Capítulo 5 | Sentimientos inefables

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Sinceramente, no sabía lo que pretendía. ¿Pensaba que de la noche a la mañana el mayor cretino del mundo sentiría una atracción por ella?

Qué equivocada estaba.

—Perdón por eso —dijo Ed, apenado.

—No te preocupes —respondió Amy, seria y un poco más desanimada comparado con su humor cuando había llegado al principio.

Un silencio incómodo invadió la habitación. Ella seguía parada frente a la puerta y él aún seguía recargado en la barra en donde un momento antes se encontraba Alice.

—¡Qué maleducado soy! Siéntate, por favor. Quería enseñarte algunas letras que tengo para que me ayudaras un poco con la melodía.

—Claro, comencemos.

Mientras Amy ayudaba a Ed, los ánimos subieron. Él la hacía reír mucho y después de unas horas, a Amy le dolía el estómago de tanto reír al igual que a Ed.

Ya no escribían más, simplemente hablaban y se conocían un poco más.

—Jamás hubiera imaginado que fueras una fan loca —comentó Ed, riendo ante la anécdota que Amelia le contaba.

—Yo tenía una obsesión con Justin Timberlake, pero eso no quiere decir que hacía un desastre y dejaba basura por todos lados.

—Creo que entonces no te gustará ver mi departamento. No es la cosa más limpia que digamos.

—Por una extraña razón ya me lo imaginaba —dijo ella divertida, lo cuál lo hizo reír.

Ed notaba cada movimiento que ella hacía. Notó que se había pintado los labios, lo que hacía que no pudiera apartar la vista de ellos. Cuando reía, inclinaba un poco la cabeza y su risa era tan graciosa que era contagiosa.

Le encantaba la manera en la que, después de reír, pasaba un mano por su cabello y se sonrojaba un poco. Ella dijo algo, lo que evitó que él mencionara lo hermosa que se veía.

—¿Perdón? —preguntó Ed, apenado.

—Pegunté que si quieres algo de beber. Iré a la máquina de la recepción por una botella de agua.

—No, muchísimas gracias.

—Entonces ahora vengo. No tardo.

Amy salió por la puerta algo acalorada. Había notado cómo Ed la había mirado fijamente y cómo no apartaba la mirada de sus labios.

Tal vez fue mi imaginación, pensó apenada.

Después de todo, él tenía novia y además se suponía que no le caía bien. Metió las monedas en la máquina y seleccionó la botella de agua. Después de varios minutos, la botella no cayó, así que decidió darle unos fuertes golpes, que sólo la llevaron a lastimarse la mano derecha y el pie izquierdo.

—¡Auch! —exclamó ella cuando le pegó por última vez a la máquina antes de darse por vencida.

—Déjame ayudarte —dijo una voz masculina a su lado.

El dueño de la voz estaba vestido con un traje negro y una corbata del mismo color, era mucho más alto que Amelia, con el cabello castaño claro y ojos café oscuro.

Su fuerte brazo le pegó a la máquina, haciendo que el agua cayera inmeditamente.

—Muchas gracias —agradeció ella con una sonrisa.

—No es nada. Siempre es un placer ayudar a una hermosa dama —dijo él, sonriendo y haciendo que Amy se sonrojara—. Por cierto, me llamo John.

—Soy Amelia. Mucho gusto en conocerte, John.

—El placer es mío, bella dama. Jamás te había visto por aquí.

—Oh, es que ayer solía limpiar los pisos y los estudios. Ahora le ayudo a Ed con su nuevo disco.

—¿Eres la chica a la que estuvo buscando? —preguntó John y ella asintió—. Entonces supongo que tienes mucho talento.

—Muchas gracias —dijo Amelia sonriendo—. Yo tampoco te había visto por aquí.

—Es que generalmente no salgo mucho. Soy el jefe de seguridad. Ya sabes, vigilo con las cámaras y mantengo todo en orden.

—Entonces creo que todos te debemos mucho —comentó Amelia, divertida.

John estaba a punto de contestar cuando alguien dijo el nombre de ella a sus espaldas.

Ed se había preocupado pues Amy ya había tardado bastante. Pensó de todo, menos encontrarla coqueteando con el jefe de seguridad.

—Amelia, aquí estás. Me preguntaba por qué te tardabas tanto. Aún tenemos trabajo que hacer —dijo Ed.

Miraba a John enojado y estaba bastante serio.

—Claro —dijo Amelia—. Supongo que nos vemos luego —le dijo a John—. Gracias por el agua.

Ed dio media vuelta y Amelia lo siguió. Caminó más rápido para poder caminar a la par y poder hablar con él pero se le adelantó.

—Supongo que estabas buscando inspiración —dijo Ed, sarcástico.

—No voy a negarlo, me siento más inspirada —mintió Amelia, enojada por su cambio brusco de humor.

—Está perfecto. Después de todo, estás aquí para ayudarme con el disco y para eso necesitamos inspiración.

Después de aquello, su proceso creativo ya no fue lo mismo. Ambos estaban serios y la tensión era palpable. Pasaron varias horas así hasta que Amelia no pudo más.

—Está bien, basta. Necesito que me digas qué pasa aquí.

—No pasa nada.

—Ed, estás bastante serio. No hemos avanzado casi nada y hemos estado todo el día aquí. Algo te pasa y no sé qué es. Cuando te doy una idea, simplemente la rechazas. ¿Estás seguro de querer mi ayuda? Yo no lo creo. Creo que será mejor que vuelva a limpiar pisos.

Amelia empezó a recoger su guitarra, pero Ed se levantó de su asiento y la detuvo.

—No, por favor. No te vayas.

—¿Entonces eso significa que me dirás qué tienes o que por lo menos empezarás a aceptar mi ayuda? Estábamos bien al principio. No sé qué pasó.

La verdad es que Ed tampoco lo sabía. Jamás le había pasado algo como eso. Cuando vio a John con Amelia, simplemente algo se le sacudió en el pecho.

Sólo la conocía de pocos días, lo cuál hacía más difícil interpretar sus sentimientos. Había dos cosas seguras: que encontraba a Amelia especialmente atractiva y que tenía novia.

No podía estar pensando en ella de esa manera.

Como si fuera un impulso, entrelazó su mano con la de ella para que no se fuera. Se miraron a los ojos, sintiendo el magnetismo crecer entre ellos. Su mano entrelazada y sus miradas decían más que mil palabras.

Amelia le sonrío y él le devolvió la sonrisa.

Podían ser buenos amigos si se lo proponían.

Aunque ambos sabían que sería casi imposible.

Eres tú | Ed SheeranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora