_Capitulo Cuatro_

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Irremediablemente Marcus.


Tengo mi creencia de que, en la vida, los obstáculos impuestos solo nos hacen más fuerte. Nunca me agradó hablar de mi vida con nadie, pero quienes vivían a mi alrededor sabían por medio de Elan.

Solo que tienen una versión torcida para tapar la mierda por la que tuve que pasar por su culpa.

En la noche mientras Clarissa se sentaba en el comedor conmigo y luego de hablar de cosas normales, como el clima, revistas y famosos. Me preguntó que como estaba tomando todo esto de la ruptura definitiva.

—Necesito tiempo para digerirlo. —le conteste asintiendo con cautela—. Elan me hizo un daño que es demasiado para mi corazón.

La mayoría de las veces ella me miraba, y solo dejaba de hablar. Se que es porque me parezco demasiado a Galilea. Y esa mayoría de veces terminábamos llorando porque yo jamás la conocí bien y porque ella perdió a la mejor mujer que crio.

—Estoy sintiéndome del asco. ¿Pase tantas cosas por él, tantas lágrimas para que al final decidiese que era mejor estar con ella? Siempre la elegía y yo me quedaba ahí esperando como una estúpida a que ella le hiciera cometer una idiotez y yo terminase de pagar las consecuencias por él.

Lo peor de todo esto es que no tengo tanto rencor acumulado. Solo rabia.

—Por algo la vida nos pone a esas personas. Sam, no sigas lamentándote o nunca vas a sanar. —me había respondido mientras recogíamos la mesa—. Tu... Galilea, se sanó sola después que Santiago le dijese la verdad. Lo perdonó cuando no se merecía el perdón.

—Todavía la extrañas? —le pregunté, ella me miró y dejó de hacer lo que estaba haciendo con una sonrisa melancólica.

—Era mi hermana menor, y la mujer más humana que ha pisado el planeta. —susurró un relato que sé que me iba a destrozar más el corazón. Aun sin recordarla del todo, podía escuchar su voz arrullándome en las noches—. Sabía que ser la amante de un político le iba a traer consecuencias, los medios desnudaron por completo su identidad y que papel jugo en la vida de Santiago.

Clarissa siguió con su labor.

—Y aun así se arriesgó a todo por amor. —dijo luego de un largo esto de silencio—. Porque ella estaba enamorada de él, aunque el no estuviese al tanto.

Al día siguiente mientras le indicaba al técnico que arreglaría la impresora, donde estaba el ala de impresión. Marcus paso a mi lado hablando por teléfono en italiano y su voz era como el mismísimo infierno en esos tonos altos y bajos de su acento.

El me miró sonriendo.

Lo estaba haciendo a propósito, pero no le iba a dar el gusto de hacerme ver totalmente afectada por él. No debería creerse tanto cuando dos podían jugar el mismo juego así que lo ignore todo lo posible. Pero me había hecho sonreír y eso no lo podía borrar ya.

Dejé que el tipo me tomase de la mano cuando casi me tropezaba con alguien que realmente no vi. Marcus no se había ido del todo y estaba ya justo a mi lado con una mirada asesina hacia el chico que tomaba mi mano.

—Gracias. —mi voz salió medio temblorosa. El chico siguió su camino claramente intimidado por el hombre que me estaba mirando justo ahora.

Me gire a verle.

—Cualquiera creería que eres mi guarda espaldas. —me miró un rato y luego negó con la cabeza. No hubo necesidad de que yo dijese algo sarcástico para que al ser fuera.

Los Desafios de Samantha.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora