Prologo.

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N/A: ¡He vuelto junto con el prologo! Sé que no es escusa, pero he estado ocupada últimamente, ¡tengo de siete a ocho pruebas en tan solo cuatro días, mierda! Pero los adoro, y, como me voy una semana a las cataratas por capricho de mi abuela, decidí que, mínimamente, debía publicarles el cap. ¡Saludos...y a leer!

Pasar el verano con los Zabini estaba resultando algo inesperadamente divertido. Blaise le había presentado cada una de las habitaciones y sectores al día siguiente del que habían llegado; la Mansión Zabini era considerablemente más pequeña que Malfoy Mannor, pero eso no le quitaba su aire maravilloso.

Al contrario de los ordenados y cuidadosamente variados jardines Malfoy, la única Mansión considerable con la que Potter podía comparar la Zabini, este tenía una desordenada, pero exótica fauna que daban razones de sobra a los 'por qué' de que a Blaise le gustaran tanto las flores.

¡Harry había pasado ya un mes allí y creía no haber visto todo el jardín aún!

Otra de las cosas que en la Mansión de Blaise no había a la vista eran los salones de fiestas, baile, o salones secundarios para disfrutar una taza de té con improvisados invitados, ya que su madre no era gran fanática de nada de esto; en vez de eso, el de tez morena gozaba de una biblioteca tan grande y basta que el propio guardia de Wan Shi Tong le daría envidia.

Por otro lado, Harry había pensado bien lo que seguiría a continuación: había estado muy enfadado a principios del año pasado como para pensar claramente en sus tíos. Si bien Voldemort no regresaría realmente hasta su cuarto año, entendía el punto de que si quería tener un lugar en el que pudiera estar completamente a salvo de los Mortífagos, debía renovar el lazo de sangre que lo unía a la casa de sus tíos mediante la protección de su madre; era consciente que esta podía desaparecer si no se la trataba con delicadeza. No era como si se fuera a quedar mucho tiempo, se había puesto un límite máximo de tres días, mínimamente, para ese verano; luego se iría con la familia Weasley una semana y el resto, ya vería dónde.

No era como si le fascinara la idea de ir con los Weasley, de hecho, la aborrecía; pero los gemelos habían insistido mediante cartas desde que se había ido de Hogwarts –Dobby no podía interceptar las cartas que iban a ser entregadas con la lechuza de Blaise porque estas eran protegidas por los propios elfos de los Zabini-, y parecían a punto de estallar si no respondía afirmativamente. Solo lo haría por ellos. Incluso Charlie, siendo reclutado y obligado por sus hermanos, se había ofrecido a visitar la vivienda pelirroja con tal de que se sintiera menos cohibido. Pero no era tiempo de pensar en Weasley's, ya que hoy llegarían...

-¡Aquí llegó por quien lloraban!- Se oyó el grito de Pansy Parkinson resonar por el vestíbulo, antes de que los otros tres chicos, Draco, Theo y Neville, salieran de la chimenea.

-Pansy, querida... ¡cierra esa bocota!- Blaise y Harry se largaron a reír; Theo, quien era quien había hablado, junto a Draco y Neville, no. Parecía que había estado algo pesada con el tema.

-No me sacaras el humor tan fácilmente- Dijo para luego arrojarse a los dos chicos que no había visto en más de un mes -¿Cómo te ha ido aquí, Harry?- Preguntó con ojos brillantes.

-Hola Blaise; qué tal, Pans; cómo estás desde el último día; bien, gracias- Monologó para sí mismo Zabini, sacándole una pequeña sonrisilla a sus espectadores.

-¡Oh, cállate! Harry es quien no conocía todo esto- Así fue como todos se metieron en una conversación de qué habían y no habían hecho en ese tiempo; qué deberían de hacer y el por qué del sabroso gusto del helado de  calabaza de Florian Fortescue.

Harry, quien hasta el momento había dormido en la habitación de Blaise junto a este, fue trasladado a otra de visitas. Sorpresa, sorpresa, era la misma en la cual dormiría Draco.

-No me malinterpretes, amigo, pero eso de tus pesadillas es difícil de llevar- Harry no podía decirle que aquello era mentira, las pesadillas en Hogwarts nunca habían llegado a los oídos de Blaise porque Draco se encargaba de menguarlas o de detenerlas; había sido un cambio brusco desde que solo estaba Zabini allí. El rubio, por otro lado, le había sonreído de aquella forma cómplice que tanto le gustaba antes de juntar ambas camas en una sola.

Ambos estaban más unidos que nunca; hacían de todo con tal de no apartarse del otro. En un partido de Quidditch que habían organizado una noche, quisieron separarlos, y Malfoy armó tal escándalo que creyó que hasta la gente del pueblo había escuchado sus gritos o visto un poco de magia accidental. Esto hizo reír tontamente a Harry...luego de pegarle a Draco el sermón de su vida.

También, viendo a todos sus amigos disfrutar aquel último día que se quedaban, Harry logró recordar algo: tenía un Basilisco del cual encargarse aquel año.

Cuando habían ya despedido a todos, y luego de varias promesas de verse nuevamente antes del término del verano para ver si las Comadrejas no lo habían comido vivo, Harry pudo hablar tranquilamente con Blaise.

-Hay muchos libros interesantes aquí, ¿no?- Dijo Harry, un día de lluvia y paseando sus puntas de los dedos por los distintos tomos de la magnífica biblioteca. No era una pregunta, aún así, Zabini contestó.

-Supongo que sí- Corroboró con su revista semanal de "Magic Garden" entre sus manos -¿Por qué te interesa tanto?- Comentó con cierta astucia, al ya conocer de dedillo, que la actitud de Harry siempre venía con alguna intención escondida.

-Supongo que...me interesa la mitología- Contestó -¿Tienes algo como de reptiles míticos?- El de tez morena se paró y comenzó a sacar libros por doquier, murmurando cosas para sí; solo para luego dejar escapar una exclamación de victoria y satisfacción.

-"Dragones, Quimeras y Basiliscos, Mitos de época", de Amanda Hans; ¿suficiente para ti?- Harry le sonrió más que complacido.

-Por el momento- Rió alegremente, tomando el libro. Se tardó un rato en ojearlo, pero, luego de una hora, encontró lo que quería.

«De las muchas bestias pavorosas y monstruos terribles que vagan por nuestra tierra, no hay ninguna más sorprendente ni más letal que el basilisco, conocido como el rey de las serpientes.

Esta serpiente, que puede alcanzar un tamaño gigantesco y cuya vida dura varios siglos, nace de un huevo de gallina empollado por un sapo. Sus métodos de matar son de lo más extraordinario, pues además de sus colmillos mortalmente venenosos, el basilisco mata con la mirada, y todos cuantos fijaren su vista en el brillo de sus ojos han de sufrir instantánea muerte.

Las arañas huyen del basilisco, pues es éste su mortal enemigo, y el basilisco huye sólo del canto del gallo, que para él es mortal.»

Oh.

Bien, bien. Ahora... ¿¡de dónde rayos iba a encontrar un gallo para que cantara en la Cámara de los secretos?!

Reviviendo una vida: Cámara Secreta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora