CÁPITULO V

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Entreabrió los ojos como tratando de identificar el lugar. Por las rendijas, entraban unos rayos de sol tenues que le daban a la habitación un ambiente acogedor. Agarró la sábana y se arropó, buscando ese último momento de sensaciones gozosas, de cuando aún se está sin terminar de despertar. Permaneció allí, inmóvil con la vista clavada en las sombras y luces que proyectaban aquellos rayos que lo mismo crecían que se ausentaban por completo. Otra nube, pensaba para sí.

A su lado, Javier roncaba como si no hubiera un mañana. Con la claridad existente, podía identificar perfectamente las facciones de su chico. Dormía plácidamente con medio torso al descubierto y un brazo echado por encima de su cabeza. Palpó por debajo de la sábana y pudo comprobar que tampoco tenía los calzoncillos. Dormía únicamente con la sábana reposando sobre él. Quiso hacer memoria y ella no recordaba que él se hubiera acostado de esa guisa, sino que tenía el recuerdo de haberlo visto con una camiseta vieja y calzones, pero al parecer, el pimpollo se había calentado en algún momento de la noche.

Su mente, comenzó a navegar por los mares de la lujuria y pronto su temperatura corporal fue creciendo. Hasta roncando le parecía sexy. Por lo pronto, por impulso, decidió desprenderse del pijama con el que había dormido y ni con esas logró despertar al bello durmiente. Era consciente de que la semana había resultado larga y dura para Javier, pero en ese momento, en su mente solamente había cabida para una cosa. Necesitaba disipar calor, como necesita hacerlo un motor cuando se sobrecalienta.

Deslizó su mano por el pecho de Javi. Acarició suavemente. Bajó hacia la tripa, rozó la zona púbica alta, y volvió al pecho con gran delicadeza. Javi dejó de roncar. Somnoliento, la miró y ella se acercó para darle un beso tierno en la mejilla. Siguió con sus caricias mientras arrimaba su cuerpo caliente al de Javier.

Él por su lado, con el cerebro aún sin tracción, y tratando de hacer frente al trance de encontrarse en tierra de nadie entre la consciencia y el sueño, luchaba contra la sensación de cosquillas y el erizar de su piel a cada paso de la mano de María. A ella le hacía gracia como reaccionaba el cuerpo de su novio en los despertares. El ritual era conocido. Primero piel de pollo y pelillos como escarpias, detrás vendrían los escalofríos gustosos y una especie de espasmitos, para llegar al momento de tratar de frenar todo aquello. Pero, el cambio radical, se alcanzaba al pegar un par de vuelos rasantes allá por donde mayor sensibilidad puede tener un hombre.

—Jajaja. —rió a carcajada suelta María.

—¿De qué te ríes? —balbuceó él con una voz sin aclarar y medio dormido aún.

—De que, es tocarte un poquito..., y de las cosquillas pasas a estado pasivo en lo que dura un parpadeo... —continuó con sus risotadas, al tiempo que con los vuelos rasantes que no cesaban, la guardia real iba poniéndose firmes.

Con los ojos cerrados, Javier, se iba dejando hacer. Aquello no tardaría demasiado en alcanzar altura de crucero y su temperatura se incrementaba con cada movimiento. Abrió los ojos que ya se mostraban vivos y chispeantes. Se miraron y la besó con dulzura, con amor.

Al abrir los ojos, se fijó en el efecto dorado que los rayos del sol que iban en aumento ejercían sobre la piel tersa de ella. La silueta entre dos luces lo enloquecía. No pasó desapercibido para ella, que, mojando su mano con su lengua, acarició el miembro con suma delicadeza. Acto seguido, acercó su boca, sintió como él se tensaba y comenzó a deslizar su lengua poco a poco, muy poco a poco, sintiendo como aquello acumulaba presión y aumentaba su volumen.

Siguió sin cesar. Aumentó la intensidad, la profundidad, las internadas hasta superar la frontera de la garganta. Él comenzó a acariciar su sexo con la mano derecha. Se acomodó para que él pudiera llegar mejor. Sabía donde tocar y lo hacía a las mil maravillas. Él la agarró del pelo con su mano izquierda, mientras con la derecha seguía sin perder el compás. La excitación creció sobremanera en ambos, y de pronto, él la agarró de la cintura y alzándola en el aire, la colocó de espaldas a él. La agarró de los pechos por detrás al tiempo que la besaba con muchísimo morbo. Su miembro buscaba cobijo y el sexo de ella estaba loco por dárselo.

La senda de lo desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora