían dejado claro que tenía que mantenerse vivo y coleando. Por alguna extraña razón, estaban convencidos de que estaba relacionado con algún cambiaformas felino importante, y que por eso, tendría un gran valor en la subasta. Aunque sin embargo eso no quería decir que estuviera protegido por completo. Desde la primera noche en la pesadilla en que vivía, había sido objeto de todo tipo de tratamientos especiales. La mayoría de ellos habían venido del líder, un hombre que había obligado a Minki a que lo llamara Maestro.

Minki soltó un bufido. ¿Maestro? ¿En serio? El tipo debía tener algún complejo importante. Sin embargo, aunque se burlara del hombre, todavía sentía deslizarse un frío miedo al pensar en algunas de las cosas que el Maestro le había hecho. De las cosas que le obligó a hacer.

Serie de los CP 04 - Intenciones CarnalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora