Capítulo 1: Flores Amarillas

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Ella sabía, que él sabía, que algún día pasaría, que vendría a buscarla, con sus flores amarillas.

Claire

Después de bañarme y vestirme con un conjunto de falda y chaqueta de cuadros negro y rojo, un top negro y botas de tacón, negras hasta la rodilla, me veo en el espejo y con aprobación lista para irme a la universidad salgo de mi habitación.

Encuentro a Lale, mi mejor amiga, en la cocina del departamento que compartimos bailando y cantando con mucha alegría las canciones de ABBA mientras se encarga de verter mezcla de pancakes en la sartén.

Se ve tan feliz que supongo que su novio es la razón de esa felicidad. Mi mejor amiga y Michael tienen una de las relaciones más envidiadas por toda la universidad. Se conocen desde niños y desde entonces han estado juntos. He sido de las muchas veces que han celebrado San Valentine juntos y creo que este año es la excepción.

Con Mamma Mia reproduciéndose de fondo me acerco a uno de los bancos frente a la barra que divide la cocina con el salón y sutilmente robo una fresa que baño en jarabe de chocolate para terminar llevándola a mis labios, pero cuando doy la primera mordida el subconsciente me traiciona y termino gimiendo cuando la muerdo. Mi mejor amiga se voltea a verme. Con una ceja enarcada, la mano izquierda en la cadera y la espátula con la que voltea los pancakes levantada dice:

—¿Qué fue eso?

—Nada —respondo saboreando mis labios y ocultando la evidencia en mi saco.

—Robaste algo. A mí no me engañas —responde y no puedo evitar reírme por la manera tan cómica en la que mi mejor amiga se expresa.

—Robar —me hago la indignada—. ¿Cómo puedes decir eso? Acaso tienes evidencia.

—No, pero estoy bastante segura que... —se voltea a la estufa cuando a ambas nos llega el aroma a quemado—. ¡Mis pancakes! —da la vuelta a la mezcla y lloriquea cuando ve negro el pan.

—No llores amiga —me apresuro donde está ella apagando la lumbre—. Podemos preparar más mezcla —respondo quitando la sartén de la estufa y arrojándola al lavabo.

—No lo creo —vuelve a lloriquear frustrada—. Le prometí a Michael que desayunaríamos juntos por San Valentine.

—Está bien. Yo te distraje. Te voy a ayudar a preparar algo improvisado.

Lale se mira la muñeca donde lleva el reloj y vuelve a suspirar.

—Ya se me hizo tarde.

Veo las fresas picadas, unas galletas que compramos hace unos días y se me ocurre una idea.

—Espera —la detengo antes de que salga de la cocina—. Ya sé que le vas a llevar.

Regresa a la cocina conmigo.

Le pido que saque de la nevera el yogurt natural que compre ayer por la tarde. De la alacena saco dos vasos bastantes grandecitos. Los dejo sobre la encimera. Primero coloco una galleta como base para el postre, después colocamos una suficiente cantidad de yogurt, seguimos con las fresas picadas y después de tres capas más finalizamos el postre.

—No es completamente un desayuno. Pero creo que Michael agradecerá el gesto.

—Gracias. Me salvaste —menciona Lale dándome un abrazo.

—No me las des. Yo te distraje y estaba en deuda. —le entrego los otros tres pancakes que ya tenía hechos—. Llévaselos a Michael. Seguramente los disfrutara —le guiño el ojo y ella asiente.

Envuelve los panckes en un papel rojo, después ingresa a su habitación de la que sale con una caja y después guarda los pancakes, la caja y el postre improvisado en una bolsa de tela.

El amor está en el aireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora