CÁPITULO X

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Su mirada se desvió repentinamente. Trató de enfocar el buitre, que planeaba debajo de ellos tratando de ganar altura enlazando círculos concéntricos. Javi, que se percató del movimiento de María, rompió el silencio de más de diez minutos que hasta ese instante había reinado entre ambos.

—Aprovechan las corrientes de aire caliente para ganar altura realizando el mínimo esfuerzo físico.

—Pronto estarán a nuestra altura.

—Pronto nos vigilarán desde bien arriba y rezarán para que caigamos y tengan carne fresca para cenar... —soltó a botepronto Javier que llevaba varios días bastante quisquilloso.

—¿Te imaginas que estuviesen pilotados por el sicario y nos estuviese controlando? -dijo de pronto María logrando sobresaltar a Javier.

Tras recibir el alta médica, a María se le había metido entre ceja y ceja que quería salir al aire libre y caminar por la naturaleza. Y más concretamente, se le había antojado recorrer los alrededores del salto del rio Nervión. Aunque Javier se había puesto en modo pitufo gruñón, ella había bromeado con que, si los seguían y les querían hacer algo, no sería mal lugar para que se deshiciesen de ellos. Más de cien metros de caída para morir donde nace el rio, había bromeado. Broma que, a Javi, ni chapa de gracia le había hecho.

—No me jodas María. Te he dicho mil veces que esas cosas no las digas ni en bromas.

—En ocasiones creo que tienes muy en cuenta el abanico de posibilidades. —comenzó como a querer filosofar ella—. Deberías dejarte llevar un poco más por las aventuras y sufrir menos por cosas que aún no han pasado, y no sabes si pasarán.

—Ajam... —carraspeó él irónico—. Eso me lo dice la que se ha tirado durmiendo sentada en un sofá las cinco últimas semanas...

De pronto, los dos al unísono, como si un muelle se hubiese activado bajo sus posaderas, se levantaron de golpe alertados por un sonido de hélices girando a gran velocidad. Sin duda era un dron, pero, ¿Quién lo pilotaba? ¿Los vigilaba a ellos? ¿O simplemente era un aficionado?

Se encontraban a medio metro del cañón, en pie y tratando de encontrar a quien pudiera estar manejando el aparato. Habían estado sentados en el mismo borde, con los pies colgando hacia el precipicio. Un hilo escaso de agua, pasaba entre ambos para difuminarse antes de alcanzar el lecho del río. Río, que más tarde desembocaría en el Abra tras su paso por Bilbao. Miraban a un lado y a otro, medio agachados y tratando de salir del radio de visión del pequeño aparato. Las pulsaciones habían aumentado y ya no había risas por parte de María.

—No puede ser... —dijo ella.

—¿El qué no puede ser?

—Que diga una gilipollez y siempre nos pase algo... Te juro que no vuelvo a bromear en la puta vida... —se acercó a él hasta quedar pegados y lo agarró fuerte del brazo.

—Allí. —señaló él—. En el balcón mirador.

María alzó la vista siguiendo el dedo de Javi que apuntaba al saliente abarandillado que quedaba treinta metros más arriba.

—Lo veo.

—No es el gorila.

—Parece una chica... —se tranquilizaron.

—Bueno, tranquilicémonos que parece que está grabando un vídeo del cañón, los buitres y la cascada...

—Y de nosotros... —replicó María cuando el aparato paso a escasos cinco metros de ellos.

—Se estará cagando en nosotros... Seguro que le estamos jodiendo un vídeo cojonudo...

—Sí, yo creo que ya va siendo hora de que nos vayamos para casa. —dijo ella dando la espalda al dron que seguía dando vueltas sobre ellos, y comenzando a caminar por el lecho del riachuelo—. Venga vamos, que todavía tenemos una buena caminata hasta el coche y estoy más floja que una gaseosa sin gas.

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⏰ Última actualización: Apr 04, 2023 ⏰

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