Se mantuvo en silencio, aún después de escuchar una pequeña parte de los rumores que la rodeaban. Ni el vibrar sonoro de las armaduras de metal de los Guardias que la escoltaban podía distinguirse. Murmullos y quejidos indignantes a espaldas de la jóven Targaryen, desinteresada en el pensar erróneo que tenían de ella en esos tiempos, acabada la discusión bélica.
Los ventanales de la sala de reuniones, eran característicos en la Casa Real de Runestone, agrandando en apariencia la lúgubre estancia. El amanecer había ocurrido hacía minutos, rayos del sol decoraban las reliquias de bronce y asientos, al igual que el rostro pálido de Valyria al avanzar frente al Consejo principal de Runestone.
Lo primero que llamó su atención fue la mirada de Lady Rhea, una desaprobadora, angustiada y, por último, examinaba que no tuviera ninguna herida grave, aparte de las superficiales que podían verse a corta distancia. Sopesó con claridad que las decisiones que había tomado, habían estado correctas, por lo que no dudaría en qué ella le daría la razón.
En cambio, de lo que pensaba sobre quién tomaría el mando, el primo de su madre se interpuso en medio para que Rhea no se dejara llevar ante la manipuladora actitud de Valyria.
La consideraba el cuervo atrayente de desgracias, la escoria del mundo hecha persona.
—Se ha logrado establecer un dictaminado de paz, nuevamente, entre la Casa Royce, la Casa Arryn, y restantes del Valle. Nuestra disputa de zonas reclamadas siempre ha dado de que hablar, pero hemos hallado una solución— se encontraba al final de los escalones, caminando de un lado a otro, exponiendo un discurso contrario a lo que había pasado realmente. Antes de opinar, decidió guardar silencio y así esperar que mencionara su participación en la batalla. —Más ahora, porque se avecinan tiempos oscuros para el trono de hierro. Aunque, Runestone y Eagles Nest, han dado su apoyo a la decisión de nuestro Rey al nombrar a su hija la heredera de la corona, es innegable la inestabilidad que generará en el Reino que una mujer...—. cerró la boca al oír la dulce risa de la platinada, animándose por primera vez desde que había entrado a la sala.
—¿Esto tratará sobre las muertes que generó la rivalidad entre ambas Casas que rodean el Valle? O, ¿Tu desaprobación sobre una mujer en el trono?— habían un total de cuatro guardias custodiando su comportamiento, ella en medio sin una pizca de interés en quienes la miraban junto a su madre. —Sí es la segunda, no creo que seas el primero ni el último en pensar eso. Y, tampoco tomarían en cuenta a un cobarde que no sabe manejarse bajo presión.
Los dientes del hombre parecían crujir al tensar la mandíbula, la poca paciencia que tenía se había evaporado por esa niña rebelde. Una infanta proveniente de la familia más problemática de los Siete Reinos. Y, lo peor de todo, descendiente del hombre a quién más odiaba en el mundo.
—Maldita escoria. ¡Una bastarda malagradecida!—. El sonido de sus pasos enmudeció a los presentes, veían como bajaba los escalones hasta posicionarse frente a la platinada. —Te acogimos bajo nuestra protección porque todos te aborrecían. Ahora, ¿Quién te crees para hablarme de esa forma? ¡Desgraciada inmunda!— los rayos del sol iluminaron la iris violeta de sus ojos espectantes de como el hombre alzaba su mano, esperando con la cabeza firme el golpe.
Un rugido similar a los truenos de las tormentas que azotaban el valle, interrumpió al hombre. A través de los ventanales podían visualizar los ojos ambarinos de la bestia, enseñando sus afilados dientes aún manchados con la sangre de los caídos.
Daorxalli estaba dejando en claro que nadie tocaría a su pequeña jinete. No tenían el derecho a siquiera tenerla rodeada de esa manera.
—Suelten a mi hija. ¡Ahora!— Rhea mantenía sus brazos extendidos indicándoles que se movieran con lentitud. Una vez libre, Valyria corrió a sus brazos para ser rodeada en un temeroso abrazo. —Mi amor, escúchame. Es momento de que el dragón se aleje, para que no lastime a nadie...
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𝐏𝐑𝐈𝐂𝐄𝐋𝐄𝐒𝐒 𝐋𝐎𝐘𝐀𝐋𝐓𝐘
Fanfiction𝐏𝐋 | Audaz, inteligente, curiosa, manipuladora, con una prominente y antigua belleza destacante de los Targaryen. Era lo que se escuchaba de quienes habían compartido algunas palabras, o un simple saludo, con la Princesa Valyria. Aemond, no era qu...