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La animosidad de la gente que aquella mañana le había parecido encantadora, ahora le fastidiaba terriblemente. Atravesó la barrera de fans y curiosos casi a los empujones y huyó con paso rápido por una de las aceras más desiertas, donde el sol del mediodía caía de pleno sobre la cabeza de los transeúntes, que de vez en vez se volteaban para ver al tosco caminante.

Con un gesto de impaciencia se arrancó el gorro que ayudaba a ocultar su identidad, moviéndose libre al compás de los rápidos pasos. Estaba molesto, ¡estaba histérico! si Jaemin había despertado era gracias a él, si no había muerto en todos esos días había sido gracias a él, ¡pero era justamente a él a quien le prohibían verlo!

¿Lee?

Una voz femenina a sus espaldas. lo único que le faltaba, que una fans lo obligara a plasmar su nombre en un estúpido papel.

¡Lee!

Jeno continuó caminando a grandes zancadas dispuesto a ignorarla.

¡Lee! —volvió a gritar la voz, mucho más cercana, mientras una mano lo aferraba del brazo.

—Me confundes con otro —aseguró Jeno, airado, deshaciéndose con un gesto brusco.

—Sé que eres tú, así que detente —insistió la mujer, haciéndolo de nuevo, ahora con más fuerza.

—¡Te dije que no, déjame en paz!

Jeno se detuvo, dispuesto a mandar a un lugar muy alejado y poco educado a tan insistente mujer. Pero al girarse observó que no se trataba de ninguna chica enardecida, sino de una mujer madura. Era delgada y de estatura media, más bien baja, vestida con elegancia, y con un toque aristocrático en sus finas facciones que decididamente desentonaban con la imagen característica de los cazadores de autógrafos.

—¿Sabes quién soy?

—No. Y no quisiera ser grosero señora, pero ni tengo tiempo ni me interesa averiguarlo.

—Mi nombre es Suni. Y soy la madre de Jaemin...

Jeno parpadeó, confundido. la mujer esperaba en silencio, mirándolo fijamente.

Ahora que lo había mencionado, las similitudes le parecieron tan obvias que no podía creer no haberla reconocido de inmediato. De hecho, la semejanza era asombrosa, y mirando ahora a esta dama nunca antes el rostro de Jaemin le había parecido tan femenino.

—Señora Na... —susurró llevándose una mano a los labios. Había sido tan descortés—. Discúlpeme, no sabía que era usted.

—No, claro que no —respondió la mujer con cierta frialdad en su voz—. tú eres la figura célebre, no yo...

Jeno no había empezado con el pie derecho, era verdad, y ella no parecía tener la cortesía de perdonárselo; pero por alguna razón algo en el aspecto de aquella señora le indicaba que no era de la misma calaña que su marido, al menos no en profundidad, y decidió desplegar toda su educación a pesar del trato distante. Si bien las circunstancias no eran las mejores, luego de insistir, logró que la mujer aceptara tomar un café con él, y unos minutos más tarde se hallaban sentados en una pequeña mesa de una refinada confitería alemana.

De modales fríos y poco afecta a expresarse con libertad, Na Suni observaba todo a su alrededor, incluido a él, como si se sintiera profundamente disgustada. Era bella, pero fría, y si en algo se distinguía de Jaemin era en la carencia total de aquella sonrisa tan dulce que caracterizaba a él chico.

—¿Cómo está Jaemin? —preguntó Jeno intentando ocultar la profundidad de su preocupación.

—Mal —respondió ella—, pero vivo.

Sangre sobre hielo [NOMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora