treinta y dos

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Tal y como había sucedido unas noches antes, el beso pasó de ser uno dulce a uno necesitado. Gaia lo arrastró al interior del departamento y Valentín la apretó contra la puerta del balcón atacando sus labios nuevamente, sin animarse a tocarla más allá de la cintura. Le acariciaba la espalda por encima del fino vestido queriendo grabarse en la memoria cada una de sus curvas.

Le besó el cuello haciéndola sonreír y suspirar, acto que lo animó a bajar una mano a su culo para apretarla contra él. Jadeó metiendo las manos por debajo del vestido, deseoso de sentir la cálida piel de la chica.

—¿Queres que pare?

—Callate y seguí.

Sonrió contra sus labios e hizo que enrede una de las piernas en su cintura para poder hacer fricción contra su intimidad. Gaia gimió.

—Valen, a la cama, vamos a la cama.

Valentín la alzó disfrutando los besos mojados en su cuello y empezó a caminar a la habitación.

—Ay, pará, apaguemos la luz que es gastar al pedo.

Giró los ojos y volvió acercándola hasta donde estaba el interruptor. Caminó rápido pero tuvo que hacer otra parada en la cocina para apagar la luz ahí también.

—¿Queres que vayamos a apagarle la luz a todos tus vecinos?

—¿Podemos?

Se sentó en la cama con ella encima, se dejó desabotonar la camisa y sintió sus manos frías pasar por su abdomen. La escuchó suspirar y sacudió los brazos ayudándola para terminar de sacarse la prenda.

—¿Cómo se saca esto? —preguntó atontado subiéndole el vestido.

—Por arriba.

Se puso nervioso mientras se lo sacaba por la cabeza, Gaia no llevaba corpiño. No era la primera vez que veía un par de tetas, tampoco era la primera vez que la veía a ella en tetas, pero se sintió como si tuviese quince de nuevo y estuviese viendo las primeras de su vida en vivo y en directo. La miró fascinado, apoyó las manos sobre la cama admirando su cuerpo.

—Dejá de mirarme así.

—Me desconcierta lo buena que estás —contestó volviendo a besarla.

La acostó en el colchón y la besó y tocó por todos lados hasta cansarse, con apuro. Gaia le desabrochó el jean y él pataleó para sacárselo, gimieron cuando lo único que los separó fue la ropa interior.

—Amor, no tengo forros —recordó en un quejido.

Ella se retorció para poder moverse debajo de él, se dio vuelta dándole a Valentín una vista espectacular de su culo y estiró el brazo hasta la mesa de luz buscando un preservativo que andaba dando vueltas. El chico enarcó una ceja, a veces se olvidaba de que Gaia había estado con otros pibes además de él.

Gaia le extendió el paquetito, Valentín lo abrió apurado mientras ella se terminaba de desnudar y tironeaba de su bóxer para que cayera al suelo. Se acostó de espaldas cuando él estuvo listo, y abrió las piernas para dejarlo acomodarse en su interior.

Valentín la besó y entró con delicadeza, se movió despacio escuchándola suspirar y soltar gemidos suaves. Repartió besos por toda su cara sin dejar de penetrarla, quería no solo darle placer sino también hacerla sentir amada porque era lo que Gaia merecía.

Pegó su frente a la suya acelerando el ritmo cuando ambos comenzaron a alcanzar el clímax. La vio cerrar los ojos con fuerza y ahogar un grito a la vez que se aferraba a sus hombros. Hermosa.


[...]


Valentín estaba acostado en la cama intentando regular su respiración, tenía los ojos cerrados y sonreía pensando en lo que acababa de pasar. Abrió un ojo cuando escuchó a Gaia entrar a la habitación, solo traía puesta una tanga así que aprovechó para mirarla de arriba a abajo.

Corazón • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora