1899

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-Quizás sólo quizás podamos hacer el juramento de sangre...

Albus se incorporó asombrado con los ojos abiertos.

-¡Gellert! Yo estaré contigo siempre, no necesitamos hacer el pacto. Ya somos uno y me duele que dudes de mí. Juntos lograremos nuestros objetivos, ¡por el bien común!

-¿Estás dispuesto a ir conmigo? ¿Lo dejarás todo, a Aberforth, a Ariana? Especial a ella porque necesita cuidados...

-Puedo hacerlo y lo hago por ti. Todo es por ti Gellert.

El muchacho de cabello rubio se levanta del sofá y, arrodillándose a los pies de Dumbledore, le coge una mano con las suyas para juntarlas.

-Si realmente anhelas estar conmigo, Albus... ¿Pronunciarás el Juramento de sangre? ¿Lo harías por mi? -dijo Gellert con gesto impasible; sin embargo, Albus soltó un suspiro. -Puedo creer que si no sólo serán las clásicas palabras vacías y mañana más tarde puedes arrepentirte e irte de mi lado cuando más te necesite.

Sus ojos azules estaban clavados en los de Gellert, uno de color negro y el otro blanco azulado; y anegados en lágrimas. Él seguía sujetándole la mano.

-Está bien, Gellert, pronunciaré el Juramento de sangre -aseguró él con calma-. Si eso te hace realmente feliz, lo haré.

Gellert sonrió.

Ambos se pusieron de pie y, Albus unió su mano derecha con la de él.

-Vas a necesitar tu varita, Albus -dijo él con frialdad. El la sacó con estupefacción-. No me hace falta explicarte como es este pacto, lo sabes. Y tendrás que acercarte un poco más -añadió.

El de ojos azules se acercó hasta quedar a pocos centímetros del rostro de su amante.

Gellert utilizó su mano libre y colocó la punta de la varita sobre las entrelazadas manos. De igual modo, su amante repitió el mismo paso.

-Debemos hacer un pequeño corte y jurar al mismo tiempo ¿Listo?

-Listo

-Vale, a las tres... -dijo Gellert

-A la una, a las dos y a las tres, -repitieron al mismo tiempo -juramos solemnemente protegernos de cualquier daño y de cualquier intento de malos pensamientos hacia cada una de las personas que participan en este pacto. Si es así, que se hagan los deseos.

Una brillante luz verde salió de las dos varitas y resplandeció la habitación. La sangre de los dos se encapsuló en una joya con una fina y reluciente cadena. De nuevo, un resplandor de color rojo iluminó el rostro de ambos.

Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora