IX. Mejor más temprano que tarde

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Resumen: Una mañana cualquiera donde Baji despierta por la urgencia repentina de ver a Chifuyu lo antes posible, y de poder hacer algo más que solo verlo

# de palabras: 1297

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No puede explicarlo, pero la idea de la acción a realizar llega mucho antes que la sensación de despertar tan natural que recorre su cuerpo todos los días. En realidad, puede que haya sido la impaciencia o el deseo por realizar dicha acción, que no es algo que no haga de todos los días, pero esa cálida mañana lo invade una urgencia descomunal de llevar esa operación a cabo más pronto que tarde.

Es su hora habitual para levantarse, una vez se fija en el reloj sobre el marco de la ventana, así que comienza su día una vez. Entre más rápido haga las cosas mejor. Alcanza el uniforme cuando ni siquiera se ha quitado toda la ropa de dormir, pero en medio de eso razona y corre al baño a lavarse la cara. Piensa que no es suficiente, que debería darse una ducha rápida por lo menos para quitarse la suciedad del pelo, pero la impaciencia puede más. Se lava la cara, se desenreda el pelo y saludando apenas a su madre que también acaba de levantarse corre hacia su cuarto y termina de cambiarse.

Para acelerar toda la rutina de la mañana, se ofrece no solo a ayudar a su madre con el desayuno sino directamente a hacer todo él mismo. Lavar el arroz, limpiar unos trozos de pescado, calentar el sartén, soltar un leve quejido cuando el aceite salpica en pequeñas gotas contra sus dedos, sacar el natto del refrigerador, revisar la cocción del arroz-

—Keisuke, ¿qué rayos te sucede hoy?

—Cállate y come, mujer.

Presiente que su madre no le da un zape de advertencia porque puede estar suponiendo que ya está suficientemente mal de la cabeza ese día, y tampoco lo riñe porque no está ocultado lo apresurado que está y aunque su madre no es ni por cerca la más inteligente en esa casa puede decidir rápidamente que su hijo no necesita discusiones que interfieran con su trabajo.

Baji come a la velocidad de la luz, aunque eso implique quemarse ligeramente la lengua y preocupar más a su madre, pero tanto da. Está por lavar los platos, pero Ryoko insiste en que los lavará ella cuando termine, porque ni eso ha conseguido cuando él ya está de pie frente al fregadero. Agradece por la comida a pesar de que fue el cocinero y corre al baño a cepillarse los dientes.

Una vez termina, por su mente pasa el pensamiento de "será demasiado cepillarme dos veces, ¿verdad? ¿VERDAD?" pero aun así lo hace, se cepilla los dientes de nuevo y roba un sorbo del enjuague vocal de su madre que nunca usa porque le parece una tontería que encima suele picarle la lengua cada vez que lo usa, pero esta mañana, para lo que pretende hacer en unos minutos, parece algo prudente.

No siente la lengua, pero tanto da. No está seguro de sus anteojos están en el estuche que mete a las apuradas en su bolso escolar, pero tampoco importa. No sabe que tanto está tentando a la suerte cuando entra apresurado a la cocina y se despide de su mamá con un beso en la mejilla y una palmada en la espalda (que seguramente es la cereza del pastel para terminar de alarmar a Ryoko pero ella decide dejar el interrogatorio para más tarde) pero en serio que no importa nada más.

Solo se enfoca en ponerse el calzado, ajustarse la correa del bolso al hombro y bajar seis tramos de escalera hasta detenerse en una de las puertas del segundo piso que tanto conoce.

Es en ese momento que se da cuenta que ha vuelto a respirar. Que se calma, que se congela, porque se estuvo apurando tanto que ni se detuvo a fijarse en el reloj y a lo mejor es demasiado temprano y quién sabe cuánto va a tener que esperar frente a la puerta de esa casa ajena a que salga alguien. Pero no importa.

Claro que no interesa cuando una cabellera rubia cruza el marco de la puerta. La mirada de esa persona, que usa un suéter por lo menos dos tallas más grandes a la correcta y pantalones bombachos, está dirigida hacia el suelo por dónde camina.

Baji había vuelto a respirar, pero al momento en el que los ojos azulinos de Chifuyu se enfocan en su persona, todo el aire de su organismo desaparece. O puede que haya entrado nuevamente de golpe y estén por estallarle el corazón y los pulmones.

Que Chifuyu sonría no ayuda para nada.

—Baji-san, buenos días.

No se espera a que pase un segundo, no lo ha hecho desde que despertó. Apenas sí aguarda a que Chifuyu cierre la puerta de su casa para cerrar la distancia que los divide y, sin permiso ni advertencia, lo toma de las mejillas con ambas manos y lo besa.

Percibe resistencia, que más bien puede ser desconcierto y sorpresa, pero se desvanecen con los segundos. De todas formas, Baji no está enfocado en eso, si no de hundir más su boca contra la de Chifuyu. Su Chifuyu.

Finalmente se calma. Finalmente toma consciencia de que el día ha comenzado y tiene muchas cosas que repasar y hacer el día de hoy, pero antes, tiene que besar al chico que empieza a tomar entre sus manos, porque de otra manera no va a estar en paz consigo mismo.

Nada se compara con esa primera vez que pudo besar esos labios, pero repetir la acción una y otra vez, todos los días, es un poco más genial. Ya constituye un valor fundamental en su vida, tanto que no podría seguir existiendo si le alejaran esa oportunidad. Que Chifuyu piense lo mismo solo mejora las cosas, y lo sabe porque, como siempre, siente sus manos contra su pecho, que se van cerrando poco a poco sobre la tela de la camisa abotonada de forma desordenada.

No lo piensa mucho y le lleva una mano hasta la nuca, porque le encanta hacerlo y se siente agradable, y también así puede inclinar la cabeza de Chifuyu para besarlo de otra manera. Un beso simple está bien, pero salió de casa mentalizado para profundizar ese accionar, y pretende hacerlo. Claro, usar la lengua en medio del pasillo cuando puede pasar cualquier persona desconocida y verlos en el acto es peligroso, pero han pasado por situaciones similares. Y mientras Chifuyu solo parezca derretirse entre sus brazos y soltar ligeros sonidos contra su boca, pero no se separe ni un milímetro de su cuerpo, todo está bien.

Se permiten respirar cuando la urgencia inexplicable en el pecho de Baji disminuye, hasta que las ganas de besar a Chifuyu se vuelven algo controlable. Podría hacerlo otra vez, inmediatamente, luego de ver su cara sonrojada hasta las orejas recuperando el aire, pero en serio debería dejarlo respirar. No deja de abrazarlo y tomarlo por la nuca, sin embargo.

Aunque también está recuperando el aliento, Baji termina sonriendo de lado.

—Buenos días a ti también.

—Excelentes días, diría yo.

No puede evitar soltar una carcajada ante eso, acercando su frente a la del contrario.

—Disculpa. Tenía muchas ganas de hacer eso desde que desperté.

—Diría que no te debes disculpar nunca por eso, pero creo que me voy a desmayar —mientras lo dice, levanta sus brazos y rodea a Baji por el cuello, colgándose ligeramente de él. Adora cuando hace eso—. Así que sí, discúlpate.

Baji vuelve a reír un poco más.

—Puedo no besarte por lo que queda del día, si eso tranquiliza tu corazón.

Ríe con sus propias palabras ahora, en lo que escucha un jadeo indignado. Pero luego su risa es acallada porque se están besando de nuevo. Más calmado, más ligero. Más ellos.

—Por favor, no. Tú puedes besarme cuando quieras, Baji-san.

Él va a tomarle la palabra.

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N/A: Esto es culpa de mi amix por mandarme a leer un fic que de la nada me dio ganas de escribir algo bajifuyu, aunque desde hace tiempo quería hacer algo pero las palabras no salían. Quizás es porque estaba esperando a este momento en que simplemente escribí todo esto en poco más de media hora (? En fin, la magia del BajiFuyu.

Si leíste hasta acá pues muchas gracias, espero te haya gustado <3

Nos leemos por ahí, a ver si consigo escribir otra cosita de los chicos (tengo ganas de escribir un multichapter, de eso, pero aún sigue en "veremos"). En fin, cuídate!

Layla Redfox fuera!

:3

BajiFuyu One-Shots [Tokyo Revengers]Where stories live. Discover now