CÁPITULO II

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Ni medio segundo tardó en escribir a su novio Javier. Sin embargo, este tenía desactivado el sistema de los dos tics azules que indican haber leído el mensaje desde que se enteró que su jefe los controlaba, y al comprobar que no terminaba de verlo en línea, decidió continuar con su idea. Buscó en la agenda el número de su antiguo compañero de trabajo, Julián. Hizo buena amistad con él, cuando le encasquetaron las prácticas del máster en el periódico más vendido de la comarca. No dudó más que el instante que tardó en comprobar que se encontraba sola en la sala. El resto habían bajado a tomar un café.

—¿Sí?

—¿Cómo que sí? —se indignó María—. ¿Hablo con el señor Escudero? —titubeó.

—Sí soy yo. ¿Con quien tengo el placer de hablar? —percibió interés María.

—Julián... —sonó cortante aquello—. ¿Me estás vacilando no?

—Ma..., ¿María? —se atrevió a preguntar tras dudar un par de segundos.

—Pues claro que soy María... ¿Ya me habías borrado de contactos? Que no han pasado ni dos años, tío...

Él procedió a explicar como en una estúpida fiesta de críos, un perro que no debía estar allí, se le había cruzado entre piernas cuando trataba de hacer una gracieta y como por no pisarlo de lleno, se había trastabillado con la mala suerte de caer en una de esas piscinas hinchables para críos. Allí había muerto el móvil. Ni arroz, ni secador ni todas las mierdas que había visto en YouTube le habían servido de nada. Lo único que habían logrado clonarle, había sido la tarjeta.

—¿Me estás diciendo que no tienes los contactos en la nube? —acertó a decir María que no lograba parar de reír. Tenía el don o el inconveniente de imaginar todo lo que le contasen.

—Cuando viniste, fuiste tú quien le metió un repaso a los temas de la redacción... —trató de excusarse—. Lo demás, sabes de sobra que aquí seguimos siendo unos trogloditas...

—Sí, sí. Me sorprende que escribáis en el ordenador y no sigáis escribiendo a máquina... —continuó a carcajadas.

—Bueno..., y aclarado todo esto, me imagino que no me llamarás para consultarme acerca del manejo de móviles... —rió el también.

—No, no. Te he llamado para preguntar por una noticia que he encontrado en el periódico —le volvió a apretar un ataque de risa— "digital" —terminó haciendo el gesto entre comillas con su mano derecha, aunque Julián no lo viera.

—Tú dirás, acerca de cuál. De sobra sabes que si puedo ayudarte, lo haré encantado.

Julián, aunque era un hombre casado y con dos hijos en la adolescencia, seguía siendo un hombre de corte elegante, siempre con barba bien cuidada, ojos color miel con su mirada de seguridad en sí mismo y mujeriego hasta decir basta. Cuando María entró por la puerta por primera vez, este fue el que se levantó como un resorte de su escritorio y dedicó toda una mañana para acomodar a la nueva. No era su cometido, pero por todos era sabido que así lo haría cada vez que una chica guapa o de buen ver entrase por aquella puerta.

María, que para calar a las personas hacía mucho que había desarrollado un sexto sentido, pronto se percató de que con aquel personaje tendría que andar con pies de plomo y no soltar cuerda. Sin embargo, a la larga, resultó ser inofensivo y una bellísima persona. Ojalá alguno de los otros hubiera sido la mitad de buena persona que este. Era un poco..., ¿cómo definirlo?, ¿cargante? Sí, cargante o pesado o rosca chapas... (defínalo el lector como guste, porque todos hemos topado con alguien de esas características), pero congeniaron desde un inicio y él nunca intentó nada fuera de lugar con ella. Eso no quita para que él no lo intentara con otras dos compañeras, pero no nos desviemos de la historia.

La senda de lo desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora