Capítulo VI: Integración

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Todo estaba oscuro. La luz tenue de la luna apenas traspasaba la fina tela de las cortinas que tapaban la ventana, la cual estaba algo entreabierta dejando pasar las corrientes tibias de aire a su habitación.

Su piel recibía satisfactoriamente la refrescante brisa mientras que sus piernas se tensaban por la misma razón. Su cuerpo no quería levantarse, sus ojos deseaban no abrirse: estaba tan agotado...

Y su mente, en las profundidades de un océano. Estaba flotando a la deriva, siendo llevado por la corriente tranquila. No había dolor, no había presión, solo una suavidad que lo acariciaba como si estuviese siendo protegido. Era como unos brazos que lo acunaban, así como también una voz que lo reconfortaba.

Una caricia en su mejilla y un roce de labios...

Cuando apenas pudo enfocar su voluntad en hacer visión con sus ojos acaramelados, estos se bañaron en un rayo constante que anunciaba el próximo salir del sol, aunque faltase un rato. No imaginaba la hora, su cuerpo le pedía más descanso, pero el fastidio de sus piernas le eran tan irritable que tuvo que por fin abrir los ojos para tratar de comprender.

Estaba acostado. Estirado. Tenía que encoger las piernas para usar el tacto o sentarse para que su vista averiguara a qué se debía tanto fastidio, pero no tuvo el impulso. Intentó mover una mano hacia su cabello y movió las yemas de sus dedos por su cuero cabelludo. Su otra mano estaba inmóvil, la estaba dejando allí inconscientemente y pronto creyó sentir un pelaje...

Casi como si de un corrientazo se tratase, quitó aquella mano. Levantó su cabeza y trató de ubicar... algo blanco, y eso solo fueron sus sábanas. Su cuerpo ni siquiera capacitó a su mente en analizar cuando ya se estaba sentando bruscamente y hasta poniendo de pie.

¿Dónde estaba?

Con una expresión de susto ligado con la somnolencia tensaba sus músculos y en movimientos torpes y bruscos movió cosas en su habitación, pero no estaba lo que buscaba. El pelinaranja apenas se dio cuenta de esto y un vacío en su pecho se asentó.

Abrió la puerta de un golpe y agarró escaleras abajo, pelando dos o tres escalones al estar tan adormilado. Tuvo otros jalones en sus piernas antes de poder estabilizarse y no caer contra el piso cuando una voz más aguda lo sacó de cualquier somnolencia.

- ¡Onii-chan!

Yuzu le exclamó por su casi choque inminente. Ichigo apenas volteó con el alma en boca, pero todo eso se le esfumó cuando la vió, con cierto bulto con pelos blanquecinos en sus brazos.

- Y-Yuzu...

- Ichi-nii, ¿sabías que volvió Shiro?

La voz de Karin le sacó de su estupor. La chica lo miraba atenta, su tono había sido directo, casi juzgándolo. Ichigo no encontró palabras para responderle, y solo cayó con la vista en el gato que lo miraba profundamente.

- Salió hace rato de arriba, ¿no estaba contigo?

Yuzu siguió. No pudo responder a la primera, pero pronto su típico ceño fruncido adornó su cara de nuevo mientras se rascaba la nuca.

- Sí... Ayer me lo conseguí...

- ¡Y no nos dijiste! -Se quejó la castaña, al punto que Ichigo sintió que estaba hablando muy alto. Un bostezo salió de su boca- ¡Aún no me lo puedo creer! ¡Pensé que nunca lo vería otra vez!

- ... -Su ceño se suavizó un poco ante ese comentario- Yo tampoco... -Admitió para sí mismo.

Karin pudo apreciar, pese a la distancia, el alivio que cursó en el rostro del mayor. Una pequeña sonrisa adornó su rostro, feliz de que Ichigo si estuviera abierto a conversar directamente del pequeño animal. Aunque quizás no entendiera complemente el por qué su padre les había dicho que no conversaran de eso con él.

Fear Yourself [Bleach Yaoi • HichiIchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora