El pequeño omega, Lucerys, se encontraba sumido en una agónica espera por el regreso de su esposo, Aegon. A medida que el tiempo pasaba, la ansiedad invadía cada rincón de su ser, ya que no podía evitar pensar en las infidelidades de su amado esposo. Aegon, por su parte, parecía disfrutar más de la compañía de prostitutas que de la suya propia.
La mera idea de que su esposo lo engañaba sin ningún remordimiento consumía a Lucerys de una forma insoportable. Sin embargo, a pesar de todo, sabía que Aegon siempre volvería a su lado, pues su amor era tan fuerte e incondicional que nada podía separarlos por completo.
En los primeros días de su matrimonio, la relación entre ambos era tensa y complicada. Se provocaban mutuamente, encontrando constantemente motivos de discordia. Sin embargo, con el pasar del tiempo, aprendieron a conocerse y, más importante aún, a amarse. Descubrieron que no podían existir el uno sin el otro, y que solo juntos podían encontrar la verdadera felicidad.
Aegon llegó finalmente a los aposentos que compartían, mostrando señales claras de agotamiento y pesar en su rostro. Los guardaespaldas lo conducieron con sumo cuidado hasta la cama que compartían como pareja. Lucerys, que llevaba horas preocupado en espera de su amor, se acercó rápidamente para recibirlo.
Con delicadeza, Lucerys se aseguró de que su esposo estuviera cómodo y a salvo en la cama. Lo cubrió con una suave manta y acarició su rostro amorosamente.
Lucerys, con una mezcla de gratitud y tristeza, acariciaba el cabello de Aegon mientras le agradecía en voz baja por su regreso. La pregunta salió desanimada de sus labios: "¿Dónde se había metido, querido esposo?"
Los guardias presentes observaron con lástima al pobre omega, conscientes de que Lucerys era un joven amable y virtuoso que no merecía sufrir las infidelidades de Aegon. Con cierta reticencia, uno de los guardias respondió: "Lo encontramos en la calle de seda, rodeado de prostitutas".
Un nudo se formó en la garganta de Lucerys, quien se esforzaba por contener las lágrimas que amenazaban con escaparse. Aunque su corazón se rompía por dentro, se mantuvo firme y decidió mantener la compostura frente a los guardias. Con voz entrecortada, les pidió que se retiraran, agradeciéndoles por haber traído de vuelta a su esposo a donde pertenecía.
Las palabras del guardia resonaban en su mente, recordándole lo que ya sabía pero no quería admitir: Aegon había estado rodeado de prostitutas. La ira y la tristeza se mezclaban en el pecho de Lucerys, amenazando con desbordarse en lágrimas que luchaba por contener. Se sentía humillado y herido, preguntándose dónde se había metido su querido esposo.
La situación no pasaba desapercibida para los guardias, quienes observaban con lástima al príncipe omega. Ellos conocían a Lucerys como un joven amable y bondadoso, y sabían que no merecía las infidelidades de Aegon. Uno de los guardias, con la mirada baja, se atrevió a expresar su opinión.
"Con todo respeto, príncipe, usted no merece esto", dijo el guardia en voz baja, mostrando su solidaridad hacia Lucerys.
Lucerys se sintió aún más frustrado ante las palabras del guardia. Sentía una mezcla de gratitud por su apoyo y molestia por la intromisión en sus asuntos personales. La tensión se apoderó de él, y respondió con un tono de voz alterado y enfadado.
"Son mis asuntos, y usted no debería opinar como si fuéramos amigos", contestó Lucerys, dejando en claro su malestar.
El guardia, sintiéndose avergonzado y arrepentido por su comentario, se disculpó rápidamente y se retiró de la habitación. Lucerys se quedó solo, sumido en sus pensamientos y emociones encontradas. La traición de su esposo lo había dejado con una sensación de vacío y desolación, preguntándose cómo había llegado a
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Me perteneces Lucerys [Lucemond]
FanfictionLucerys Velaryon, un hermoso omega, es unido en matrimonio con Aegon para unir a las familias y terminar con las diferencias. Aunque inicialmente parecen estar encantados el uno con el otro, Lucerys tiene que soportar la infidelidad de su esposo, Ae...