CAPÍTULO 4: PROTEGIDO

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Región de Yamen, continente de Dorme al 5 de julio del 2023. Metro.

[11:48]

Lucio se despertaría con un terrible dolor de espalda y cervicales, al haber dormido recargándose sobre la pared a su izquierda, en adición al de cabeza que no se iba, y persistía desde que se despertó del coma. Vidar estaba frente a él, rayando la hoja de su cuchillo contra una piedra color negro. En el suelo, delante, estaban ambas mêkias sin su funda.

—¿Qué haces? —pregunta tallando sus ojos.

Vidar hace chillar la piedra contra el metal del cuchillo, para después poner el arma frente a él, y observarla desde varios ángulos.

—Afilar las hojas —responde.

—¿Afilar... hojas? —

—Cuchillo, sable. A cualquier metal cortante se le llama hoja. Al usarlo pierde su filo eventualmente. Sobre todo, armas finas como estas —dice haciendo un gesto con su cabeza hacia las mêkias gemelas—. Suelen ser especialmente efectivas, pero delicadas si no se les cuidan como es debido. El arte del sable se estudia durante años por lo mismo, no es solo cortar cosas con la parte filosa, ¿sabes? —voz frustrada.

Vidar guarda todas sus armas cortantes en sus respectivas fundas, y las coloca sobre su cuerpo.

—¿Por qué usas esas armas en lugar de pistolas y rifles? ¿No son mejores? Pensé que solo se usaban en las películas que tanto le gustaban a mi papá y a mi hermano mayor —argumenta.

—Las armas de fuego hacen mucho ruido, son pesadas y toscas. Los predadores son blancos fáciles y, es mucho mejor usar un arma como estas. En las condiciones actuales, es importante tener movilidad. Además, hay que llevar munición, la cual es un peso extra y... no hay de sobra que digamos. Las armas de fuego son para los que aún siguen conscientes. Los sables son mucho más efectivos para lo que hago; no busco un enfrentamiento a distancia, no me interesa ser detectado y empezar un tiroteo. Yo me acerco sin que puedan detectarme y ataco antes de que siquiera se den cuenta. El ruido atrae a los predadores como un faro de luz. Los hombres armados tienden a pecar en confianza, nunca esperan a alguien detrás a punto de cortarles el cuello. Se sienten seguros portando un instrumento que acaba con la vida de cualquiera en segundos —responde y se incorpora, levantándose.

—¿Ya nos... vamos? —pregunta Lucio tratando de asimilar la respuesta de antes, poniéndose de pie y estirándose un poco.

—Los planes cambiaron... Hablando del tema, no tengo munición y mi suministro fue robado. Los responsables creyeron que sería una muy buena idea resguardarse en la ciudad. Cayeron en mi trampa —

—¿Puedo intentarlo de nuevo? Lo del golpe —

—¿Crees que cambiará algo? —lo mira.

—Quien sabe... —replica serio—. Pero si no lo intento... seguro que todo sigue igual —

Vidar abre la puerta del pequeño almacén en el que dormían y sale afuera, hacia el metro. Lucio lo sigue y lo observa. Ohja se quita de encima todas sus pertenencias, armas una por una, y lo suelta sobre el suelo. Después, se agacha y desenfunda cada una de ellas, arrojando las vainas un par de metros alejadas.

—Elige una —le indica a Lucio, en cuclillas y mirándolo fijamente. Está en centro de la explanada.

Lucio intenta tomar la más grande de todas las mêkias, pero es demasiado pesada.

—Hmm... ¿Crees que el tamaño va relacionado con la eficacia? —cuestiona decepcionado.

—Es la que usas tú, supongo que es la mejor —responde apenado.

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