El día había sido toda una montaña rusa para Amy terminando con un choque brutal: había rechazado la mejor oferta que le habían hecho jamás.
Lo único malo era que había sido hecha por un cretino que desafortunadamente empezaba a agradarle.
Se escondió detrás de un poste y observó como un mar de personas empezaron a rodearle. Él sonrió a todos y firmó todo lo que pudo.
Amelia sonrió.
No podría acusarlo de ser malo con sus seguidores.
Cuando Ed y todos los demás se fueron, ella volvió a la tienda para comprar un poco de leche y volvió a su casa. Vivían bastante bien para su condición.
Su padre, que no había visto en años, mandaba dinero mensualmente. Además, su madre recibía ayuda económica del Estado y más lo que ella ganaba lograban mantenerse bien.
Fue a ver a su mamá que ya se econtraba dormida y se fue a su habitación a tocar un poco. Comenzó con Yellow de Coldplay pero el rostro de Ed vino a su mente y la curiosidad la enganchó.
Escribió su nombre en el buscador e inmediatamente miles de resultados aparecieron. Pasó horas leyendo sobre él y escuchando sus canciones.
Cada vez le parecía más difícil odiar al cretino pelirrojo.
Practicó los acordes de algunas de sus canciones y pronto se sabía un par de ellas. Descargó algunas de ellas en su celular y se quedó dormida escuchando su voz.
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Ed llegó al estudio con la plumilla de Amelia entre su dedos. Ayer mientras estaba con Alice, sólo podía pensar en la voz de Amy y la manera en la que tocaba la guitarra. Había quedado completamente encantado por ella, por eso era crucial que ella le ayudara con su nuevo disco.
La buscó por todo el edificio en la mañana pero no la encontró, así que se dirigió con Bill.
—Hola, Bill ¿Conoces a una chica llamada Amelia?
—Claro que sí, es muy dulce. Todo el edificio la conoce. ¿Por qué preguntas?
—Necesito hablar con ella ¿sabes dónde está?
—Acaba de llegar. Creo que está en los casilleros del servicio.
—Muchas gracias, nos vemos luego.
Se presuró a llegar hasta ahí y abrió la puerta despacio para revisar si había alguien más. Entró y caminó sobre el pasillo donde se encontraban todos los casilleros.
Ella estaba de espaldas, batallando por subir el cierre de su vestido cuando Ed la vio. Su cabello marrón estaba hecho a un lado, dejando a la vista la curva izquierda de su cuello. La línea de su espalda lo cautivó y no pudo evitar fijar la vista en ella y todos sus movimientos.
—¿Necesitas ayuda con eso? —fue lo único que logró decir. Amelia se sobresaltó y lo volteó a ver, sonrojada.
—Eso creo —respondió, susurrando. Volteó y Ed subió el cierre lentamente. Por un momento, deseó que sus dedos tocaran la piel de su espalda y que sus labios tocaran la piel de su cuello. Cuando por fin lo cerró, ella volteó a verlo—. Gracias.
—No es nada.
Se quedaron mucho tiempo viéndose a los ojos. Sintiendo una especie de atracción entre ellos. Se inclinaron lentamente y él observo sus labios hasta que ella se alejó y cerró su casillero.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Amy, confundida por la reacción de su cuerpo hacia él y por su presencia en ese lugar.
—Vengo a devolverte esto —respondió Ed, entregándole su plumilla que había olvidado la noche pasada. Ella sonrió y le agradeció guardándola en el bolsillo del vestido—. Y también vengo a hablar sobre mi propuesta.
—Ya te dije que no. No puedo.
—¿Por qué no? Dame una razón válida —dijo él, pero Amy se dio media vuelta para irse.
Él le bloqueo el paso.
—Eres insistente ¿verdad? —dijo ella exasperada.
—Te estoy pidiendo que trabajes conmigo, por favor. Sabes que te pagaré ¿O esa es la razón por la que no quieres aceptar?
—No, no es por eso...
—¿Entonces? ¿Por qué no me dices?
—¡Porque necesito cuidar de mi mamá! —gritó ella alterada—. Tiene cáncer y soy la única persona que cuida de ella y si trabajo contigo...
—No la descuidarás. Te lo prometo —susurró él, poniendo las manos en sus brazos.
—Es que yo...
—No pongas más "peros". Tendrás el horario más flexible del mundo. No es necesario que lo consideres como un trabajo.
—Siempre fue mi sueño hacer música...
—¿Entonces? —preguntó Ed, mirándola con expectación
Tardó tanto en contestar que él temió que Amelia se hubiera vuelto muda.
—Sólo si prometes dejar de ser un cretino y limpiar cuando tengas una fiesta —respondió ella, sonriendo como nunca antes lo había hecho.
—¡Claro que lo prometo! —dijo Ed emocionado, abrazándola impulsivamente.
Ella, sorprendida, tardó un poco en devolverle el abrazo. Le gustó como se sintieron sus brazos alrededor de ella. Asustada, se retiró inmediatamente.
—Entonces creo que tenemos un trato.
Ese día, después de que él se fue, le contó a todos. A Giselle, a Bill y a su mamá. Los tres estaban muy felices por ella y Amy se sentía como si nadara entre miel sobre hojuelas.
Iba a ser su oportunidad para demostrarle a todos su talento y su pasión por la música. No iba a desaprovecharla y por un momento, pensó que hasta sería divertido.
Divertirse era algo que no hacía en mucho tiempo.
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Amelia se levantó con más ánimo que de costumbre. Hizo el desayuno para su mamá y se arregló un poco más que de costumbre. Se pintó los labios y dejó su cabello suelto. Tomó su guitarra, se sonrió a sí misma en el espejo y tomó el autobús hasta el edificio de FYI Music.
Lo primero que hizo fue saludar a Bill con todas las ganas del mundo. Se dirigió al estudio que había limpiado todos estos años como algo más que una chica de la limpieza.
Cuando abrió la puerta, sintió como su corazón se caía hasta el suelo.
Ed estaba besando a una chica rubia que estaba sentada sobre una barra. Ella tenía su lengua hasta la garganta del pelirrojo y él acariciaba sus abdomen por debajo de su blusa. No notaron su presencia hasta que Amy hizo sonar su garganta. Ambos se separaron y sonrieron apenados.
—Lo siento, Amy. Ella es Alice, mi novia.
—Hola —saludó Alie con indiferencia—. Me voy amor, nos vemos luego.
La chica despampanante salió por la puerta, dejando a Amy con la autoestima hasta el suelo y el corazón sorprendentemente encogido.
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Eres tú | Ed Sheeran
Fiksi Penggemar«Nunca pensé que esto pasaría. Ni siquiera pensé en conocerte. Pero ahora lo sé. Eres tú, Ed.»