intro

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Nicolás fue el primero en sonreírle y darle un apretón amistoso en el hombro una vez que Julián dijo todo lo que tenía que decirle a su grupo de amigos esa tarde. Con un sonrojo y voz temblorosa, pero con ojos fuertes y mirando a cada uno de los presentes mientras hablaba, les dijo el secreto que había guardado durante mucho tiempo.

Cristian fue el primero en pedir perdón por todas las bromas boludas que todos los chicos hacían.

— Posta ninguno tiene problemas en serio con los gays, ¿sabés? A veces jodemos con boludeces y nos zarpamos. Si hubiéramos sabido... — Cuti miró al resto de los chicos, quienes asintieron. — Perdón, Juli.

Paulo fue el primero que hizo un chiste para alivianar la situación y que todos se rían. El tema terminó ahí, esa vez, porque a pesar de que Julián insistió que no le molestaban los chistes que sabía que no eran malintencionados o preguntas por curiosidad, los chicos todavía no sabían bien cómo abordar el tema.

¿Y Enzo? Él fue el primero en enterarse, días antes. Antes de decirle a los demás chicos, Julián quería que él lo supiera. Así había empezado la charla un par de tardes atrás, cuando estaban los dos juntos en la casa del mayor.

— ¿Qué pasa, boludo? ¿Qué te mandaste? — le preguntó a Julián con una leve risa al verlo  tan nervioso y actuando con tanto misterio.

— No, nada, es que... — Julián dijo mientras se sentaba al frente de Enzo en la mesa del comedor. — Te quiero decir algo de mí que considero que es importante. 

Enzo lo miró expectante, llevándose una de las facturas que había traído a la boca.

— No es que nada vaya a cambiar ni nada por el estilo. Siempre he sido así, nunca le di mucha importancia. Pero creo que es el momento de que la gente más cercana a mí lo sepa — dijo Julián con evidentes nervios.

Al principio, Enzo iba a hacer una broma relacionado a lo que se venía, pero a medida de que Julián seguía hablando se dio cuenta de que no era la mejor idea, que era justamente lo que él pensaría que es una broma.

A Enzo se le había ido la sonrisa, solo asentía ante las palabras de su mejor amigo con una expresión neutra. Julián no habló mucho, no había discurso ni palabras ensayadas, porque realmente no había mucho que explicar. Las cosas eran como eran y ya está. Sin embargo, el par de oraciones que expresó se sintieron eternas ante la mirada del otro chico.

— ¿Por qué no me lo dijiste antes? — solo atinó a preguntar, cuando Julián dejó de hablar y lo miraba expectante.

— No sé, no lo consideré importante en su momento. Pero ahora sí, me cansé de esconder una parte de mí por pavadas — respondió Julián. Enzo trasladó su mirada al mantel, sin saber bien qué decir.

Otros segundos de silencio. Enzo se dio cuenta de que todavía tenía la medialuna en la mano, y la dejó en la mesa.

Para Enzo, genuinamente era una sorpresa. No dijo nada en su momento, pero se dio cuenta de que tendría que ver las cosas de una forma diferente a partir de ahora. Nunca se planteó la posibilidad de que su mejor amigo de la infancia pudiera ser gay.  ¿Cómo podía ser? ¿Si le gustaba tanto jugar a la pelota, había pasado gran parte de su niñez y adolescencia obsesionado con cómics y superhéroes,  no tenía ninguna amiga mujer y era tan varonil como el resto de los chicos?

En un momento de dolorosa claridad, se dio cuenta de que había sido un pelotudo totalmente creyente en estereotipos. Antes, nunca se había molestado en analizar su comportamiento porque el tema simplemente no era parte de su vida. No le importaba mucho porque nadie cercano a él era homosexual. O eso pensaba. Pero volviendo a ver a su mejor amigo, sonrojado y mirándolo con ojos preocupados, se prometió remediar sus acciones pasadas y aprender más. 

— Si estás pensando en todas las veces que dormimos en la misma pieza, o que nos cambiamos en frente del otro... Yo nunca te-

— No, Juli, por Dios, nada que ver — se apresuró a decir Enzo, odiando la vulnerabilidad en la cara de su amigo y el miedo a hacerlo pensar que lo estaba incomodando. — Perdón, es que me sorprendí, nada más. 

Julián asintió, jugando con sus dedos sobre la mesa. Desde chicos, Enzo había sentido la urgencia de proteger a su amigo de todo lo que pudiera. A pesar de estar seguro de que su entorno cercano lo iba a aceptar, no podía evitar sentir una presión en el pecho y un sentimiento de ansiedad que lo desbordaba. ¿Los otros tipos con los que se juntaban a jugar al fútbol se enterarían? ¿Y la gente random por la calle si lo veían estar junto a su futuro...

— Vení para acá, wachín — le dijo a Julián, abriendo sus brazos y sonriéndole por fin. El mayor suspiró aliviado y se estampó contra él, rodeándolo con su propios brazos. — No puedo creer que hayás estado tan nervioso. ¿Qué te podía llegar a decir yo?

Julián se rió.

— Por ahí las cosas se ponían incómodas, qué se yo — dijo. Enzo no estaba viendo su cara, pero sabía que tenía una sonrisa aliviada. — O por ahí te distanciabas. 

— Ya fue, Juli — le respondió Enzo, rompiendo el abrazo pero manteniéndose cerca. — Te quiero un montón, ¿sabés? Un detalle como este no cambia absolutamente nada. Siempre te voy a querer y aceptar, sin importar qué. 

— Uh, y pensar que el maricón acá soy yo — bromeó Julián, ganándose un golpe en la nuca.











Había anticipado que esto iba a ser un one shot al final de mi última historia, pero me copé y va a ser otra fanfic con capítulos (cortitos, pero capítulos al fin, tiene su cierto encanto)

Tengo un viajecito estos días y existe la posibilidad de que no actualice taaan rápido, pero tranqui que no abandono fics y seguro que igual la termino dentro de poco

(juli es gay y enzo la pasa mal) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora