VI. Llamamiento a la desgracia parte I

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El paso de las estaciones siguió su curso.

Las flores brotaron en primavera, la cosecha fue recolectada en verano, el otoño trajo consigo una brisa gélida y el invierno cubrió las tierras y altas montañas de blanco.

En dicho escenario de inocua exquisitez fría, se encontraron Wei Ying y Lan Zhan.

Tan unidas como siempre, y tan enamoradas como podían ser dos almas destinadas a estar juntas.

Ante la ausencia de XiChen y QiRen, WangJi se dio la oportunidad de vagar en las montañas con su hermoso zorro. Pasearon por las colinas nevadas, en las laderas del norte donde se alzaban los cristales traslucidos de hielo; atravesaron lagos congelados donde se deslizaron en una danza fría, quemaron pequeñas ramas secas en una hoguera, y disfrutaron la silenciosa despedida a las múltiples especies vecinas anunciando su migración al sur para tiempos más cálidos.

La primera nevada invernal fue suficiente para cubrir los campos en una montaña escarchada.

Esta vez Wei Ying no podría hacer caso omiso a su naturaleza, por lo cual partiría pronto.

Se iría lejos, se entristeció Lan Zhan, hacía los vastos campos glaciares.

Estaba en su naturaleza, y Wei Ying no podía ignorarlo por mucho tiempo. La vida doméstica a lado de su Lan Zhan fue un placer absoluto de regocijo y felicidad. Pero ella siempre fue un espíritu libre. Si Wei Ying se mantenía atada a un solo sitio comenzaría a afectar su improntación, por consiguiente su resistencia e instinto de supervivencia.

Las parejas vinculadas de zorros tendían a desplazarse como nómadas. Su Lan Zhan, una hermosa humana, se caracterizó por el sedentarismo en el asentamiento donde creció hasta la madurez. Si bien, la amaba con todo su corazón, permanecer fija a un solo sitió afectaría; pronto, Wei Ying se sentiría atrapada y triste.

Acordaron periodos de tiempo juntas, y de distancia por el bien de ambas. A lo que Wei Ying prometió regresar a su lado antes del final de la primavera.

Como la tormenta helada anterior anunció la llegada del invierno, Wei Ying advirtió sobre su viaje en cuestión de pocos días.

Esa fue la razón por la que hicieron uso del tiempo que les quedaba juntas.

Este es un buen recuerdo, pensaré en tí cuando estés lejos, consideró WangJi.

Como último punto, se asentaron en lo que anteriormente fue un prado llano; ahora cubierto de nieve que les llegaba hasta la pantorrilla. Se permitieron juguetear en el hielo y recolectar piezas sueltas para crear artesanías y adornos.

Wei Ying mantuvo el firme agarre sobre Lan Zhan. Sintió el calor de su piel a través de los guantes para proteger sus dedos del frío, reguló su paso y fue soporte estable para el terreno desigual que provocó una sensación resbaladiza bajo sus pies.

Se detuvieron frente a un pinar, el cual destacó por los cristales de hielo cual enredadera de cristal. Lan Zhan apretó su garra con afecto. Su nariz se rozó con la suya en un beso, como Lan Zhan llamó. E incapaz de contener la travesura sacó sin a su humana del foso de hielo en el que se atascó, sin dificultad. Contuvo su fuerza para no herirla. A diferencia de ella, Lan Zhan era más delicada en su cuerpo humano. Wei Ying se aferró a ella y la hizo girar, conteniendo una carcajada maliciosa ante las negativas malhumoradas de su hermosa humana.

Cuando el sol de media tarde se hizo presente en las últimas horas del día, tomaron un descanso. Su cabello fue desordenado por el viento y sus mejillas sonrosadas de frío. Los cuartos traseros de Wei Ying, en especial sus patas, se humedecieron; adhiriendo una sensación extraña en su piel.

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