Capítulo 2 | Peste negra y familias religiosas

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Anakin

Sentado en un sofá color beige frente a su terapeuta, Anakin cambió de página el grueso libro que sostenía entre sus manos sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor. Sus ojos oscilaban de un lado a otro mientras que su cerebro absorbía cada palabra del para nada interesante contenido. Delia Stanzler, de treinta y cuatro años, cabello rubio y rostro muy redondo, lo observaba desde su lugar con una simpática sonrisa con los labios.

—Anakin —lo llamó con un tono suave y tranquilo al que él no respondió. Algunas veces todavía le costaba trabajo reaccionar a su propio nombre—. Anakin —insistió la mujer, inclinándose hacia adelante—. Anakin.

Parpadeando con desconcierto, Anakin arrastró su mirada lejos del libro.

—¿Sí? —respondió, contemplando las mejillas estiradas de su terapeuta.

—La sesión comenzó hace cinco minutos.

—Lo lamento, me he distraído.

—Está bien, no pasa nada. —Delia enderezó la espalda, se acomodó mejor en su diván, que también era color beige, y cruzó las piernas con total profesionalismo—. Dime, Anakin ¿cómo te fue hoy en el instituto?

Anakin se encogió de hombros.

—Igual que siempre.

—¿Igual que siempre? —repitió ella, alentándolo a dar una mejor respuesta—. ¿Eso qué significa?

Suspiró, cerró el libro de tapa dura que había estado leyendo hasta hace apenas unos segundos y deslizó los dedos sobre las letras con relieve de la portada. Le encantaba sentir la textura áspera del cuero sintético.

—Me quedé dormido durante las primeras tres horas de clase, tomé un plato con verduras hervidas en la hora del almuerzo y obtuve las mejores notas en un examen de Matemáticas que presentamos la semana pasada.

Delia ladeó con la cabeza, todavía con las mejillas estiradas en una sonrisa.

—¿Eso es todo?

Anakin bajó las pestañas para ocultar sus ojos de la mujer que, al igual que él, prestaba atención a cada mínimo detalle, gesto o movimiento que el otro hacía. Pese a no ser una persona muy expresiva, ella tenía la habilidad de leerlo sin ningún tipo de problema. No era de extrañar que sospechara que Anakin ocultaba algo.

—Después de Educación Física, dos chicos me ataron a una regadera en el área de las duchas.

—¿Los reportaste con la autoridad correspondiente?

—No.

—¿Por qué no?

—Porque no quise hacerlo.

—Eso no está bien, Anakin.

—Lo sé, no estoy diciendo que lo esté.

—¿Quieres que...?

—No quiero hablar más sobre el tema.

Delia, que en aquel momento debía tener las mejillas adoloridas de tanto sonreír, apretó los labios pintados de rojo hasta formar una delgada línea. Asintió y garabateó unas cuantas observaciones en su cuaderno.

—Bien, ¿qué me dices de tus habilidades para socializar? —preguntó, atenta a su lenguaje corporal—. ¿Iniciaste o mantuviste una conversación con otras personas que no fueran tu hermana o tu mejor amigo Hendry?

—No me gusta socializar.

—En nuestra última sesión dijiste que lo intentarías.

—Lo intenté —repuso él, tamborileando los dedos sobre el encuadernado del libro—. No funcionó.

Beautiful Symphony ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora