5. El Último Turno.

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Iggy, Mohammed Avdol, Jean Pierre Polnareff y finalmente Joseph Joestar. Ese fue el orden de las muertes hasta esta instancia.

Ahora, Jotaro y Kakyoin. Cara a cara sentados uno y uno en cada extremo de la mesa. Habían pasado cuarenta minutos desde la muerte de su abuelo, y ninguno de los dos se había atrevido a decir o hacer algo.

Jotaro ya estaba fumando un cigarrillo mientras su expresión estaba vacía, igual que la de un soldado que ha visto mucho en su vida. Simplemente no quería hablar ni hacer nada. Solo quería irse de una vez de ese maldito cuarto.

Kakyoin en cambio estaba realmente incómodo, pensando en como fue que llegó hasta aquella instancia junto a su mejor amigo. Pensando en sus padres y en la posibilidad de nunca jamás regresar a casa... ¿Acaso pensarían que los abandonó de nuevo?

La forma en la que llegó a este cuarto fue misteriosa, puesto a que la noche de ayer se fue a dormir y apareció de la nada en ese cuarto. Simplemente así y ya.

—¿Qué es lo último que recuerdas antes de venir aquí? —le preguntó a Jotaro.

Al principio ni le iba a responder, pero luego lo volvió a considerar y finalmente soltó unas palabras.

—Me quedé viendo televisión hasta tarde y ví como la transmisión se cortaba —respondió—. De pronto, me dio mareos y me quedé dormido. Luego, desperté aquí, con el anciano insultando al sujeto de la televisión.

—Ya veo, yo también estaba durmiendo cuando pasó esto.

—¿Y si esto no es más que una pesadilla? ¿Y si despertamos al terminar el juego?

—Sería algo muy bonito.

—Definitivamente.

Luego de eso quedaron sin decir más nada. Generalmente los dos en el aspecto social eran parecidos, siempre andaban solos y nunca le hablaban a nadie. Claro que había excepciones, pero generalmente eso era lo que ocurría.

Irónicamente, Jotaro le iba bien con las mujeres, pero estas no eran más que unas aduladoras y molestas.

—Dime, ¿Tienes novia? —preguntó Jotaro.

—Ah, no, ¿Por qué la pregunta?

—No lo sé, estoy totalmente aburrido... —respondió con desinterés.

—¿Y tú? ¿Tienes novia? —le devolvió la pregunta.

—No lo sé.

Esto encendió la curiosidad de Kakyoin.

—¿A qué te refieres con eso? ¿Tienes o no?

—Conocí a una mujer, américana, cuando me fui a anotar en la Universidad —le respondió—. Estamos conociéndonos.

—Ya veo, te deseo suerte con eso —le contestó.

Segundos después se dio cuenta de lo que dijo, solo para querer corregirse.

—Quiero decir, si logramos salir de esta, espero que tengas suerte... ¿Entiendes?

—Yare yare daze —dijo Jotaro.

El silencio siguió hasta que vieron como el cuarto se hizo más pequeño. Ahora eran 4 metros cuadrados.

—No nos queda opción —habló Jotaro—. Ve tú.

—¿Yo? —le dijo—. No, no, ve tú.

—Kakyoin, esto no es una puta pregunta, si digo que vas tú, es porque irás tú. Yo no pienso matarte.

—¿Y crees que yo si pienso matarte?

—No, pero al menos podrás salir y vivir.

—¡Lo siento, pero no quiero! —le volvió a decir—. Irás tú, Jotaro, y hablo enserio.

La situación estaba bastante tensa en aquel momento. Estaban por quedarse a 2 metros cuadrados, y los cadáveres en el piso ya se habían destruido por lo pequeño del salón. Era un espectáculo de sangre.

Jotaro no quería matar a su amigo y viceversa.

—Tengo una mejor idea —dijo Jotaro—. Vamos a mover la botella al mismo tiempo, y a quién apunte será el que morirá.

—Si  no hay mejor alternativa...

Dicho esto, cada uno sostuvo un extremo de la botella y la movieron al mismo tiempo. La botella comenzó a girar a una gran velocidad, mientras cada uno pensaba que hacer.

—Si muero, dile a mi familia que siempre los he amado —le dijo Kakyoin—. A mi prima principalmente, por favor, prometemelo.

Jotaro guardó silencio.

—Lo prometo —respondió—. Tú haz lo mismo con la mía.

—¡Hecho!

Ambos hicieron un apretón de manos, dado al poco espacio que tenían y se miraron fijamente mientras sonreían y largaban lagrimas.

Estaban orgullosos de haberse conocido y haber sido amigos hasta aquel momento.

Fue entonces que la botella comenzó a detenerse, y tras unos cinco giros, apuntó hacia Kakyoin.

Un arma apareció en la mano de Jotaro, y pudo sentir un pesar en el alma gigante. Kakyoin cerró los ojos, esperando su destino. Jotaro en cambio se cubrió la cara con la mano, puesto a que no quería ver.

La bala salió disparada e impactó directamente en el estómago del pelirrojo, haciendo que escupiera sangre.

En ese momento, Kakyoin acababa de fallecer. Se pudo apreciar como el cuarto volvía a su tamaño original, además que pudo ver los cuerpos de todos los que alguna vez fueron sus amigos. Todos estaban muertos.

Una puerta apareció en una pared del cuarto. El reloj se detuvo y la televisión tenía escrito un "GAME OVER" gigante con letras rojas.

Jotaro se aproximó unos pasos hacia la puerta, no sin antes ver a sus amigos por última vez.

Se tapó el rostro con su gorra y finalmente salió del lugar.

Finalmente, todo había terminado ahí.

El Juego de la Botella (Stardust Crusaders)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora