CAPÍTULO 7: CICATRÍZ

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Región de Yamen, continente de Dorme al 18 de junio del 2023. Bosque.

El Cigüeña Ledo se había quedado dormido, al frente de Fídi y Royal. A su lado estaba la otra niña, intercambiando ojos con el par de vez en cuando.

Fídi venía contando historias y charlando con Royal, como dos colegas.

—...Así fue como salvé a esa pequeña niña una vez. Si hubieras visto la cantidad de predadores, más que en una boda —se regocijaba.

—¿¡Tú solo!? No te creo... —vacila Royal, entre cortas risas inocentes.

—¡Es verdad! Algún día te mostraré mis dotes, tengo muchos talentos —frota sus manos.

—Sí, sí... presumido... —bromea con él.

Royal nota la incomodidad y temor en la otra niña, por lo que, decide hacer algo al respecto.

—¿Te llamabas Olivia, ¿verdad? —pregunta.

La niña asiente. Llevaba las manos apretadas, una contra la otra, tensionada.

—No debes de tener miedo. Fídi me contó que el paraíso es un buen lugar, mucho mejor que ese en el que estábamos. Seguramente estemos mejor allí —le regala una sonrisa.

Mientras las niñas conversaban, Fídi toca tres veces la ventanilla que daba con los asientos al frente del coche. Se situaba justo en medio del asiento del chofer y el del copiloto. Este último abre la ventanilla y Fídi le entrega un sobre sellado de inmediato. Era gordo, pero pequeño. Tamaño media carta.

El gesto no le resulta natural, lo demuestra su actitud a la hora de tomar el sobre, de forma pausada y pensativa. La ventanilla se cierra y Fídi mira hacia enfrente, fijamente a Ledo durante unos momentos.

—Mi hermano estaba fuera de la ciudad antes de que todo esto pasara, en un paseo de su escuela —le cuenta Olivia.

—¡Qué suerte! Ojalá... mis hermanos también... —agacha la cabeza, pero después la levanta y sonríe nuevamente, a medias.

La ventanilla se abre.

—Haremos una parada en breve. Solo para que lo sepan. Podrán ir al baño si así lo desean —

—Perfecto, gracias —replica Fídi.

—Claro —ríe antes de cerrarla otra vez, el tipo del anuncio al otro lado del vehículo.

Ledo seguía quieto, sumido en su paz total.

—Sí... me gustan los duraznos, pero más las ciruelas —decía la pequeña.

—¿En serio? —Royal no pudo evitar ocultar su cara de asco—. No me agradan del todo, pero... creo que no están mal tampoco —gesticula la mentira.

—No tienes que decir eso. Si no te gustan, no pasa nada —

—¿No te enojas? —pregunta Roy juntando los labios.

—No... eres muy buena —sonríe.

—¿De verdad? ¡Gracias! Tú también eres muy buena —le muestra los dientes.

—Ahora... somos... ¿amigas? —se cohíbe.

—¡Sí! No vamos a estar solas en el paraíso, ya nos tenemos la una a la otra —

—Sí, ¿verdad? —

—Sí. Y sobre la ciruela, la verdad es que no me gusta nada —saca la lengua.

Ambas ríen de forma reprimida, quizá para no despertar al Cigüeña que tenían al lado, o porque se acordaron de la situación en la que se encontraban.

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