Alicent, con el rostro enrojecido por la ira, frotó su mejilla con violencia. Apretó su mano contra su boca, sintiendo cómo las uñas se clavaban en la piel. Quería gritar, liberar todo el odio que sentía hacia Rhaenyra. El motivo era simple: el rey, su esposo, mantenía toda su atención en su hija. La cuidaba todo el tiempo, consintiendo todos sus caprichos y antojos durante el embarazo. Rhaenyra disfrutaba de su sufrimiento, de eso estaba completamente segura.
En una ocasión, durante una conversación sobre el nombre del futuro heredero, Rhaenyra había afirmado que, si daba a luz a una niña, la nombraría Aemma en honor a su difunta madre. Esa declaración había sido la gota que colmó el vaso para Alicent.
"Es una descarada", murmuró Alicent con celos, recordando cuando su propia hija, Heleana, estuvo embarazada. Viserys, el rey, no mostró la misma emoción que con Rhaenyra. ¿Por qué su hija no recibía la misma atención?
Heleana, sentada junto a la ventana, levantó la mirada de su bordado. Desde que tenía uso de razón, Rhaenyra había sido amable con ella. Se llevaban bien, a pesar de las tensiones familiares.
"Es su primer hijo", dijo Heleana con voz suave y amable. "Está feliz por su embarazo."
Alicent frunció el ceño. "¿Pero de qué lado estás, Heleana? Tu hijo debería ser el heredero, y ella se embarazó a propósito solo para modificarlo todo."
Heleana suspiró. "Será un hermoso bebé", respondió, volviendo a su bordado. No quería tomar partido en la rivalidad entre madre e hija. Solo deseaba que la paz regresara al castillo y que el futuro heredero trajera alegría a todos.
Alicent, con el ceño fruncido, miró el bordado con desprecio. "A veces no comprendo tu comportamiento", murmuró. "¿Qué es eso?"
La princesa Heleana sonrió al enseñarle a su madre su perfecto bordado. Sus dedos hábiles habían tejido un dragón rojo, sus escamas detalladas y sus ojos brillantes.
"Es un dragón rojo", respondió Heleana con calma. "Es para el futuro bebé."
Alicent, enojada y asqueada, apretó los puños. "Quema esa cosa", exigió. No quería ver nada que recordara a Rhaenyra y su embarazo.
Heleana negó con la cabeza. "Solo faltan sus alas", dijo. "Será el más bonito."
La ira de Alicent aumentó. "¿Es que acaso no te preocupas por tu hijo?" exclamó. "Debería deshacerme de él... mi nieto será el único heredero."
Heleana detuvo sus manos, observando severamente a su madre durante un largo momento. La tensión en la habitación era palpable, y el silencio incómodo pesaba sobre ellas.
Alicent Siempre astuta y observadora, no dejaba pasar detalles. No había rastro de la ropa de Aegon, y eso la inquietaba. "¿Dónde está Aegon?" preguntó con voz firme. "Nunca los encuentro juntos, y eso me preocupa. Deberían mejorar en su matrimonio, ambos".
Heleana, sin inmutarse, respondió con indiferencia: "Nunca lo encontrarás en mi lecho, te lo aseguro, madre. Tal vez estaba debajo de las mantas de...". Su tono sugería que Aegon no era su prioridad.
La acusación de Alicent fue directa y sin rodeos. "¿Acaso mantiene una amante en el palacio? Dime el nombre de esa mujer, y aseguro que ella nunca volverá a ver la luz del día". La lealtad de Alicent hacia su hija era inquebrantable, y no toleraría que engañaran a Heleana en sus narices.
Heleana, en cambio, desvió la conversación con ligereza. "Las mariposas azules son mis favoritas", comentó, como si el asunto de Aegon no le afectara en absoluto.
Alicent no se dejó distraer. "Heleana", la reprendió con firmeza. Quería respuestas, no evasiones.
Heleana continuó hablando de otro tema, como si la situación no fuera urgente. "Amo las arañas, pero Aemond me advirtió que debo mantenerlas alejadas de los gemelos. Son un poco peligrosas".

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𝕿𝖊 𝖆𝖒𝖔 𝕽𝖍𝖆𝖊𝖓𝖞𝖗𝖆 𝕿𝖆𝖗𝖌𝖆𝖗𝖞𝖊𝖓
Fiksi PenggemarLa vida de Rhaenyra Targaryen estaba llena de tragedias y tristeza. Después de perder a su esposo Daemon. Sin embargo, en medio de la oscuridad, Rhaenyra encontró consuelo y felicidad en la persona menos esperada: En Aegon que esta completamente o...