Segunda Parte.

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1. El océano índico

Aquí comienza la segunda parte de este viaje bajo los mares. Terminó la primera con la

conmovedora escena del cementerio de coral que tan profunda impresión ha dejado en mi

ánimo.

Así, pues, el capitán Nemo no solamente vivía su vida en el seno de los mares, sino que

también había elegido en ellos domicilio para su muerte, en ese cementerio que había

pre-parado en el más impenetrable de sus abismos. Ningún monstruo del océano podría

perturbar el último sueño de los habitantes del Nautilus, de aquellos hombres que se

ha-bían encadenado entre sí para la vida y para la muerte. «Nin-gún hombre, tampoco»,

había añadido el capitán, con unas palabras y un tono que confirmaban su feroz e

implacable desconfianza hacia la sociedad humana.

Había algo que me inducía a descartar la hipótesis sus-tentada por Conseil, quien persistía

en considerar al co-mandante del Nautilus como uno de esos sabios descono-cidos que

responden con el desprecio a la indiferencia de la humanidad. Para Conseil, el capitán

Nemo era un genio in-comprendido que, cansado de las decepciones terrestres, había

debido refugiarse en ese medio inaccesible en el que ejercía libremente sus instintos. Pero,

en mi opinión, tal hi-pótesis no explicaba más que una de las facetas del capitán Nemo.

El misterio de la noche en que se nos había recluido y nar-cotizado, el violento gesto del

capitán al arrancarme el ca-talejo con el que me disponía a escrutar el horizonte, y la herida

mortal de aquel hombre causada por un choque inexplicable del Nautilus, eran datos que

me llevaban a plan-tearme el problema en otros términos. ¡No! ¡El capitán Nemo no se

limitaba a rehuir a los hombres! ¡Su formidable aparato no era solamente un vehículo para

sus instintos de libertad, sino también, tal vez, un instrumento puesto al ser-vicio de no sé

qué terribles represalias!

Nada, sin embargo, es evidente para mí en este momento, en el que sólo me es dado

entrever algún atisbo de luz en las tinieblas, por lo que debo limitarme a escribir, por así

decir-lo, al dictado de los acontecimientos.

Nada nos liga al capitán Nemo, por otra parte. Él sabe que escaparse del Nautilus es

imposible. Ningún compromiso de honor nos encadena a él, no habiendo empeñado nuestra

palabra. No somos más que cautivos, sus prisioneros, aun-que por cortesía él nos designe

con el nombre de huéspedes.

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⏰ Última actualización: May 19, 2015 ⏰

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