Por la borda.

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Sparkling Cookie, un bartender reconocido por toda la ciudad, al ser el dueño del bar más prestigioso dentro de esta, se encontraba barriendo, deshaciéndose del molesto polvo que se acumulaba con los sucios zapatos de los visitantes, cuando de repente un grupo de ratones de apariencia peligrosa, algunos con cicatrices sobre su rostro, entraron al bar.

Disculpen, caballeros, pero el bar cerró hace unos minutos.—Dijo Sparkling, señalando al letrero de "cerrado" en la puerta, el cual no era precisamente pequeño.

Caballero, nosotros no venimos por bebidas, venimos por dinero, ¡Así que suelte todo el dinero en sus bolsillos!—exclamó uno de los ratones, el más grande y robusto del grupo, y al mismo tiempo el más intimidante, mientras sus acompañantes sacaban navajas, dispuestos a hacerle daño a la pobre galleta.

Sparkling Cookie puso sus manos en alto, pero luego bajarlas de inmediato para llevarlas a sus bolsillos, buscando algunos diamantes o, por lo menos, algunas monedas. La banda procedió a destruir todo lo que se encontraba en su paso con tal de encontrar alguna caja fuerte donde se encontrara el dinero, mientras el resto del grupo amarraba a Sparkling con una cuerda, la cual uno de ellos había traído. Sparkling, aún aturdido por lo que estaba pasando, no opuso resistencia, solo se quedó observando como los ladrones destruían todo lo que le había costado tanto construir en tantos años, como todo se caía a pedazos en frente de sus narices, sin poder hacer nada al respecto.

Señor, aquí está la caja.—Dijo uno de los ratones

Perfecto. Llévensela, la abriremos en la guarida.—Ordenó el jefe de la operación.

Jefe, que haremos con esta galleta? No podemos simplemente dejarla ir, podría desatarse y revelar nuestras identidades al departamento de M.E.H.—Indicó otro de los involucrados en el robo

No se preocupen, de eso me encargaré yo.—Aseguró el Jefe, con una sonrisa maquiavélica en su rostro.

Sparkling Cookie tragó saliva, ya podía imaginar lo peor: Quizás lo dejarían en el desván, hasta que ya no pudiese respirar, ¿O quizás lo harían explotar? Todas los escenarios posibles se le vinieron a la cabeza, lo que le ocasionó un miedo inimaginable.
El jefe levantó a Sparkling Cookie y lo llevó sobre su hombro mientras el grupo se dividía en dos partes: uno iba detrás del jefe, y el otro iba con rumbo desconocido, probablemente a su guarida secreta o algo por el estilo. La pandilla se dirigió a la playa, donde aguardaba un pequeño bote de madera apenas grande para 2 galletas de proporciones promedio, en el cual arrojaron a Sparkling y empujaron en bote con el pie.

¡Hasta nunca, Sparkling Cookie! ¡Ya veremos cómo va tu negocio después de esto!—dijo el jefe, mientras el resto del grupo reía a carcajadas.

Sparkling Cookie estaba aterrado, no sabía si iba a poder volver a casa, no sabía si siquiera podría llegar a tierra firme, pero lo único que le quedaba hacer era esperar a que la suerte lo acompañara, y que la hada del océano tuviera compasión por el. Después de un tiempo, Sparkling Cookie cayó inconsciente, hambriento y sediento, ya que no había comido ni bebido nada por un buen rato.

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Después de unas horas, Sparkling Cookie despertó, hambriento. Este levantó su mirada, luego para levantar el resto de su cuerpo, hasta que descubrió que el estaba estancado en... ¿Arena?

¿D-Donde estoy...?—dijo, con la boca seca, casi sin fuerzas, pero algo feliz por este descubrimiento.—Quizás pueda encontrar una forma de desatarme y buscar comida...—Dicho esto, el se levantó como pudo, ya que no le habían amarrado las piernas, por alguna razón que no comprendía, probablemente solo fue un descuido de su parte. Este se dirigió a la playa, la cuál estaba... muy bien cuidada, e incluso encontró flores que nunca había visto antes. Caminó por un segundos, observando de las flores, hasta que cayó sobre sus rodillas, cansado, sediento y hambriento. Se detuvo a observar la playa por todas partes, hasta que escuchó unos pasos que resonaban en la arena, acercándose. Cuando esta figura fijó su mirada en Sparkling Cookie, se alarmó, acelerando en su dirección, mientras le cuestionaba al recién llegado.

¡Oh, santas flores! ¿Estás bien? ¿Necesitas que te ayude?

—¿Eh...? Quien...

Mientras que la silueta se acercaba rápidamente a Sparkling Cookie, este rápidamente cayó al piso, cerrando sus ojos poco a poco, desmayandose una vez más. Cuando la silueta llegó al lado de Sparkling Cookie, agarró su cuerpo y lo levantó en sus brazos, cargándolo como princesa, llevándolo fuera de la playa, dirigiéndose al centro de la isla, donde se encontraba un pequeño pueblo.

Él tocó la puerta de una de las casas, que era un poco más grande que las demás.—¿Bellflower Cookie, estás por ahí?—Preguntó la galleta, llamando a una galleta en específico, la cual se asomó por la puerta.

¿Si, señor? ¡Oh, santo Dios!—Ella rápidamente abrió toda la puerta y le hizo señas a la otra galleta para que entrara. Bellflower Cookie era alta y fuerte, por lo que tomó a Sparkling Cookie en sus brazos con mucho cuidado.

Necesito que lo ayudes, yo iré por hiervas medicinales para poder ayudarlo, debe estar cansado...—Dijo la galleta, mientras seguía a Bellflower Cookie por los pasillos, hasta llegar a una puerta y separarse de ella, entrando por esta.

Bellflower Cookie se dirigió a otra habitación, el cual también funcionaba como sala de hospital, donde habían unas cuantas camas en una habitación algo espaciosa, con otra galleta dentro de esta, la cual no era precisamente joven.

Bellflower Cookie, veo que traes a otro paciente... recuéstalo en una cama y, por favor, tráeme medicina.—El anciano se levantó de una de las camas en la cual estaba sentado, en la cual no había nadie, y se acercó a ambas galletas.

El gobernador se ofreció a ayudar con eso, abuelo, será mejor que me quede contigo para ayudar.—Dijo Bellflower Cookie, reposando a Sparkling Cookie en una la misma cama en donde su abuelo se había sentado, arropándolo con las suaves sábanas.

¿El señor Herb Cookie?—El anciano se veía curioso.—Que extraño, la realeza no suele ayudar a los extraños por aquí...

Quizás es porque ningún extraño viene por aquí, abuelo.

El río un poco.—Supongo que tienes razón. Tráeme un vaso de agua, por favor.

¡En camino!—Exclamó Bellflower Cookie, dirigiéndose rápidamente a otra habitación de la casa, dejando a su acompañante solo.

El anciano se giró en dirección a Sparkling Cookie, el cuál seguía inconsciente.—¿Quien eres, extraño...?—El se le quedó mirando a Sparkling Cookie con atención, pero rápidamente solo se dió la vuelta para buscar alguna medicina.

Flowers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora