1.Una mañana fría de invierno

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Esa mañana era fría. Me gustaría decir que era la típica mañana de fin de semana de mediados de enero,pero en los últimos años, esas mañanas frías y nubladas,no eran tan típicas.

Había dos llamadas perdidas en mi teléfono.No había escuchado nada,ya que los domingos por la mañana me gusta alejarme del teléfono y sentir la sensación contraria a un matrimonio falsamente enraizado que no pasa por sus mejores momentos y durante la semana se comportan como unidades alejadas pero aprovechan el fin de semana para reencontrarse.

Mi relación con el teléfono era al revés. Demasiado amor durante la semana, y los fines de semana aunque me gustaba que saber de él, no me gustaba que viviese demasiado cerca.

Cuando salí de la ducha , vi las dos llamadas perdidas. Era Antonio, un compañero de trabajo con el que tenía una buena relación,pero ciertamente era muy raro encontrarme dos llamadas perdidas suyas un domingo,y menos por la mañana temprano.

Hay ciertos protocolos de horarios que hacen que, sin devolver la llamada, sepas que algo fuera de lo normal acaba de suceder.

Hay llamadas que no hace falta cogerlas para saber el mensaje de la misma.

Cuando iba a devolverle la llamada, vi que tenía varios mensajes de WhatsApp que se enviaron minutos después de hacer la última llamada.

El mensaje decía: "Te he llamado. Paco López ha muerto anoche. Está en la sala 7 del tanatorio."

El mensaje era escueto. Como si no tuviese más información que darme. Como si hubiese recibido esa información pero no hubiese querido preguntar más por no molestar o por miedo.

Por miedo a saber más. Por miedo a que le respondiesen que la vida es así, que ayer Paco se levantó para ir pasear como todas las mañanas de sábado y que hoy yace en el tanatorio.

Rápidamente llame por teléfono a Antonio y efectivamente no sabía mucho más.

Llame a un hijo suyo que hace años me dio su teléfono, me dijo Antonio.

Paco no estaba enfermo, pensé, al menos que se supiese.A Paco no le pasaba nada, sino que simplemente un mediodía de sábado dejo de estar entre nosotros.

Cuando preguntamos cómo ha podido pasar eso, siempre intentamos encontrar una respuesta egoísta que nos reconforte. Una respuesta del estilo llevaba años enfermo, o tal vez cuando preguntes que edad tenía, esperes también la respuesta reconfortante de ... creo que 60, y así nuestro cerebro analice rápidamente si ha sido mucho o poco lo vivido, como si la vida se midiese a lo largo y no a lo ancho.

Para certificar que alguien ha muerto, tiene que comprobarse durante un minuto, si su corazón está latiendo y posteriormente tomarle el pulso también durante un minuto.

Hay que ver que no está respirando, y comprobar que no responde a un estímulo de luz.

Si acaso quedase algún tipo de duda, puedes frotarle el esternón.

Cuando tu corazón se para, tu sangre deja de circular, se espesa y se coagula. Al dejar de circular comienza a acomodarse por el peso de la gravedad en un proceso que llamamos livor mortis.

Sin circulación tu cuerpo comienza a perder temperatura y tus músculos se endurecen, apareciendo el rigor mortis.

Al dejar de respirar, las células dejan de funcionar, se rompen y liberan todo tipo de sustancias. El cuerpo comienza a descomponerse.

Este proceso suele empezar entre las cuatro y seis horas de que tu corazón deje de latir y Paco llevaba muerto desde ayer por la tarde.

Siempre he querido pensar que alguien muere cuando se enteran los demás.

Paco llevaba horas muerto, debió de morir mientras yo estaba haciendo gimnasia o tomando algo en el bar de abajo de casa. Tal vez murió mientras veía una serie,o mientras pensaba que cocinar para el lunes.

El hecho físico de la muerte, nos acompaña desde el nacimiento, y nos va exigiendo poco a poco su espacio en la vida, tanto físico como mental.

Después de vestirme, cogí las llaves de mi coche y salí directamente para el tanatorio.

Mientras conducía con mi coche, pensaba en la realidad de los espacios fúnebres hoy en día. Si antiguamente eran lugares como conventos, iglesias, catedrales, por razones de higiene fueron dando paso a zonas en los cinturones urbanos, o cementerios con su caracterización religiosa, donde todo el mundo acompañaba al difunto hasta que era enterrado.

Hoy son enclaves donde la gente de todas las creencias (o tal vez de ninguna) dan su último adiós al difunto.

En la actualidad, los tanatorios están muy en relación con la actitud del hombre ante la muerte. Presentan un espacio aséptico, no solo en sus espacios físicos sino también en sus símbolos externos, dejando de ser un terreno exclusivo de una hoy minoría religiosa.

Llegar al tanatorio es circular por la circunvalación de una ciudad, es llegar a un edificio de ladrillo rojo, sin el menor símbolo, de que ese es el espacio que le queda a la muerte hoy en día.

Aquí no hay un payque que se separa del cuerpo, y se proyecta hacia el inframundo. No hay un Hades en los confines del océano.

No es un lugar oscuro, ni carente de luz, aunque sí invisible, donde solamente acudimos ante la llamada de teléfono del fallecimiento de algún ser querido.

Así pues observando la ronda de circunvalación de esta manera, parece ese pequeño hilo o tal vez ese río, que separa el mundo de los vivos del de los muertos.

Al ver el edificio cercano, y la gente saliendo de él, piensas que la reacción del hombre a estos lugares, sigue siendo de respeto, algunos incluso de reflexión, y por supuesto sentimiento de perdida.

Sin embargo nuestras sociedades occidentales actuales, tienden a disfrazar la realidad de nuestra finitud, obviar una parte tan sustancial de la vida, como es su final.

Celebramos los nacimientos, de tal manera que todos los años rememoramos con alegría esa fecha, y sin embargo le dedicamos muy poco tiempo a pensar sobre lo lógico de la conclusión de la vida, sin miedos o condenas religiosas, sino simplemente como un proceso de principio y fin.

La memoria de un hombre muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora