Lights, camera, action! [MECHOA]

SECUENCIA ONCE

Advertencia:
Contenido sexual explícito.

Estaba frente a la casa, aquella donde tantas cosas habían pasado. Estaba listo para volver a empezar, reescribir su historia. Tocó la puerta rítmicamente, como solía hacerlo. Se había preparado específicamente para la ocasión, esta sería su noche. Memo abrió la puerta, dejándolo pasar.

Lo primero que notó fue el hecho de que la pintura de la sala había cambiado, ahora estaba pintada de un color verde oliva.

—¿Ya no te gusta el amarillo? —preguntó.

—El amarillo me recuerda a cosas que quisiera olvidar —suspiró con nostalgia.

Ambos se detuvieron frente a una pintura, la cual llamó la atención de Lionel.

—Ahora hasta tienes decoración.

—No me gusta mucho la pintura abstracta, pero esta es especial.

—Es una mancha —notó.

—Una mancha especial.

—¿Qué crees que representa?

—La inestabilidad mental del autor.

—¿Quién la pintó?

—Mi papá —dijo simple y luego se retiró hacia la cocina.

Mientras más miraba esa pintura, empezaba a ver figuras, definitivamente había sido pintada por un desquiciado. Guillermo volvió para buscarlo. Encontrándolo casi embobado por tal pintura, se detuvo a contemplar sus suaves facciones, así de quieto, él mismo parecía un cuadro de algún artista abstracto. Lo tomó de la mano, tomándose su tiempo para sentir sus falanges, llevándoselo a otro espacio.

Al entrar a la cocina notó que estaba pintada de blanco. Ambos se quedaron a cenar, algo bastante ligero. Cuando terminaron, ambos se dirigieron a la habitación, esta aún conservaba su tono y las flores que Lionel pintó aún seguían ahí. Dentro de toda la casa, esta era la habitación que más cargada de sentimientos estaba, todas las dulces palabras que ambos se profesaron, atrapadas en los confines de cuatro paredes.

—¿Qué es esto? —preguntó al ver una botella de Vodka justo en el centro de una mesa.

—Un pequeño reto que me puse a mí mismo —explicó mientras ponía música lenta.

Le extendió la mano al menor y ambos comenzaron a bailar. Messi dejó su cabeza pegada al pecho del mayor, escuchando su corazón latir. Mientras ambos iban balanceándose al ritmo de la música se miraron a los ojos durante largo tiempo y luego se besaron apasionadamente. Memo aprovechó el espacio que la playera de Messi dejaba descubierto en su abdomen y comenzó a acariciarlo, pasando sus manos también por su espalda. Un solo beso podía decir todo lo que ellos no. El deseo, la lujuria, pero también el amor y el perdón.

—Solo un beso y ya estás como loco.

Messi se separó del beso y miró hacia la entrepierna del mayor, lamiéndose los labios. Cuando Memo se dió cuenta se sonrojó.

—Pareces un chiquillo precoz —se burló.

—Es solo que… no he hecho esto en años —dijo tapándose la ya muy marcada erección.

—Tranquilo, eso vinimos a hacer.

Apartó las manos del mayor y se quitó la playera, Guillermo estaba absorto, tocando y acariciando su piel con vehemencia, se sentía suave bajo su tacto. Volvieron entonces a besarse, esta vez con más lujuria, sus lenguas bailaron una danza lenta. Lionel bajó, besando su mandíbula y luego justo encima de su yugular, lamiendo y deleitándose con el sabor del perfume de Memo, un sabor dulzón que solo lo excitaba más. Besó su clavícula succionando la piel y tornándola rojiza.