Capitulo 8: La caída

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Este capítulo se desarrollará de manera más ágil, ya que siento que la trama no progresa lo suficiente.


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El último día había llegado, un día marcado por la despedida. Rhaenyra y Daemon, junto con sus hijos, se preparaban para regresar a Rocadragón.

A pesar del dolor que sentía al tener que despedirse de su madre, Lucerys decidió dedicar ese día a sus hermanos pequeños. Pasó horas jugando con ellos, disfrutando de su inocencia y alegría. También practicó entrenamiento con espada con Jacaerys.

La tarde trajo consigo el momento de la despedida. Rhaenyranle aseguró a Lucerys que siempre lo apoyaría, sin importar las decisiones que tomara con respecto a Aegon.

Lo más raro de esa despedida fue Aegon. El estuvo allí con una sonrisa gentil, comportándose de manera amable con todos. Sin embargo, su presencia resultó incómoda para todos, ya que Aegon nunca había sido cercano a ellos. Aunque Aegon constantemente hacía comentarios y toques inapropiados a Lucerys, todos lo dejaron pasar por petición de Lucerys. No quería que nada amargara su despedida.

Con un último adiós, Lucerys vio partir a su madre en el barco. Las lágrimas brotaron de sus ojos, un torrente de tristeza y nostalgia. Pero no pudo llorar a gusto, ya que Aegon rodeaba su brazo en su cintura. Cansado de la invasión de su espacio personal, Lucerys se alejó de Aegon y se dirigió al carruaje.

Subió al carruaje y  Aegon se subió también, eligiendo sentarse incómdamente cerca de Lucerys. Lucerys se alejó lo más posible, tratando de mantener  distancia, pero Aegon parecía no entender el concepto de espacio personal. Aegon rodeó a Lucerys con su brazo y lo apoyó contra su pecho.

"¿Lucerys, eres mi esposo?" preguntó Aegon, con un poco de  inseguridad. Pero su pregunta sonaba más como una afirmación: eres mi esposo y no me dejas tocarte. Lucerys cerró los ojos, luchando contra la culpa que amenazaba con consumirlo. A pesar de que Aegon era su esposo, no podía evitar sentir que estaba traicionando a Aemond.

"Si, lo soy", respondió Lucerys en voz baja. Las palabras salieron de sus labios como un susurro, apenas audible, pero lo suficientemente fuerte para que Aegon las escuchara.

Aegon levantó el rostro de Lucerys para que lo mirara. "¿Eres mío?" preguntó, esperando una afirmación que Lucerys no quería dar. Lucerys respiró hondo y respondió, "Sí", pero en su mente, estaba hablando con Aemond, no con Aegon.

Aegon acercó sus labios a los de Lucerys, y a pesar de que todo en su interior le gritaba que se alejara, Lucerys correspondió al beso. Pero mientras sus labios se movían contra los de Aegon, su mente vagaba hacia Aemond. Recordó la forma en que Aemond lo besaba, cómo sus labios se movían con una pasión y una ternura que Aegon nunca podría igualar.

El beso terminó, pero la culpa y la confusión  a Lucerys no desaparecieron.

Lucerys observó a Aegon alejarse después del beso. Aegon llevaba una sonrisa victoriosa en su rostro, una que Lucerys encontró irritante y presuntuosa. Aegon se alejó de Lucerys y se sentó un poco más lejos, su atención ahora centrada en el paisaje que se desplegaba ante ellos.

"Quiero tener otro hijo", dijo Aegon de repente, su voz casual como si estuviera pidiendo un dulce o una copa de vino. En su mente, Aegon añadió una condición silenciosa: preferiblemente uno mío y no de Aemond.

"No", respondió Lucerys con disgusto. Recordaba el dolor y la angustia de tener a Maegor. La idea de tener otro hijo, especialmente con Aegon, le resultaba insoportable.

"Lucerys, no te lo pregunté, solo lo pedí", dijo Aegon con una soberbia que sorprendió a Lucerys.

"Y yo te digo que no", respondió Lucerys con firmeza. "No quiero tener otro hijo, Aegon. No contigo".

Me perteneces Lucerys [Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora