PARTE XIII

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EL AÑO DE LOS ERRORES

Este año fue el de los errores.

Fue el año de caerse y levantarse,

caerse y levantarse.

Fue el año en el que quien tiene que estar,

está,

Y quien no estuvo,

no estará.

Fue el año de triunfar.

O fue el año de tropezar

con las mismas piedras.

Fue el año de recordar

a quienes se fueron,

o de querer más a quienes aún están.

Fue el año de despedirse

sin decir adiós.

Fue el año de saludar

nuevos rostros.

Fue el año de perderme,

y quizás no encontrarme.

Fue el año en el que cada día

de los 365,

me intento querer un poco más.

Fue el año de los miedos.

Fue el año de enfrentarme

a las sombras.

Fue el año que vio la luz apagarse,

y el año que no volvió a

encenderla por completo.

Fue el año en el que

lloré más que reí.

Y por eso fue el año de los errores.

PEQUEÑOS CRUELES

Por fuera, veían un campo de flores,

donde no imaginaban ese tipo de horrores,

pero siempre reprochaban los mismos errores.

Por dentro, había una guerra de dolor,

de la cual yo no poseía ningún control,

y a pesar del blanco y negro, debía mostrar color.

Tan solo, ellos veían el extraño silencio,

a cuyo anhelo le sigo teniendo miedo,

a cuyo significado solo yo diferencio.

¿Soy yo como ellos? ¿Soy yo extranjera?

Si ellos realmente vieran cómo era,

si ellos cruzaran la misma frontera,

¿seguiría siendo juzgada de la misma manera?

Así que, ¡llora, llora! Pequeña,

y ustedes no olviden lo que ella sueña.

Ahora sé que algo en ti está roto,

y es por eso por lo que evitas siempre el alboroto.

Hasta la más hermosa flor de loto,

puede morir en un campo sin piloto.

No olvides de recoger esas lágrimas,

las mismas que tú misma aun subestimas,

las antiguas que tú creías demasiado íntimas,

las únicas que te llevarán a las más altas cimas.

¿Soy yo familiar? ¿Soy yo notable?

Si ellos hubiesen visto el verdadero culpable,

si ellos conocieran la etapa donde me conocían como lamentable.

¿Seguiría siendo igual de honorable?

Así que, ¡llorad, llorad! Pequeños,

y ella no olvida que no sois más sus dueños.

Porque no importaba cuánto me esforzara... Yo nunca era suficiente.

La nobleza de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora