Jonas
—Bien, ahora díganme ¿qué chica de la clase les parece más atractiva? —preguntó Alex Stewart luego de ingresar a los vestidores del gimnasio de Bicentenary High School.
Noah Parker, cuya taquilla se encontraba entre la de Jonas y la de Alex, se limitó a encogerse de hombros con una actitud desinteresada mientras se deshacía de su sudoroso uniforme deportivo.
—No tengo ningún gusto en especial —respondió sin más, sacándose el jersey por los hombros.
Acostumbrado a esa clase de respuestas por parte de Noah, Alex puso los ojos en blanco.
—Vamos, sólo digan un nombre. A mí la chica que me parece más atractiva es Paige. Tiene una cara muy linda y sus pechos realmente crecieron demasiado después de las vacaciones de verano.
Jonas y Noah fruncieron las cejas.
—¿Por qué mencionas sus pechos? —se quejó Noah, metiendo su uniforme sucio en la mochila.
—¿Eres alguna clase de pervertido o algo así? —agregó Jonas, sacudiendo la cabeza.
—¿Van a decirme que jamás le han mirado los pechos a una chica?
Noah agarró una toalla blanca del estante y se dirigió al área de las duchas comunales.
—Pues no, la verdad es que no.
Alex escupió un resoplido burlón.
—¿Qué hay de ti? —le preguntó a Jonas, echándose la toalla sobre los hombros para seguir a Noah por el pasillo—. Sophie también tiene pechos grandes. No tanto como los de Paige, pero...
—¿Te importaría dejar de hablar sobre pechos?
—¿Por qué? ¿Te da miedo tener una erección?
—Eso quisieras.
En las duchas, más de veinte adolescentes de quince años se encontraban bajo las regaderas para que el agua se llevara el sudor que cubría sus cuerpos luego de una larga hora de Educación Física. Junto a Jonas, Alex insistía en que Noah dijera el nombre de una chica, pero éste le ignoró.
Sin prestarles demasiada atención, Jonas se frotó el cuerpo con una barra de jabón. Cuando el chico junto a él terminó de ducharse, cerró la llave del agua y se marchó. Sólo en ese momento, Jonas avistó al marginado escuálido que, a pesar de ser un perezoso de mierda que se la pasaba durmiendo en todas las malditas clases, sacaba siempre las mejores notas del instituto. ¿Cómo lo hacía? Jonas no tenía ni la menor idea. Pero sabía que era por favoritismo. Incluso ese día, el profesor Neil Anderson había pasado por alto su poca (por no decir nula) participación durante el partido de fútbol.
«Maldito hijo de puta».
Con una mueca de disgusto, Jonas observó al marginado. Éste estaba quieto como una estatua debajo de una de las regaderas. El chorro de agua fresca caía sobre su cabello y bajaba por su rostro, provocando que sus rebeldes rizos castaños se le adhirieran a la frente. Medía lo mismo que Jonas y su complexión física era más o menos parecida a la suya. Lo único «diferente» en él era su cara. Sus facciones eran tan suaves y delicadas que todos en el instituto decían que parecía una chica.
Después de unos segundos, el marginado abrió lentamente los ojos y miró la pared frente a él con una expresión somnolienta, típica en ese idiota. Tomó su barra de jabón y se lavó el cuerpo de forma perezosa. Jonas se sintió furioso. ¿Por qué ese hijo de puta siempre estaba tan cansado cuando jamás hacía nada? Apretó los dientes, luchando con la necesidad de darle una paliza. En su lugar, miró con disimulo cómo éste se frotaba el cuello, la nuca, las axilas, los brazos, el pecho y el abdomen.
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Beautiful Symphony ©
Teen Fiction¿Alguna vez te has imaginado cómo sería el mundo si no existieran los prejuicios? Durante toda su vida Anakin se ha visto obligado a lidiar con las opiniones que otros asumen acerca de él sin siquiera tomarse el tiempo de conocerlo. Se dice que es u...