Agosto de 1912 (parte II)

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Las calles de Londres parecían una fantasía apenas alterada por el siglo XIIX. Era una ciudad de alquimistas y soñadores, por cuyos adoquines desgastados habían deambulado golems, duendes y ejércitos invasores. Los edificios, de gran altura y pintados en luminosos tonos grises y azul pálido, lucían escayolas de estilo gótico y tejados de un negro uniforme. El viento transportaba recuerdos de magia, hechicería y revolución. Había muchachos con periódicos en las manos que anunciaban en las esquinas conciertos de noticias, y marionetas colgadas de las ventanas que otorgaban a la ciudad el aspecto de un teatrillo con titiriteros ocultos tras una cortina de terciopelo. Y sobre todo lo que tenía Londres, en lo bajo del subterráneo, se alzaba el Ministerio de magia con su glamurosa construcción. Aquella tarde, el cielo Londinense, se encontraba despejado de nubes. Desde un callejón cercano al ministerio, Grindelwald y Dumbledore contemplaban la entrada mientras magos y brujas entraban presurosos a travez de una pared sin que los transeúntes muggels se percataron de ese suceso.

-No olvides como te llamas Grindelwald

-No necesito que me lo recuerdes Dumbledore

-Ah ¿No?, ya veo. Recuerdo que tú, en una situación muy comprometida, afirmaste haber puesto seguro a la puerta para luego, de unos minutos, ser descubierto por mi hermano menor en actos indecorosos.

-Eso fue hace años y los dos estábamos borrachos.

-Hazme el favor de facilitarme las cosas Gellert. Tienes mi ayuda pero eso no significa ser atrapado infraganti.

-Entonces ¿porque has venido sin saber los riesgos? Lo que vamos hacer no es lugar para cobardes...

-¿Cobarde? Yo no soy un cobarde

-¿No? -.Preguntó casi con cariño -.En mi perspectiva sigues siendo mi cobarde.

Albus gruñó

-No soy un cobarde en comparación a ti, tonto.

-Ya, ya -.Gellert lo calmó fingiendo compasión.

-Te conozco muy bien y sé como eres. Sólo necesité un verano para saber todo de ti.

-Dime solamente.... -.Empezó Gelllert, pero Albus lo interrumpió.

-¡Cállate! -.Ordenó Dumbledore al quebrarse el último amarre de su paciencia -.En vez de hablar tonterías deberías estar concentrado. Tu vida no significa nada para mí ¿Entiendes? Es mi reputación y todo lo que formé está en juego.

Albus escuchó la crueldad de su propia voz y sintió como si se contemplaba desde fuera. Cerniéndose sobre él.

-¿Crees que me puedes obligar a callar? -.Susurró

-No creo que pueda -.Respondió Albus enojado. Y caminó hacia la entrada del ministerio, arrastrando a Grindelwald con él.

-El archivo está en la sala ancestral. Tenemos que bajar cuatro pisos rápidamente.

-Supongo que no podemos aparecernos en la bóveda de la sala

-No

Los dos empezaron a caminar rápidamente mirando a ambos lados mientras penetraban la entrada del Ministerio. Al voltear una esquina, que da acceso a las escaleras, Grindelwald vio a Travers caminar por la sala de recepción del recinto.

-¡¿Graves?!

El hombre salió tras ellos y Albus creyó que Gellert le desgarraría el brazo tras agarrarlo fuertemente al jalarlo hacía un pasillo y dejar atrás a Travers.

-¡Vamos! -.Gritó Gellert

Dumbledore nunca se había reprochado de tener mala suerte a lo largo de su vida pero esta vez, al observar a Theseus caminar en dirección opuesta, se maldijo.

Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora