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Pero luego me viste, te pilló por sorpresa
Una sola lágrima cayó de tus ojos

La noche no sería tan mala, o eso pensó Satoru después de darse cuenta de que había terminado de arreglarse mucho tiempo antes de lo esperado.

Estacionó el auto afuera de la casa de los Fushiguro, tocando la bocina para llamar la atención de los dueños del hogar. Al cabo de unos segundos se asomó por la puerta el azabache, en compañía de su madre y sus dos perros husky.

— ¡Mi adorado Megumi, te he extrañado tanto! — dramatizó con un tono de voz chillón, abriéndole la puerta del copiloto desde el asiento del conductor.

— Yo no. — el menor soltó un suspiro y entró en el automóvil, colocándose el cinturón de seguridad inmediatamente, al terminar de hacerlo acarició con ternura a sus mascotas.

— Sé que mientes, soy tu tío favorito. — desordenó los cabellos de Megumi delicadamente, riendo ante la mirada de odio que le colocó.

— Más te vale que esté de vuelta a las dos de la mañana, si llegas un minuto tarde te rompo las bolas. — la madre de Fushiguro se despidió, besando su frente cortamente, cerrando la puerta y agitando su mano en forma de despedida para Satoru.

— Lo sé, siempre me amenazas de la misma forma. ¡Mejor ve pensando a dónde quieres vacacionar! — deslizó sus oscuras gafas por el puente de su nariz, alzándole las cejas con picardía a la mujer.

— ¿Vacaciones? Nunca hablamos de eso.

— Para tu mala suerte, Megumi, nos iremos de viaje por una semana. ¡Será divertido!

— Mientras no venga Toji, todo bien.

Satoru mordió sus labios en un intento por reprimir una carcajada, intento que fue en vano.

— ¡Megumi! No le digas así, es tu padre. Esto lo aprendió de ti, ¿cierto? — Y Satoru alzó los hombros fingiendo demencia.

Bueno, en parte, a veces lo sermoneaba por faltarle el respeto y otras veces le enseñaba insultos elegantes.

— Bien, nos vamos.

— Diviértete y aléjate de los extraños, mándale saludos a Yuuji-Kun y a Nobara-Chan.

Esperó a que la pelinegra terminara de hablar para volver a poner en movimiento el auto, manejando con precaución al hogar de los Kento. Solía ser un conductor desastroso, pero ahora estaba la vida de su adorable sobrino en juego y no podía tomarse las cosas tan a la ligera.

Al menos no consumía alcohol, pero sí de vez en cuando los ansiolíticos le entorpecían la concentración.

No hubo conversaciones durante el viaje, dejó que Megumi colocara música y se aguantó las ganas de bardear a Weezer, solo porque no quería poner de más malhumor al azabache.

Rápidamente llegaron al lugar de la fiesta, siendo las diez en punto, con casi toda la cuadra ocupada por otros automóviles. El lado bueno de tener el apellido Gojo es que lo conocían por su padre y podía aprovecharse de eso, como ahora, que tenía el privilegio de poder estacionar el auto en el aparcamiento privado de la familia Kento.

Una vez bajaron del vehículo le colocó llave y pasó uno de sus largos brazos por los hombros de Megumi, apegándolo a su cuerpo para no perderlo de vista entre la multitud.

— Voy a soltarte una vez veamos a tus amigos, no puedo arriesgarme a que un imbécil te lleve con él. — habló, observando la mueca de disgusto del menor ante el contacto físico.

— Allá están, ¿puedo irme? — preguntó luego de un rato, indicando con el índice el inicio de las escaleras, donde Nobara e Itadori alzaban las manos para atraer su atención.

❝Save Your Tears❞ 「SatoSugu」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora