SECUENCIA OCHO(A)

226 40 28
                                    

TW: Autolesiones, intento de suicidio.

No recuerda cuántas botellas ha bebido ya y tampoco le importa, ha estado llamando y enviándole mensajes a Lionel, pero no ha respondido ninguno, es más, bloqueó su número. Se siente mal, se siente débil, después de que el chico se fue no pudo soportar ni un segundo y fue a la licorería más cercana.

Miró al lado de la habitación de Messi, las hermosas Iris azules que él pintó, le recordaban tanto a él. De pronto, como una jugada cruel de su mente, su amado se presentó en una ilusión, tan radiante como siempre, pero ya no tenía una sonrisa en su rostro, sino un gesto de total desprecio. Era el demonio de la culpa, llegando a atormentarlo.

«No mereces ser amado». La ilusión ni siquiera se movió, ni hizo gesto alguno. La voz que escuchaba era la de Lionel, pero esta parecía venir tanto de dentro de su cabeza como de todas partes, un eco distorsionado «Fui la única persona que te amó en tu vida y mira lo que hiciste, vas a estar solo toda tu vida, no mereces el cariño de nadie, no mereces el mío».

—Y-yo, enserio lo siento, por favor, por favor perdóname —lloró desconsoladamente, se sentía como un idiota, empezó a golpear su cabeza repetidas veces contra la pared mientras la visión solo se reía de él. Terminó inconsciente por todas las veces que se golpeó.

[•••]

Despertó, ya ni siquiera sabía qué día u hora era, solo sabía que se sentía como la mierda. Aún la visión se encontraba en la esquina, como un espectro, su mirar era sombrío y no dejaba de observar a Guillermo.

Sintió un fuerte dolor de cabeza, pero ya no podía diferenciar si era por la resaca o por haberse golpeado la cabeza. Salió a la cocina y solo bebió más.

«Ya que no me contesta tendré que buscarlo». Pensó.

Y así lo hizo, fue a la escuela en la que trabajaba. Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, para Francisco, esta era una realidad. Lo vio salir de la institución, vestía un traje de dos piezas de color azul marino, o quizás negro, ya no podía diferenciarlos. El traje se ceñía perfectamente a su cuerpo, ajustando sus muslos y también su cintura. Él era muy atlético y eso le gustaba a Guillermo, le gustaba cómo sus brazos rodeaban perfectamente su cintura.

Lo vio muy serio, pero eso también había llegado a gustarle. Justo cuando estaba a punto de acercarse, tuvo que detenerse, el tipo con el que lo vio abrazado el otro día -o cuando sea que haya sido-, estaba acercándose a él, no sabía de qué hablaban, pero no parecía ser nada bueno. Ambos se veían muy preocupados, especialmente el menor, quien tomó su hombro justo donde él lo había lastimado, el otro hombre dijo algo y ambos empezaron a reír. ¡Oh, cómo amaba oírlo reír!

Ambos se fueron juntos mientras continuaban hablando, Francisco solo pudo verlo de lejos, sin poder acercarse y sintiéndose absolutamente impotente.

«Alguien más me está haciendo feliz». Apareció de pronto la visión, lo veía con una sonrisa autosuficiente. «Ya no te necesito». Le dió la espalda y empezó a caminar.

[•••]

Mientras estaba viendo una película completamente hundido en alcohol escuchó las llaves de su casa.

Eso solo podía significar una cosa.

¡Había vuelto! No lo había abandonado. Se puso de pie de inmediato y ocultó las botellas de alcohol.

—¡Hola! —habló el menor una vez que estuvieron frente a frente—. Creí que no estarías. —Bajó la cabeza apenado—. Yo... solo vine por mis cosas.

El mundo de Guillermo se vino abajo por completo.

—¡Por favor, por favor no me dejes, haré todo lo que quieras, todo...! —pareció quedarse pensando un momento—... ¡E-estoy listo, podemos hacerlo si quieres! —Empezó a desabotonarse la camisa.

—¿Estás ebrio? —inquirió apartando las manos del hombre—. Si quieres puedo venir en otro momento.

—¡No! No, quédate conmigo, por favor. —Se puso de rodillas y abrazó sus piernas, pegando la cabeza a su muslo.

—No puedo hacer eso, Memo. —Se agachó hasta que su rostro quedó frente a frente con el del otro—. Me ofrecieron un trabajo en otra ciudad, voy a mudarme.

—No, no puedes hacerme esto, si... ¡Si me dejas voy a matarme! —gritó ya desesperado, en sus ojos se notaba que ya no estaba sano mentalmente—. Lo haré ahora mismo si te vas.

—¡No! No lo hagas por favor. —Alzó las manos como tratando de detenerlo—. Yo... me quedaré contigo, lo haré —habló nervioso y sentándose en el sofá junto a él, su corazón iba a mil por hora, no quería que ocurra una tragedia—. Vamos a... —Vio una botella de whisky mal escondida en un rincón y fue por ella—... Vamos a celebrar que estamos juntos de nuevo —dijo con una sonrisa falsa.

—Sí, sí, claro. —Le alcanzó un vaso donde le sirvió.

[•••]

No sabía cuántas copas bebió, solo sabía que, de nuevo y como ya era costumbre, le dolía la cabeza. Eso por un lado, por el otro, no encontraba a Lionel por ningún lado. Lo buscó en cada habitación de la casa sin dar frutos, solo había una pequeña nota en la mesa del comedor. La hoja estaba doblada en cuatro y parecía escrita con prisa, eso o tal vez así era la letra de Messi.

«Lo siento, enserio lo siento, no quería que ocurra una tragedia en frente de mí. Hice lo que pude, sé que mentirte no es la manera, pero prefiero que me odies a que hagas lo que querías hacer.

Te quiero,

Leo».

—Hijo de... —ni siquiera pudo terminar lo que iba a decir, empezando a llorar a mares, sentía un terrible dolor en el pecho.

Uno que no se esfumaría ni con todo el alcohol del mundo.

[•••]

Estaba en un puente peatonal, había muchas personas caminando a lo largo del amplio puente, todas muy ocupadas con sus propios problemas. Miró entonces hacia abajo, a todos los autos pasando debajo de él, sería una caída de unos veinte metros, aproximadamente.

Suspiró, acomodó sus rizos y se aseguró que su traje estuviera perfecto. Cuando estaba a punto de saltar, pasó por su cabeza una visión, era el sueño que había tenido hace ya mucho tiempo, el rostro de Lionel se hacía cada vez más borroso, cada vez más difícil de recordar.

Se alejó rápidamente de la baranda, no podía, simplemente no podía hacerlo.

«Eres un cobarde, ni siquiera puedes hacer eso bien». Dijo la visión de Messi que estaba a su costado.

Se fue del lugar, tenía miedo, pero no de la muerte, sino de lastimar a Messi, no quería volverlo a hacer sufrir, eso lo atormentaría incluso después de morir. Pensó que si lo dejaba en paz, él estaría mejor, si simplemente dejaba de causarle problemas tal vez finalmente podría sentirse mejor, era lo menos que podía hacer por el chico al que amaba.

Dejarlo ir.













Nota de autor:

Perdón por el título, si no lo hacía explotaba.

Gracias por leer hasta aquí, son la fuerza que me motiva a seguir escribiendo. Lxs amo <3

Lights, camera, action! [MECHOA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora