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"Una madre nunca abandona a su hijo, por más que las distancias físicas los separen..."

Como si se tratara del cazador más rapaz no había podido escapar de aquella frase en todo el día. Lo perseguía, le quitaba el aire, era como estar atrapado en un laberinto sin salida. Aún entonces, ya en plena noche y cenando en la intimidad de su suite, ese pensamiento le quemaba por dentro de una forma inexplicable.

Minjoon comía a su lado, bastante más silencioso de lo habitual. Al llegar, aquel atardecer Jeno lo había encontrado sentado en su cama, acariciando su almohada con devoción, y al verlo entrar se le había lanzado encima para abrazarlo y besarlo, pidiéndole perdón casi con lágrimas en los ojos. Y Jeno no había podido evitar perdonarlo. Si bien distaba de sentirse aliviado, prefirió dar por terminado aquel asunto y comentarle lo sucedido en el hospital. La historia del cacheo policial no había hecho más que acrecentar la culpa de , y desde entonces parecía haberse perdido en sus propias reflexiones.

Pero al rizado aquello ya no le preocupaba tanto. Luego de su inesperado encuentro con la madre de Jaemin, todo aquel asunto había pasado a un segundo plano. De todos modos, y por alguna razón que no terminaba de entender, no había querido comentarle a Minjoon sobre esa pequeña reunión con la americana. Sí en cambio estaba dispuesto a expresarle el deseo que durante las últimas horas le abrasaba el alma.

—Quiero ver a mi madre —soltó sin preámbulos, sin dejar de comer ni cambiar su expresión indiferente.

—¿Qué? —Minjoon, que hasta entonces había permanecido con la mirada perdida, apoyó su copa de vino en la mesa y lo miró como si ya no pudiera esperar más problemas—. ¿Ver a tu madre has dicho?

—Madre, padre, hermana. Quiero verlos a todos.

—¿Y puedo saber el motivo de tan repentino amor filial?

—Los extraño, es todo.

—Pues, no quiero hacerte sufrir Jeno, pero creo que es más que evidente que ellos no te extrañan a ti —declaró con voz fría—. ¿Cuánto hace que no los ves? ¿Tres, cuatro años?

—Tres años y ocho meses —respondió Jeno, revolviendo la comida en su plato, sin prestarle atención.

—¿Te parece poca prueba? —continuó el entrenador con voz severa— No se molestan ni siquiera en tomar el teléfono y preguntar cómo estás, pero sí que responden veloces a cobrar los cheques que les envías, ¿verdad?

—Tal vez no saben dónde ubicarme —quiso justificar Jeno—, además... yo tampoco los he llamado en todo este tiempo.

—Sí los llamas, lo haces para Navidad, Año nuevo, cumpleaños... ¿acaso responden alguno de tus mensajes?

—Quizás no puedan hacerlo...

—Oh, vamos. No me pidas que los justifique —por alguna razón aquel tema parecía enfurecer terriblemente a Minjoon—. Con la cantidad de dinero que les mandas por mes pueden vivir como reyes. Podrían viajar todos a verte si así lo quisieran, pero ni siquiera lo hacen para agradecer tu generosidad.

—¿Cómo sabes que están recibiendo el dinero? —preguntó entonces Jeno, volviendo su mirada que por primera vez mostraba algo de interés—. Tal vez es otra persona quien cobra los cheques.

—Mi niño, no seas ingenuo ¿crees que no he comprobado eso? Son ellos, es tu padre quien firma cada recibo. Tengo gente que me informa a menudo de lo que hacen, y están perfectamente sanos, yendo y viniendo al centro de la ciudad a gastar los billetes que tú ganas con sacrificio. Lo siento mi ángel, pero no busques más excusas, esa es la verdad.

Jeno desvió su mirada y continuó mezclando su alimento sin comerlo. Minjoon le acarició el brazo con dulzura.

—Sé que esto te pone triste... pero después de todo, ¿qué esperas de gente que vendió a su hijo a los seis años?

Sangre sobre hielo [NOMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora