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Apenas había terminado de formular su decisión cuando llamaron a la puerta.

—Debe ser el desayuno, ¿puedes recibirlo tú? —preguntó la lejana voz de Minjoon.

—Sí —respondió Jeno con desgano, y miró a su alrededor en busca de algo con que cubrir su desnudez.

"¿Que tal si atiendo así a la mucama? Tal vez me dé una tostada extra." pensó risueño intentando de poner un poco de humor a su día. Pero cuando nuevos golpes sonaron, tomó lo que tenía más al alcance de su mano (la funda de la almohada) y la anudó alrededor de su cadera.

"¿Eres tan insistente para todo, querida?" pensó en decir cuando abriera la puerta, pero al momento de hacerlo su sonrisa se desdibujó como si le hubieran arrojado un balde de agua helada.

—¿Qué diablos hace usted aquí? —exigió con voz trémula.

—¿Sorprendido de verme, Lee?

—¿Sucedió algo con Jaemin?

Na Goongmin lo miró de arriba a abajo con una sonrisa de desprecio, y torció el gesto, como si lo que veía le diera asco.

—Veo que pasaste una noche agitada. ¿Algún otro jovencito ingenuo?

—Diga qué demonios quiere y lárguese de aquí o llamaré a la seguridad.

—No llamarás a nadie si quieres que siga permitiéndote el pase hasta la cama de mi hijo —dijo Goongmin con la mirada de hierro, aunque nuevamente una sonrisa despectiva volvió a surcarle los labios—. Aunque el pase hasta tu cama lo obtuvo con suma facilidad, ¿verdad?

—¿Qué es lo que quiere? ¿Acaso ha venido a atacarme a mí también porque sé lo que hizo? ¿Trajo sus propios patines o piensa matarme con los míos?

—Sería una idea más que interesante, créeme... pero no mancharía mis manos con tu sangre. Quién sabe qué pueden haberte contagiado esos maricones con los que te acuestas.

—¿Como su hijo, por ejemplo?

—No lograrás avergonzarme a mí con las inmundicias que puedan haber hecho entre ustedes. Los dos me dan asco.

—Usted me da asco a mí. Usted es la inmundicia, que trató siempre a su hijo peor que a un animal de carga.

—¿Trajeron todo, ángel?

La figura de Minjoon, envuelta solamente en una bata roja, se detuvo al instante de ver al inesperado invitado.

—¡Oh, pero qué sorpresa! —exclamó Na mirando al recién llegado con un profundo y antiguo desprecio— Miren cómo me vengo a enterar de dónde provenía tanta perversión... Confieso que ya me desagradabas lo suficiente Minjoon, antes de saber que gustas de acostarte con adolescentes.

—Jeno, llama a la seguridad.

—Jeno sabe que no debe llamar a nadie si pretende seguir visitando a su putita.

—Das asco Na. Parece mentira que exista gente que pueda hablar así de sus hijos, pero tú demuestras que esa clase de basura existe —dijo Minjoon, mirándolo como si fuera un desperdicio—. De todos modos guárdate tus extorsiones, de nada te sirven ya: nos volvemos a Rusia.

—¿En serio? —una carcajada fría y Jeno que a duras penas se contenía—. Creo que no será posible. Lamento arruinar sus planes pero a eso se debe el honor de mi visita —dijo extrayendo un sobre de su bolsillo—. Me temo que tu querido prodigio no podrá volver a casa. La justicia alemana le prohibe salir del país.

—¿Qué? —Jeno quiso adelantarse, pero Minjoon lo retuvo, su mirada fría clavada en el americano, que acrecentaba paso a paso su sonrisa cruel.

—Habla claro antes de que se me acabe la paciencia —advirtió el ruso, sosteniendo a Jeno.

Sangre sobre hielo [NOMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora