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—Te prometí que vendría, y yo nunca rompo una promesa.

Y así era. Al día siguiente, a la hora programada, Jeno estaba sentado junto a Jaemin, tomándolo de la mano, observando con cuidado todos los dispositivos e instrumentos que lo rodeaban.

—No sabes lo que me costó entrar —comentó, decidido a no dejarse llevar por el deprimente contexto de su charla (monólogo, al decir verdad), mientras se quitaba el abrigo—. No por tu padre, porque no he visto ni señales de él por ningún lado, sino por la gente que está reunida afuera por ti. También hay mucha prensa, así que tuve que venirme disfrazado —dijo con una sonrisa, observando su atuendo: sobretodo, bufanda, anteojos oscuros, gorro—. Si me reconocen bajo todo esto les doy con gusto la nota —rió elevando su vista. Pero la imagen que le devolvió la mirada no era para reírse.

Permaneció un momento en silencio, sin saber qué hacer. Luego volvió a tomar la delicada mano entre las suyas y se acercó más a la cama.

—No debes preocuparte, ¿sabes? Hablé con una de las enfermeras y me dijo que tu aspecto mejorará con el correr de los días, que con la cirugía todo se inflama, pero que luego vuelve a la normalidad... Y tu pelo, tuvieron que cortártelo... pero crecerá de nuevo, con eso no hay problema, ya verás que cuando menos lo esperes tendrás tu linda melena otra vez. Sobre los cortes... bueno, de algunos me dijo que no te quedará ni el recuerdo, otros tal vez parecerán rasguños. Algunos son más profundos, ¿sabes? El que... el que te seccionó parte del hígado y... el de la espalda, que te perforó el pulmón... bueno, por esos tendrás que volver en algún momento a quirófano... y luego podrás estar orgulloso de tus cicatrices, como un guerrero... Hay otra cosa que debo decirte... tuvieron que quitarte el bazo... pero no te preocupes demasiado, hay mucha gente que vive sin él... Y el riñón derecho... bueno, dicen que esperan que funcione luego de la cirugía, así que cruzaremos los dedos... de todos modos tienes el otro, ¿no? No es para desanimarse tanto...

A Jeno se le hacía muy difícil hablar. En verdad le costaba dar aquella información con el sentido alentador que quería, pues nada en la condición de Jaemin era alentador. Nada.

Las máquinas lo ponían nervioso. Tampoco le era fácil permanecer en silencio cuando el monótono ruido de aquellos aparatos invadían su intimidad, acrecentándose cada vez más como si quisieran devorarlo. Se pasó la mano por el pelo y cerró los ojos, concentrado.

—Hoy voy a hablarte de Choe Minjoon  —comenzó a decir, sin soltar la mano que sostenía con firmeza—. Sin duda sabes quién es. Sí, mi entrenador... Mi entrenador —repitió en un susurro.

Jeno hizo una pausa. Su mirada se perdió en la claridad de las sábanas de cubrían el inerte cuerpo sobre la cama, y permaneció tan absorto que por un momento pareció que él también había caído en un profundo coma. Pero luego apretó fuerte los ojos, y al abrirlos observó a Jaemin que continuaba ajeno al mundo, como si ya no perteneciera más a él.

—Jaemin —volvió a decir en voz muy baja, y sus ojos brillaron de forma extraña—, voy a contarte un secreto. Un secreto que no le he dicho a nadie, jamás, ni siquiera a mi familia...— hizo otra pausa, pero esta vez era atenta, consciente—. Minjoon es más que mi entrenador —confesó, y abrió los ojos como si esperara una reacción de sorpresa de parte de Jaemin. Reacción que por supuesto, nunca llegó—. Es más que eso, él es... como mi padre. Un segundo padre. Fue él quien me ayudó cuando huí de mi tutor ¿recuerdas cuando te hablé de eso?. Fue él el único que se fijó en mí, un chiquillo desarreglado y medio muerto de hambre que dormía acurrucado al costado de la escalera de un edificio, en la calle, a punto de morir congelado... Me llevó a su casa, me dio de comer, me vistió. Me dio un hogar, educación y comenzó a entrenarme. Era entrenador de patinaje, ¿puedes creer eso? ¿Crees en el destino, Jaemin...?

Sangre sobre hielo [NOMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora